El tecladista Jan Hammer visitó Buenos Aires y realizó dos shows magníficos junto al Flaco. Fue en octubre de 1979 en Obras, y acá recuperamos una crónica del evento y una entrevista al músico checoslovaco nacionalizado estadounidense. Rescate de una nota publicada en Revista Pelo 120, noviembre de 79.
Rock para los ’80
Durante cuatro días estuvo en Buenos Aires Hammer, el nuevo grupo del tecladista Jan Hammer, para la realización de dos conciertos compartidos con Luis Alberto Spinetta. Pocos supieron medir la importancia de estos eventos hasta el momento mismo en que los músicos hicieron su entrada en escena. Recién entonces, cuando Spinetta nos devolvió la magia de su pasado y la claridad de su presente, cuando Hammer nos hizo sentir la potente vibración de su rock’n’roll, comprendieron que estaban ante uno de los acontecimientos del año.
Durante los cuatro días que Jan Hammer y su grupo permanecieron en Buenos Aires, Pelo tuvo la posibilidad de compartir en forma exclusiva todo lo ocurrido durante su estadía. Desde su llegada el día miércoles con el posterior agasajo por parte de músicos y productores locales. Al día siguiente compartimos el paseo por la ciudad y, a la noche, concurrimos a una discoteca.
También vivimos, y relatamos, cada momento del concierto y el último día en Buenos Aires con sus declaraciones exclusivas antes de partir. Este es el material, cronológicamente ordenado, de la cobertura periodística realizada.
Martes: una cálida recepción
Lagar del Virrey es uno de esos lugares tipo catacumba que tanto suelen entusiasmar al turista. Lleno de madera y ladrillo, bastante penumbroso, transmite el suficiente frío y humedad como para que cualquiera crea que realmente allí pasó sus días algún virrey. Aunque debió quedar de últimas.
Sin embargo, la recepción tributada a Jan Hammer y su grupo, unos cuantos metros bajo el nivel de la calle, se fue llenando del calor que algunas personas irradian por su magnetismo personal.
Allí estuvieron unos pocos músicos escogidos, seguramente, por su relación con los organizadores de los conciertos de Hammer en la Argentina. Estuvieron Raúl Porchetto y su mujer, Charly García y la suya, Rodolfo García, Emilio Del Guercio y Luis Alberto Spinetta. Aunque el homenaje era a Jan Hammer, la personalidad que acaparó toda la atención y la dedicación de la noche, incluso de parte de los norteamericanos, fue Spinetta. Su reciente estadía en los Estados Unidos le granjeó el respeto y la curiosidad de unos y otros.
El menú fue bastante simple: asado, ensaladas y abundante vino y cerveza. Como suele suceder en nueve de cada diez asados, la carne parecía de cebú amargado, y fue una excelente oportunidad para que Hammer y su gente comprobaran cuánto de mito hay en lo de la carne argentina.
A los postres, todo el mundo charlaba animadamente. Hammer se declaró contento y profundamente agradecido por la atención dispensada, y preparó su agenda de entrevistas para los próximos días.
Hammer impresionó como un tipo tranquilo, bastante tímido y retraído. Como sucede casi siempre con los músicos que nos visitan, demostró una gran educación y paciencia, incluso para los requerimientos de un imbécil que se le pegó al lado y no lo dejó vivir en toda la noche. Sus compañeros se mostraron igualmente amables; el más locuaz fue el cantante Glenn Burtnick.
Pero el gran personaje de esa noche, el que supo seducir a todos los concurrentes con su estilo peculiar, fue Luis Alberto Spinetta. El relato de su estadía en Estados Unidos, las anécdotas, los entretelones y todo lo sucedido cobró una dimensión especial en su relato. Spinetta es una especie de arlequín cuyas descripciones cobran vida en cada palabra, en cada gesto que transmite la intensidad justa. Y es imposible evadirse de su atracción, a tal punto que pronto pareció que todos se habían olvidado de a quién debían prestar atención.
Seguramente mucho se escribirá sobre el viaje de Spinetta y la grabación de su disco, pero sólo unos pocos tendremos el privilegio de casi haberlo vivido en su relato.
