Se cumplen 45 años de una rareza: el Flaco Spinetta cantando en inglés, como parte de un proyecto para insertar al poeta del rock argentino en el mercado anglo. Un fracaso, por supuesto, que terminó enojando al propio Spinetta. Acá rescatamos una entrevista publicada por la Revista Expreso Imaginario en noviembre 1979.
Spinetta: la vuelta a casa
Extraña sensación la de escucharlo en inglés. Difícil reacomodar los esquemas frente a un artista que a través de diez años, acompañando la historia del rock nacional, viene cantándole a su gente a través de Almendra, Pescado, Invisible, Spinetta.
Y ahora, luego de dos años de paréntesis discográfico, lo hace en otro idioma, con impresionantes arreglos y un equipo de producción que se siente. De pronto otra voz acompaña a Luis, Es una de esas voces negras, hermosas; y uno se pregunta: ¿cómo puede ser que las puertas se tengan que abrir desde el exterior…?
El Spinetta que escucho me tiene que dar tiempo. Dos, tres escuchadas para entender que este es un disco excelente. Tal vez incomprensible para un seguidor purista. La cinta me muestra a un Spinetta distinto, donde su voz y su composición predominan sobre el guitarrista y vocalista que conocemos.
La voz sale mejor que nunca, y los temas no provienen de un argentino que le canta a los Estados Unidos, sino de un músico que habla en ese lenguaje universal que es la canción.
Toda esa sensación inicial de extrañeza se esfuma poco a poco, y me encuentro hoy escuchando este «Only Love Can Sustain» con placer.
«Bueno, el disco representa más que nada el hecho de salir del contexto de la República Argentina e iniciar una creación en el extranjero. Es también una alternativa de sonido que, de alguna manera, era importante que yo la viviera en algún momento. Tenía que saber cómo era el sonido hecho en los mejores estudios de allá, sin escatimar. Representa también el primer disco en una larga serie en el que Spinetta no es el productor ni el que tiene el 100% de las decisiones de la obra».
¿Cómo fue el viaje?
Salí un sábado rumbo a Nueva York, donde me esperaba una limousine Cadillac con vidrios negros, enorme. ¡Bah! En realidad te pueden llevar en un Citroën todo reventado o en una limousine, pero siempre tenés que servir a alguien. Puede ser que sirvas al diablo o al Señor, pero siempre tenés que servir a alguien.
Nueva York es una tinaja hirviente, con las hembras andando en patines por la calle en shorcitos exultantes. Disco music por todos lados, algún rock: the big apple.
Apenas llego empieza la primera grabación, donde registran «Only Love Can Sustain» y «Light My Eyes». También hice los demos para los arreglos.
Entre la primera fecha de grabación y las siguientes pasó un mes. En ese espacio me trasladé a Los Ángeles para encontrarme con los otros tres arregladores que trabajan en el álbum. En Nueva York estaba Torrie Zito y en Los Ángeles, Byron Olson, Patrick Williams y Tom Pierson. En general, estos arregladores son de la Costa Oeste. Realmente los que estuvieron conmigo son importantes en cuanto a antecedentes: Tom es el director de la orquesta que hace 14 años acompaña a Tony Bennett. Torrie Zito, por ejemplo, hizo el arreglo de «Imagine» para John Lennon.
Mi estadía en Los Ángeles fue un gran descanso (gran clima, hotel de lujo, pasear por Hollywood) pero también una puesta a punto. Me encontré con Edelmiro, charlamos de Almendra, y estuve trabajando con los arreglos mientras mi productor, George Butler, supervisaba el trabajo desde Nueva York.
Alrededor del 25 de agosto vuelvo a N.Y. para grabar la primera base rítmica de «Children of the Bells» y «Life is your Joy», que compuse en colaboración con Olson.
¿Cómo fue la experiencia de componer junto a otra persona?
Significa ponerse a explorar en un terreno muy límite de la creación. Pienso que crear por encargo es difícil; toda vez que un compositor es requerido en un límite determinado de tiempo para «crear» una canción, está comprometiendo toda su música. De alguna manera, en ese intento puede salir una cosa bárbara o una cosa sin valor. Para mí era tan inusual que valía la pena probarlo. La letra es mía, pero es como un accesorio a la música, porque no creo que mis letras sean definitivas en cuanto al inglés.
La letra es un punto especial en toda esta experiencia. A pesar de que no puedan ser comparadas a las grandes letras norteamericanas, me considero muy satisfecho.
En castellano tenés una manera muy especial de ponerle las palabras a la música. ¿Cómo lo sentiste con el inglés?
