Celeste Carballo repasó toda su carrera en el Coliseo. La crónica de César Pradines, para La Nación.
El concierto comenzó con “Oeste” en el que canta a modo de anuncio: “Va a ser una fiesta”… y cumplió. Celeste Carballo realizó el sábado último, ante un Coliseo colmado, una actuación impecable en lo musical y con un mensaje que tuvo al amor, sin caramelo, como protagonista.
En medio de la grave situación económica, en que predomina la austeridad, la cantante bien podría haber hecho un show modesto en cuanto a propuesta escénica, pero le puso corazón a la crisis y presentó “Celeste acústica” acompañada por un numeroso y variado grupo de músicos que colaboraron para embellecer el concierto.
Un set de cuerdas (tres violines y un cello), otro de saxos (dos tenores, uno de ellos a cargo de Paloma Sneh, y un alto), tres intérpretes de djembé, varios tecladistas que se turnaron (se lució Guillermo Romero), varios guitarristas (Pablo Guerra y el excelente Huanchi Lázaro, por ejemplo), los Ratones Paranoicos, dos bateristas (resultó una alegre sorpresa ver nuevamente detrás d e los tambores al gran músico Lucio Mazzaira), tres coristas de buena voz, un bandoneonista y otra sorpresa: un contrabajista que le dio un tono acertadamente acústico a la presentación.
Tamaño despliegue de músicos se fue repartiendo en dos sets que, como diferencia, tuvo en el final más potencia aunque sin desborde. El repertorio ayudó para poner algo más de electricidad y un mayor punch , pero sin exceso, lo cual deja a la vista la madurez de esta cantante y guitarrista que gusta de tomar riesgos y que, por lo que se vio en el escenario, con interesantes resultados.
En la primera parte se destacaron los arreglos de cuerda, que a manera de apoyo rítmico trabajaron sobre los riffs de las melodías, los bateristas usaron permanentemente (salvo una o dos excepciones) escobillas para mantener el equilibrio sonoro con el contrabajo y el clima fue sencillamente medido.
De manera inusual, la subida y bajada de invitados del proscenio no quebró la solidez de la propuesta. No hubo distracciones, pero tampoco se sintió rigor alguno. Más bien hubo una saludable química en la elección de los invitados.
Carballo es sin duda una de las mejores voces del rock. Su registro, su dominio vocal, su facilidad en el fraseo, están protegidos por un estilo personal muy identificable que lejos de sonar reiterado, toma el lugar de sello personal. Podríamos decir que domina los registros altos como nadie, mientras en los tonos graves, su voz gana sentimiento.
“Una canción diferente”, con Juanse, líder de los Ratones, tuvo un toque algo más rocker que en los tiempos en que el invitado era David Lebón.
La apertura en la música de Carballo permite espacios para el tango, como “Un tango desnuda”, que toma las figura melódica tradicional del género, y zambas como “Algo nuevo”, aunque predominó el aire de country blues doméstico y estimulante.
“Poetas de latinoamérica”, tema de su época punky se ha convertido casi en una canción fuerte que indica también un proceso de cambio que le permite refrescar su repertorio. “Paloma”, de Andrés Calamaro, suena menos dolorosa en la voz de Celeste y hasta con cierta fortaleza. “Chocolate inglés” y “Todo empieza”, con Guillermo Romero en el teclado, puso un tono introspectivo en el que su voz parece conseguir transmitir una aterciopelada sensibilidad; su canto se vuelve charla.
“Confío”
Otra mirada positiva surgió con el blues “Confío”, versión en positivo del “Desconfío” de Pappo, tomado a su vez del “Old same blues”, de Freddie King.
Pero no sólo los pequeños cambios en la letra sorprenden sino que en los tambores se vuelva a sentar Mazzaira, un excelente baterista que no se presentaba en los escenarios desde hace años. Seguro, casi arriesgado, puso tanta sal en los arreglos de este blues que se volvió intenso y de una emoción renovada.
El show sigue con nuevos músicos que en todos los casos hicieron aportes interesantes. Uno de los puntos fuertes fue la presencia de Huanchi Lázaro, en especial en la segunda parte, en la que mostró un buen gusto imbatible en los pequeños solos que manejó más como atmósferas o pequeños climas que como exhibición de virtuosismo.
Con los Ratones Paranoicos y el sólido acompañamiento de Pablo Guerra, un guitarrista que se entiende con la cantante, hicieron “Sabemos que vuelvo pronto”.
Luego subieron los saxofonistas y le dieron un tono más abierto al clima; también Celeste cantó “Ahora estoy en libertad”, con una pista grabada, y fue así que la fiesta se fue terminando sin abandonos, sin urgencias, con “Para salir de Devoto”, en que la cantante terminó celebrando la decisión de la Legislatura porteña de legitimar la unión de las parejas homosexuales. El show se volvió entonces un canto en favor de la libertad individual para terminar con “Loca” a toda máquina aunque siempre sin excederse en la potencia. Un final feliz para una noche que mostró a una cantante en su plenitud musical.