Lo que quedó de esa noche fue el primer contacto con Hammer y su grupo, no demasiado intenso, porque estaban cansados por el largo viaje, pero suficiente como para verificar su interés y asombro ante la existencia de una revista como Pelo. Ellos se mostraron sorprendidos por encontrar un medio de nivel internacional dedicado al rock.
Lo demás fue la magia de Spinetta, que estuvo casi en su totalidad con Almendra, el respeto entre los músicos y una gran expectativa por lo que pasaría más tarde.
Miércoles: una noche en la discoteca
Entre todas las cosas, buenas y malas, que trajo la música “disco”, la discoteca ocupa el primerísimo lugar en una particular escala de valores. Es allí donde nace, crece y se desarrolla la música “disco”. El que nunca concurrió a una difícilmente pueda juzgar con meridiana objetividad el fenómeno de esta música. En cambio, el que las conoce comienza a ver todo desde otra perspectiva, la de que se trata de un fenómeno social, no musical.
Como ciudad a nivel de las principales del mundo, Buenos Aires también tiene sus “discotecas”, que funcionan todos los días de la semana. Allí, por una módica suma, el aspirante podrá sumergirse de 0 a 4 de la mañana en una danza frenética, ininterrumpida, con mucho de alienante y muy poco de la comunicación que el baile supone.
Pasada la medianoche, llegaron Hammer, el baterista Gregg Carter y el cantante Glenn Burtnick. Ausente con aviso: Colin Hodgkinson, aún reponiéndose del viaje, aunque entre sus compañeros de grupo corrió la voz de “ya está un poco viejo para estas cosas…”. Burtnick y Hammer son como muy compinches, y se la pasaron bromeando y haciendo comentarios ostensibles sobre la anatomía de las damas, que ataviadas con el “look disco” son infartantes. Carter es el más reservado y serio de todos, y está muy lejos del explosivo músico que arremete como una tromba contra sus tambores.
Mientras se degustaban los primeros tragos, charlamos un poco sobre todo. Hammer encontró esta ciudad muy europea, a no ser por la vida nocturna, algo que es también patrimonio de los Estados Unidos.
Carter opinó sobre la música disco: “Creo que está en franca decadencia; en Estados Unidos se viene una cosa nueva en la que los grupos de la nueva ola tendrán mucho que ver. A mí me gusta venir y bailar, pero no creo que nadie se interese por escuchar esta música en su casa. Allí prefiero el buen jazz: Tony Williams, Sonny Rollins, McCoy Tyner y otros por el estilo. No, esto no sirve más que para bailar”.
Sobre la dirección que actualmente tomó su música, Hammer declaró: “Creo que muchos se van a sorprender, porque ahora Hammer es una banda de rock’n’roll. Yo ya pasé por todas las experiencias, toqué todas las clases de música que te puedas imaginar, pero ahora sólo quiero tocar rock’n’roll. Hay varios motivos que me impulsaron a este cambio, pero el principal es que el rock es una música alegre”.
Luego llegaron las mujeres, los gestos ridículos para tratar de entenderse, los comentarios que no teníamos que traducir a las damas, y todo lo demás. A las cuatro de la mañana, cansados pero divertidos, partieron rumbo al hotel.
Jueves. Reportaje
Tal cual se había pactado durante nuestro primer encuentro en la cena, el día del primer concierto sería el de los reportajes. Después del mediodía nos encontramos en uno de los amplios salones del hotel donde se hospedaron.
Hammer nos atendió con su habitual cortesía y buen humor, previo intercambio de bromas e ironías sobre la noche pasada en la discoteca.
Claro y conciso, Hammer es como su música actual: directa y sin rebusques.
—¿Cómo empezó tu carrera solista hasta desembocar en este grupo actual?
—Yo empecé a tocar por mi cuenta, después de que me fui de la Mahavishnu Orchestra. Después empecé a buscar músicos para formar el Jan Hammer Group, que tendía mucho hacia el jazz. Pero a medida que la música fue cambiando decidimos que sería mejor darle al grupo un nombre más directo, con más imagen rock. Por eso ahora el grupo se llama Hammer (hammer: martillo, en inglés).
