La banda dio cuatro shows en San Telmo en marzo, en donde rotó las listas de temas. Por qué vale la pena verlos más de una vez. Fotos de Malú Campello (@malucampello).
“Si quieren más, van a tener que llenar el formulario 675 que está afuera. Ahí se verá”, dice entre risas Germán Daffunchio antes de dejar el escenario en la última noche de esta especie de residencia que hace el grupo en La Trastienda. Y parece que la burocracia por una vez da resultado, porque la banda vuelve con varios bises: “¿Cuándo podrás amar?”, “Será”, “Hasta el fondo del río”, “Veoyover” y “Capitán América”, estos dos con Gabriel Dahbar, el viejo amigo de Daffunchio.
Ver al grupo en cualquier escenario (como el Luna Park o el Movistar Arena) tiene su encanto, pero nada se compara con la intimidad de La Trastienda. El cantante parece darse cuenta de eso, y en el tercer show se lo nota más contento que nunca. Muy suelto, repite frases como “¡qué divertido que es tocar acá!”, o “qué buena noche, boludo. Las Pelotas hasta que me muera”.
Los distintos ángulos de La Trastienda permiten ver con detalle el virtuosismo de Sebastián Schachtel en los teclados; la fuerza de la púa de Gabriela Martínez en temas más recientes como “Víctimas del cielo” y “Cerca de las nubes”; o los arreglos de Gaspar Daffunchio en canciones que suenan como un bloque con las tres guitarras (como “Si quisiste ver”, dedicada a Fernando Ruiz Díaz). A la vez, el ingreso de su hijo le permite a Germán caminar más sobre el escenario, descolgarse el instrumento y bajar con el público.
Pero lo más remarcable, quizás, sean los cambios en las listas de temas. Ver a Las Pelotas es dejarse llevar por lo que quiera ofrecer el grupo, desde los paisajes oníricos hasta los más distorsionados. Y eso depende de la noche.
“Tenemos tantas canciones que queremos hacerlas a todas”, dice el vocalista. Es verdad: solo se repiten siete en las cuatro fechas, y aparecen perlas como “La cuerda” (¡qué buen arranque para un show!), “Sueños de mendigos”, “Rey de los divinos” o “El ñandú”, con Germán sentado y cerrando los ojos.
En total, 99 temas repartidos en cuatro shows. Un lujazo, tanto para el que les guste verlos seguido como para el oyente ocasional.
También es destacable cada momento en el que Dahbar sube al escenario: su magnetismo para los temas que cantaba Alejandro Sokol no solo reside en lo vocal, sino en los disfraces y atuendos. Papeles higiénicos, bolsas de consorcio, máscaras y trajes al revés… todo es válido.
El que parece divertirse muchísimo con esas ocurrencias es Tomás Sussmann (uno de los guitarristas más exquisitos del país), que cambia su cara de concentración por la de sorpresa cada vez que Dahbar aparece con piel renovada. A veces hasta intercambia carcajadas con sus compañeros, sin disimular su asombro.
Además de clásicos como “Día feliz” y “Hola, ¿qué tal?”, el líder de Cayacanaya se luce en “Como un buey” (al que agradece como “un regalo para el alma”) y “La mirada del amo”, esa canción firmada por el baterista Gustavo Jove. Justo ahí, La Trastienda aparece iluminada exactamente igual que la portada de “Todo Por un Polvo” (1999). Punto extra.
Jove muestra una versatilidad destacable, con su potencia en “La clave del éxito” y “El fantasma no muerde”; los climas reggae de “Transparente” y “Saltando”; o la tranquilidad de “Sombras” y “Nadie fue” (en la que Daffunchio se calza una remera con el Escudo Nacional y el título de la canción).
Alejandro “Pollo” Gómez también tiene su momento cada noche, sin importar la lista: desde clásicos como “Si supieras” (que Germán le dedica a Sokol) hasta “Ya lo sabés”, en el que pasa al frente con pandereta y trompeta. Para el cierre de la cuarta función, por ejemplo, es quien da las últimas notas de “Capitán América”.
Así se cierra el círculo, con la certeza de que Las Pelotas siguen pudiendo hacer lo que quieren sin dejar de contentar a su público. De alguna forma, es mostrarse en contra de la burocracia. Y pocas bandas llegan a ese punto.
Por suerte, no hace falta llenar el formulario 675 para comprobarlo: alcanza con verlos en vivo. Regístrese, notifíquese, archívese… y disfrútese.
Puntaje: 9/10.