Los Pericos trasladaron su euforia a La Trastienda, sin más excusas que celebrar con su gente.
«7» es mucho más que un número dentro del historial de Los Pericos. 7 son ellos, hoy. «7», también, es el nombre de su decimocuarta placa, emblema de la nueva etapa del grupo y respuesta contundente al dilema de cómo seguir tras la partida de quien fuese su líder durante años.
Cerrando la gira de presentación de «7», que los llevó por México y EEUU, Los Pericos se presentaron en La Trastienda, por segunda vez en el año. El show anterior tuvo como atractivo el haber sido programado «a la carta», por los propios fanáticos. Esta vuelta, el hecho era simplemente, comenzar a delinear el fin de un año que marcó, sin dudas, un quiebre en la carrera de la banda.
Con «Planeta de mentiras», actual corte de difusión que inauguraba la velada, se puso de manifiesto que la artillería perica no planeaba escatimar en éxitos. De hecho, las dos horas de show resultaron una sucesión de hits de todas las épocas, que recorrió, claro, lo más nuevo de su repertorio, pero además de los clásicos aptos-para-agite, pogueados hasta el hartazgo (el caso de «Nada que perder» o «Home Sweet Home») se permitió desempolvar recuerdos tan añejos como «Amandla» (El ritual de la Banana) u «Ocho Ríos» (King Kong), que llegó para bajar un poco las revoluciones del público que incansable, se agitaba pese al calor casi hostil que reinaba en el ambiente.
Los covers aparecieron x3. Uno: la referencia a Sumo, con una poderosísima versión de su (no menos poderoso) clásico, «Estallando desde el océano». Dos: el recuerdo de Soda Stereo, versionando en clave reggae «Corazón delator». Y por último, tres: el Hey Ho, Let’s Go ramonero de «Blitzkrieg bop», que llegó para rematar el bis, en medley con el ya clásico del cierre «Casi nunca lo ves».
Cuando el background es fuerte, puede significar tanto un envión importante, como una pesada mochila. Y en el caso de Pericos, casi 20 años de trayectoria y 13 discos detrás de su más reciente placa resultan un prontuario difícil de obviar.
Sin embargo, sin renegar de su sonido «originario», siempre dentro de la línea del reggae -nunca del todo purista u ortodoxo, pero reggae al fin- el combo encaró su nueva etapa con un espectro musical mucho más amplio. Con un mash-up que oscila entre pop-rock-reggae-ska, y por momentos coquetea con el funk, sumado al cambio rotundo que aporta la voz de Juanchi (guitarrista, productor y mentor artístico de la banda, ahora devenido en frontman), Pericos logró un sonido distintivo, que determina el despegue de todo lo anterior; a fuerza de música, antes que palabras. Y es que, excepto por algún fanático que, exacerbado, deslizaba la dedicatoria al Bahiano entre las estrofas de «La Hiena», cualquier referencia explícita a esta altura está de más.
Dueños de un lugar destacado dentro de la escena local, poseen el don de desatar una fiesta a su paso, podio que tal vez esté en disputa con los Decadentes, pero al que sin dudas, arribaron en buena ley. Una vez superado el desafío de la introspección y (forzosa) reinvención, vale festejar; el presente sólido que atraviesa la banda es motivo más que suficiente. No es en vano lo de «Fiesta Perica»… tras la euforia desatada el último viernes en La Trastienda quedó claro: es mucho más que un simple eufemismo.