—¿Cómo definís la música que están haciendo ahora?
—Música rock para la década de los ochenta, rock and roll con sangre fresca.
—¿Qué importancia pensás que tuvo la Mahavishnu Orchestra dentro de la música rock internacional, como primer grupo que fusionó el jazz y el rock?
—Yo creo que Mahavishnu era más bien un grupo de jazz…
—Pero los críticos de jazz dijeron que era un grupo de rock…
—No, el rock es una música que va mucho más allá de lo que uno se pueda imaginar. La gente piensa que porque se toca fuerte no tiene profundidad; la gente piensa que el rock es solamente unas cuantas guitarras eléctricas. No, el rock es una cosa mucho más profunda. Tiene un sentimiento musical mucho más físico, es más sensual. El jazz es más cerebral, es una música más intelectual. Aun cuando yo toqué jazz durante bastante tiempo, me encuentro más cómodo haciendo rock, y pongo al rock en primer lugar.
—¿Cambiaste de opinión con respecto a los guitarristas?
—La gente se cree que a mí no me gustan los guitarristas, pero sí me gustan. Uno de mis músicos preferidos es Jimi Hendrix. Lo que pasa es que les prestan más atención de la que merecen. En los discos de la Mahavishnu, por ejemplo, todo el mundo creía que John (McLaughlin) tocaba todo, todos los solos, cuando, en realidad, yo tocaba la mitad de esos solos; o sea que mis solos inmediatamente se los acreditaban a él. Eso lo hacían los críticos, y la gente también. Yo entiendo que tal vez es difícil distinguir, sobre todo entre dos personas que, como John y yo, piensan parecido y tienen una aproximación muy similar a la música. Ahí fue cuando decidí hacer las cosas por mi cuenta. Y el hecho de que no haya guitarra en este álbum, “Hammer”, no significa que no me gusten los guitarristas, sino que quiero que la gente escuche el sintetizador y se den cuenta de él…
—¿Qué pensás de tu nuevo álbum?
—Creo que es el mejor que hice hasta ahora. Se llama “Hammer”, y es el que más me gusta. Me gusta “First Seven Days” y… Es un álbum solista en el sentido de que está bajo mi producción y mi dirección, pero es un buen trabajo grupal. Y también considero que es un álbum solista —a pesar de que no toco solamente yo— desde el punto de vista de que, si a la gente no le gusta, me van a echar la culpa a mí, y no a los músicos que me acompañan. Es mi reputación la que está en juego.
—¿Cuál es tu teclado preferido?
—El piano acústico y el sintetizador. El sintetizador no tiene límites, uno puede tocar cualquier cosa: texturas profundas, líneas simples, rock and roll, cualquier cosa. El sintetizador es más que un teclado; el teclado es el medio para controlar al sintetizador, pero el instrumento es la electrónica; en realidad no debería llamárselo “teclado”. Aunque muchas veces se toca realmente como un teclado.
—¿Cómo es tu nuevo instrumento?
—Es un instrumento hecho especialmente para mí; es muy complicado, y no le gusta viajar. Es muy sensible, y muy especial; es un prototipo, es decir: no se fabrica en serie, se hace a mano, y hay sólo uno, este.
—¿Qué tipo de temas vas a hacer esta noche?
—De todo. Varios temas de los últimos álbumes, y también algunas músicas que no están grabadas todavía. Va a ser una combinación de temas viejos y nuevos. Pero el grupo es básicamente un grupo de rock.
—¿Escuchaste a Spinetta?
—Escuché un solo álbum, “A dieciocho minutos del sol”. Me gustó, es muy lindo. Tengo curiosidad por escucharlo tocar esta noche.
—¿Cuáles son los principales compositores del grupo?
—La mayor parte la hago yo, lo demás está compartido.
—¿Te gusta el jazz?
—¿Qué es el jazz? ¿Weather Report es jazz? Realmente, el jazz ya no me interesa. Aprecio la música, me parece buena, pero no es algo que me pondría a escuchar. Es muy intelectual, es demasiado… A mí me gusta la música más enérgica, de energía inmediata, física. No me atrae esa música interesante, de paisajes. Yo prefiero escuchar a The Knack o The Cars.