No he podido establecer un paralelo entre ambas cosas. Creo que se da a niveles inconscientes, que es por donde pasa la imaginería lingüística. Por ese lado encuentro la relación entre mi obra en mi idioma y mi intento en inglés. Porque mi trabajo estaba inexplorado, si bien no lo empecé ahora. Antes que Almendra concibiera la idea de grabar en castellano, yo ya tenía temas con letras en inglés, tratando de alguna manera de imitar a Lennon-McCartney. Es difícil en este caso lograr traducir ideas herméticas o simplemente imágenes creativas. Poner, por ejemplo, una metáfora era complejo porque podía llegar a decir una cosa que para los americanos fuera absurda.
De todas maneras, estoy satisfecho con las letras, porque pienso que, sin desplegar una gran pirotecnia, van al grano de lo que es mi temática: el hombre como pieza herida en la naturaleza por la luz de la comprensión, y tratando de armonizarse con la naturaleza como antes de la separación de los cuerpos. Eso es muy difícil de explicarlo en otro idioma.
Sigamos con la grabación.
Ya para entonces Nueva York se había tornado más familiar, pero justo me agarró una época de insomnio. Un poco por lo que es la pálida de la ciudad de Nueva York: un pulmón que no descansa, una ciudad que te devora en serio. Sos minúsculo ante todo eso y, a la vez, hay muchas comodidades y riquezas en las imágenes.
Me agarraba el insomnio y entonces bajaba del hotel, me tomaba una cerveza o visitaba un supermercado de los que no cierran en toda la noche.
Volví luego a California, a los estudios A&M, donde me encontré con Acuña en la primera grabación. Ya lo había visto tocar en Los Ángeles con una orquesta de salsa en un night club donde se reúne todo el ambiente latinoamericano. El lugar se llama Peruvian Room, y allí escuchás boleros y salsa. ¡Se veía cada jeta de tahúr centroamericano contoneándose con el ritmo (esos seres de patillas wing-car)! Y entre todo ese trenesi está Acuña. Había algunas cosas lindas de escuchar, pero por ahí tenías que bancarte un bolerazo con un cantante que era puro jopo y bigotitos. Gran proporción de lípidos…
No sabés qué tipo es Acuña. ¡Qué predisposición, qué humildad! Cuando se pone a tocar su ritmo, entra a pesar cada vez más.
Otra de las sorpresitas de las sesiones de Los Ángeles fue Terry Bozzio. Logré un entendimiento inmediato con él. En un determinado momento encontró un riff en la batería que me gustaba para el tema «Something Beautiful» y le pedí que lo siguiera tocando, y no paró hasta el final. Acá, si te gusta lo que hace un baterista y le sugerís que se quede en ese riff, ya sea por un factor de personalidad o ego, va a buscar otra cosa como base. Pero este tipo, que recién me conocía en ese momento, yo, que recién venía de la Argentina, y él, que toca con un monstruo como John Wetton, hizo el riff cada vez más perfecto. Al final me dice: “Me gocé todo y tu música es increíble; espero que nos volvamos a ver”. Me dejó su número de teléfono, quedamos en zapar, pero no pudimos. Él tenía que ir de gira con UK y yo tenía que seguir grabando. Le dije, medio en broma, que me gustaría que viniese a la Argentina, y me contestó: “Cuando quieras, contá conmigo”. Sé que es un cumplido, pero se nota que le gustaba mucho lo que yo hacía.
Otro de los que participaron fue Paulinho da Costa, que tocó con Larry Carlton y Milton Nascimento. Gran músico. Nos pasamos discutiendo, ya que él decía que Argentina había coimeado a Perú para hacerle los seis goles… Con Edi le dijimos que igual, ¡a cobrar! ¡Cómo tocaban esos tipos!
Finalmente, terminé de grabar el 5 de octubre. Fue un trabajo en serio: desde la primera semana de septiembre, todos los días, descansando sábados y domingos. Así hasta terminar el disco.
¿Conforme con el resultado?
Pienso que la parte lírica es bella. Difiero un poco más en las partes eléctricas o de estructura musical, por una cuestión de cómo me gusta a mí que suene una base rítmica. Pero pienso que los músicos que se han utilizado son de primera. Si bien no actuaron ni Ron Carter ni Jean-Luc Ponty, los que estuvieron conmigo son excelentes.
Se me dio, por otro lado, la importancia de artista en el sentido más total. Tuve todo el respeto, el mejor trato, a nivel de superestrella. Bueno, eso no me positiviza mi experiencia en USA por encima de mi experiencia aquí.
Si vamos al meollo de todas las cosas que son un artista, una vez pasada la pantomima virtual de tocar o grabar debemos encontrarnos solos con nuestra obra terminada y empezar a disecarla. Ahí comienza nuestro verdadero logro.
Yo pienso que es un disco Spinetta, con toda la producción de Butler que pueda tener: pero mi voz está del principio al fin, en toda la obra. De 8 temas, 5 son míos, más uno en colaboración con Olson y la letra de Vilas en «Children of the Bells». Además, tengo la libertad de producir en Argentina este mismo disco, agregándole quizás temas hechos aquí con músicos que me interesen. Veremos si quieren seguir poniendo dinero para más horas