Miguel Cantilo mantiene su fuerza y musicalidad intactas. Protagonizó además un emotivo reencuentro escénico con su ex compañero Jorge Durietz. La crónica de U.G. Mauro, para La Capital de Rosario.
Nada garantiza que una expresión artística sea de calidad o conmueva sólo por nueva o vieja. Contra el culto a la novedad, existen los clásicos. Y si calificar así a una simple canción puede ser a veces un exceso, hay obras que parecen frutos de las ramas bajas de un árbol, al alcance de cualquiera y útiles para aceitar y perfumar recuerdos de los veteranos, y que también son buscadas por los jóvenes para el rompecabezas de la identidad.
Esa fue la sensación que dejó la excelente actuación con la que que Miguel Cantilo presentó su disco «Clásicos» en el teatro Broadway. Apoyado en un sólido grupo de músicos que, como su hijo el bajista Anael Cantilo o el pianista Pablo Saclis, participaron en la grabación, Miguel Cantilo recorrió uno a uno los temas del mismo, pero antes, a modo de introducción, ofreció un extenso y aplaudido video sobre la grabación del trabajo, que —como se encargó de marcar el mismo artista—, por razones de costo no se tradujo en la presencia en escena de alguna de las muchas figuras que participaron del mismo, salvo la de su compañero en el recordado dúo Pedro y Pablo, el guitarrista y cantante Jorge Durietz, en el bloque más emotivo de la noche.
Cantilo se tomó en serio lo de la presentación de un disco, interpretándolo casi en el orden de grabación, por lo que abrió con la potente «Adonde quiera que voy» para un show cuyo cierre formal no podía ser otro que la «Marcha de la Bronca», junto a Jorge Durietz, ambos ovacionados de pie por un público de toda edad que coreaba «con los dos dedos en v», pero que se prolongó en los bises con «La gente del Futuro» y «Tiempo de guitarra».
Con su garganta como en los mejores tiempos, Cantilo no evitó los tonos altos ni ahorró energías y así la historia popular y algunas estéticas de más de treinta años revivieron en el escenario de calle San Lorenzo, tan puras como en su nacimiento con temas como «Padre Francisco», el «Blues del éxodo» o la contundente «Apremios ilegales». Cronista de su tiempo, cultor de la palabra y pionero de fusiones en los años setenta, jugó con la atmósfera tanguera en su recordada «Che, ciruja» y más allá de disco nuevo, interpretó de su placa anterior «Sudamérica va», su tema «A Madrid» y el impecable «Rock contra la mina», reafirmando su condición de cantante testimonial.