—¿Te gustan The Knack?
—¡Sí! Mucho. Son muy fuertes.
—¿Y quiénes son tus bateristas preferidos, ya que también tocás ese instrumento?
—Tony Williams…
—¿Steve Gadd?
—Sí… También… Tiene un sentimiento muy de jazz… Lo que quiero decir es que lo más importante no es ser un buen baterista y poder tocar con cualquiera y todo eso. Es necesario tener algo extra, algo extra en expresión musical, contribuir a la música con algo más que un ritmo perfecto. Tony Williams es muy difícil de describir como baterista, porque su contribución extra-musical es tan grande que va mucho más allá de que sea un gran baterista; es un músico increíble.
—Me comentaron que tuviste problemas con la tapa de tu álbum, en Estados Unidos…
—Sí, fue algo muy tonto. Estábamos todos muy contentos con la tapa, era una tapa fantástica. No es algo para tomárselo en serio, pero, desgraciadamente, en Estados Unidos hay muchos grupos de “intereses especiales” que tienen mucho poder, por alguna razón. Realmente pueden molestar a una compañía grabadora, por ejemplo, insistiendo e insistiendo para que la gente no compre determinado disco. Entonces, cuando alguno de estos grupos hace fuerza, la grabadora se rinde, porque es lo único que puede hacer. Lo que pasó con este álbum es que alguien tuvo la idea de que la tapa podría “glorificar” la violencia contra las mujeres. Es una tontería, porque era una broma, y no iba a molestar a nadie. Pero no hay manera de pelearlo. La ignorancia humana no tiene límites. Así que tuvimos que cambiar la tapa para Estados Unidos. Pero acá va a salir la tapa original.
—¿Qué pensás del rumbo que está tomando el rock en el mundo?
—¿Qué te puedo decir? Si nosotros hacemos música es porque eso es lo que sentimos. Ponemos toda la energía en eso, y confiamos en que vamos a hacer algo para mejorarla, o cambiarla, o hacerla ir para adelante. Así que me gustaría pensar que lo que hago ahora va a servir para hacer la nueva música de los ochenta, que seguramente va a estar basada en el rock. Pero eso no significa que yo me voy a poner a hacer rock como muchos de los grupos de la nueva ola, sino que le voy a agregar una inspiración nueva, una nueva aproximación. Y eso va a ser muy saludable, porque la música será más accesible. No va a ser una música “alta”, porque esa música se va de las manos. Ahora vamos a volver a la música.
—¿Qué expectativas tenés para el concierto de esta noche?
—Nunca tuve expectativas para ningún concierto, desde que tenía catorce años.
Jueves. El héroe arrogante
Cuando Luis Alberto Spinetta apareció desde el fondo del escenario, el estadio estaba lleno, pero no a pleno; todo el mundo tenía la comodidad de desplazarse sin problemas de un lugar a otro.
La ovación fue ensordecedora, el tributo abierto y sincero de una audiencia que realmente siente a su artista. Solo, con su guitarra acústica, comenzó a desgranar un set acústico que se prolongó por casi una hora y media. A bajo volumen, casi obligando al silencio total, Spinetta cantó algunas de sus más bellas composiciones acústicas. La selección fue atemporal, ya que repasó melodías de Almendra, de Pescado Rabioso y de Invisible, hasta llegar a la nueva música que recientemente grabó en los Estados Unidos.
La voz, el sentimiento de Spinetta, su entrega total en cada canción, crearon una atmósfera íntima, intensa, que tuvo sus momentos pico en temas como “Los elefantes” (Almendra), “Credulidad” (Pescado Rabioso) y “Amor de primavera” (Invisible). “Jade” fue la melodía transparente y climática de la nueva producción. A mitad de la actuación, invitó a tocar a su ex compañero de la banda Spinetta, el tecladista Diego Rapoport.
Juntos consiguieron elevar aún más el nivel alcanzado, particularmente por la exactitud de las bases del piano y el buen gusto empleado en cada solo.
Despedido con una calurosa ovación todavía más fuerte que la de recepción, Spinetta agradeció e introdujo a Hammer con una sola definición: “impresionante”.
Y no erró en nada el elogio. Desde el primer instante en que la banda de Hammer pisó el escenario hasta que lo abandonó, transcurrieron más de dos horas del más fuerte, auténtico y visceral rock’n’roll que se haya escuchado en estas tierras.
En el medio del escenario, hamacándose con su sintetizador portátil, Hammer parecía un héroe arrogante de la guitarra arrancando las sonoridades más increíbles a su instrumento, desde los translúcidos arpegios de la guitarra acústica hasta los más densos acordes de una guitarra eléctrica, pasando por todos los registros de teclados posibles. Un instrumento maravilloso para un músico talentoso, la combinación ideal.
A su derecha, Glenn Burtnick, el cantante descubierto cuando hacía en Broadway la obra teatral “Beatlemania”. Interpretaba a Paul McCartney; debió de hacerlo bastante bien tomando en cuenta su parecido físico y su voz. Glenn es dinamita pura sobre el escenario. Salta, baila, gesticula, se revuelca y charla con las chicas de las primeras filas, que se ríen de sus ocurrencias. Tiene toda la imagen de la nueva ola, y toda la sangre nueva de la que Hammer hablaba. Su labor como cantante es buena, y también cuando hace las bases de teclados o guitarra rítmica.
Atrás, a la izquierda, se ubica Gregg Carter. Es una máquina negra que toca con guantes y revolea sus brazos como aspas de molino. El swing, el perfecto manejo de los tempos, los contragolpes, cada corte y cada ataque estuvieron perfectamente dosificados. Allí, en la base rítmica, es donde radica el cincuenta por ciento de la potencia de Hammer.
El otro gran responsable de la bola de rock es el bajista y cantante Colin Hodgkinson, un inglés alto y flaco que más parece un mayordomo de alguna película de Boris Karloff que un músico de rock. Ex integrante del trío inglés de jazz Back Door, la polenta y la técnica impresionante que desgranó en los dos conciertos asombraron a la audiencia. Como cuando se sentó a cantar un blues con su bajo y el público se rió con sorna, para luego quedar apabullados ante semejante demostración de técnica y sentimiento.
La música, porque también hay que hablar de la música de este Hammer de hoy, es rock’n’roll puro, fuerte, con toda la contundencia de la nueva ola y la técnica que sólo músicos que tocaron expresiones de vanguardia como el jazz pueden tener. Hay que hablar de “Black Sheep”, un hermoso reggae que da título al primer álbum de Hammer en su nueva etapa. O la impresionante versión de “The First Seven Days”; o los temas de “Like Children”, su primer disco solista compartido con el violinista Jerry Goodman.
El final fue para “Blue Wind”, un tema que compuso y grabó especialmente para el álbum “Wired”, de Jeff Beck. Pero todavía hubo más. La multitud enloquecida pedía a Spinetta para el bis final, y así ocurrió. “Cuadrante 4”, un tema de Billy Cobham, fue el nexo para que Spinetta y Hammer se trenzaran en un “jam” infernal. Como siempre ocurre cuando dos talentos se unen, existe una vibración muy alta que hace que la improvisación transite sus caminos normales de gran nivel.
Viernes. La fiesta mayor
Como siempre, la mejor publicidad es la que se transmite de boca en boca. Tal vez por eso los que aún estaban remisos acerca de las virtudes musicales del espectáculo de Spinetta y Hammer, se lanzaron como desaforados a tratar de conseguir su localidad. Desde muy temprano estaban agotadas, y los organizadores decidieron habilitar la tribuna que estaba detrás del escenario, a un precio especial.
El espectáculo prometía desde los alrededores del estadio, donde las colas alcanzaban hasta cuatro cuadras a la hora de iniciación del concierto.
Adentro era una fiesta, un clima de alegría que presagiaba una noche excepcional. Y así fue. Con Luis Alberto Spinetta se volvieron a repetir las expresiones de cariño y aprobación por su música. El show fue mucho más dinámico gracias a un saludable recorte en el repertorio, y Luis pudo devolver, hecho música, todo el respeto y la admiración que el público le profesa.
Con Hammer la cosa fue parecida. Con el estadio totalmente lleno, las tribunas abigarradas y enfervorizadas dispuestas a participar en el show del rock’n’roll, Hammer pudo desarrollar todo su potencial musical en un clima óptimo.
El espectáculo está hábilmente estructurado, sin baches de clima. A un número fuerte le sigue un reggae o una balada que va creciendo hasta desembocar en un riff, denso, metálico. Esa noche también destacaron “Blue Wind”, “Black Sheep”, “Vaporize Me” (del nuevo álbum), “Maniac Depression” (un clásico de Hendrix regrabado en “Black Sheep”) y “Waiting No More”.
El final fue escalofriante. Hammer dejó el escenario y todo el estadio quedó en penumbra. De pronto, miles de pequeñas luces crearon una sensación visual alucinante. Reiterando una costumbre de Estados Unidos y Europa, el público encendía fósforos y encendedores en señal de aprobación y como pedido de otra interpretación. Cuando apareció Hammer con Spinetta, el estadio se estremeció y todo el mundo abandonó sus lugares para bailar al compás de “Cuadrante 4”. Spinetta y Hammer entablaron un diálogo fluido entre sus instrumentos, la guitarra con una afinación bien “sucia”, para diferenciarla del sintetizador.
Fue la apoteosis final, la culminación de una fiesta que quedó sellada con el sincero abrazo de Spinetta con cada uno de los músicos de Hammer.
Sábado. Hasta la vuelta
Pasado el mediodía comenzaron a reunirse en el hall central del hotel músicos, técnicos, asistentes y los managers de gira. En poco tiempo partieron para Nueva York, desde donde comenzarán otra gira por los Estados Unidos, como soporte del nuevo álbum.
A pesar del cansancio, todos se sintieron felices con lo que había sucedido la noche anterior. Hammer dijo: “Realmente fue una sorpresa encontrar una audiencia tan perceptiva. Yo tenía miedo de que la gente se sintiera decepcionada con la nueva dirección del grupo, pero desde que subimos y tocamos los primeros compases me di cuenta de que todo iba a funcionar bien”.
Colin Hodgkinson: “Realmente fue una experiencia increíble. Quiero agradecer a toda esa enorme cantidad de gente que fue a nuestros conciertos, a todos los que nos acompañaron durante esta gira, incluyéndolos también a ustedes, los periodistas. Creo que aquí se puede encontrar una de las mejores audiencias de rock”.
Las fotos finales, las últimas recomendaciones, el intercambio de direcciones y todo el ritual de alguien que viaja. Hammer se fue del país con un hermoso recuerdo de sus conciertos y su estadía. Y a nosotros nos quedó un buen recuerdo: el de su música.
Ocurrió durante la cena
Nos acercamos para presentarnos y concertar las entrevistas. Amablemente, Hammer nos escuchó y recibió uno de los ejemplares de Pelo que llevamos de muestra. Inmediatamente se mostró sorprendido y, excusándose, fue hasta la mesa donde se encontraban sus compañeros de grupo, para mostrarles el hallazgo. También ellos evidenciaron una sorpresa y un interés desmesurados. Repartimos los restantes ejemplares y cada uno con el suyo hacía comentarios o señalaba notas que le interesaban. Ante tal reacción, nuestro fotógrafo comenzó a registrar algunas tomas. Y otra respuesta inesperada: Hammer tomó la revista como para que se viera bien la tapa y posó sonriendo para la fotografía.
Cuando le preguntamos el motivo de la sorpresa y ese gesto desusado, respondió: “Es la segunda sorpresa que recibo en este país. Yo pensé que esto sería algo así como México, y me encuentro con una ciudad totalmente europea. Luego resulta que vienen ustedes y me muestran su revista, y me sorprende que hagan una de este nivel. Veo que además de nuestra nota (sobre el viaje de la banda), cubren toda la actualidad internacional, como el regreso de Zeppelin.