Se cumplen 40 años de este evento realizado durante la Guerra de Malvinas que reunió a 70mil personas en Obras para escuchar a Charly, Spinetta, León Gieco, Raúl Porchetto, Juan Carlos Baglietto y los principales artistas del momento. Con el lema “mucho rock por algo de paz”, se recibieron donaciones para los soldados en las Islas y también marcó un hito en la masividad del rock argentino, que había sido perseguido durante tantos años. Rescate de una crónica publicada en la Revista Expreso Imaginario Nº71, junio de 1982.
“La música progresiva nacional, que es parte de un lenguaje universal de amor y comunicación se hace presente en este momento histórico para ratificar la voluntad constructiva de un pueblo de paz”…
Con esas palabras se abrió el espectáculo realizado en Obras Sanitarias que congregara a más de 60.000 personas y donde intervinieran la mayoría de los grupos locales. Con este acto se reafirmó no sólo la voluntad pacifista sino también el aplastante, contundente poder de convocatoria que tiene nuestro movimiento. Un movimiento que, dicho sea de paso, fuera tantas veces ignorado por los medios de difusión e incluso víctima de los prejuicios de un vasto sector dirigente que lo catapultó como “música de marginados”, “de loquitos”, etc. A esto debemos sumarle el hostigamiento de las fuerzas policiales que no han cejado jamás en deponer o dilatar su postura intransigente con relación a la juventud. Todo esto ya había alcanzado un límite tal que hacía que ese delicado himen que separa el Eros del Tanatos se hiciera cada día más estrecho, al punto tal en que sólo, como joven, esperaras llegar a los cincuenta para poder transitar tranquilo por una vereda, comer, mirar, comprar —o simplemente estar—, todos actos que para el resto son normales y cotidianos y que para un joven argentino representan toda un aventura. Ahora sí, con la realización de este acto tanto los medios de difusión como los miembros de otras instituciones tuvieron que recapacitar y aceptar ese poder que somos capaces de generar en medio de una encrucijada como la que se vive en estos momentos.
LA IDEA
Ateniéndonos a lo que pudimos recopilar no hemos llegado a precisar el surgimiento de la idea que viéramos plasmada el pasado 16 de mayo en Obras. Sí averiguamos que existían en el medio varias iniciativas de empresarios y músicos de llevar a cabo un acto masivo con el doble propósito de ratificar una voluntad de paz y el de prestar algún tipo de colaboración a las necesidades de los jóvenes que están estacionados en el sur debido a las acciones bélicas que son de dominio público. En una primera instancia habrían sido Javier Martínez y Pappo los que sugirieran a Spinetta la realización de este acto. Por otro lado, Edelmiro Molinari también había aparecido con una idea de reunir a León Gieco, Sui Generis y Almendra y destinar los fondos recaudados para la compra de artículos para los soldados.
Con relación a este espectáculo sabemos de la existencia de una invitación por parte de autoridades gubernamentales de realizar un concierto cón la participación de músicos de rock. Este primer “festival” fue realizado en el Luna Park, una semana y pico antes del de Obras. La primera comunicación entre las autoridades y los productores fue a través de Daniel Grinbank, quien les hizo saber que la mezcla de géneros musicales diferentes irían en detrimento del espectáculo y que la capacidad del Luna Park iba a resultar insuficiente.
Se prometió, acto seguido, organizar otro festival con los músicos más específicamente de rock. Grinbank se contacta con Alberto Ohanian y Piti para comienzos de mayo, y para el 10 ya se tiene organizada toda la infraestructura publicitaria del evento. Los canales, las radios y el afichaje. Este fue el que todos pudimos ver en las carteleras. En estos carteles no figuraban todos los artistas participantes, dado que los miembros de la organización no tenían todavía la nómina completa (Soulé, Fantasía, Beto Satragni, Litto, Spinetta, no figuraban en los carteles).
LA ORGANIZACION
Existía una idea original que consistía en realizar dos funciones en el estadio. Es decir 8.000 personas por función. Esta idea quedó, más tarde, en la nada. Aquí vienen los primeros problemas. Encontrar el lugar, habiendo ya fijado la fecha de realización (es decir: 16 de mayo). Las alternativas, al comienzo, fueron varias. Una de ellas decía que se llevaría a cabo enfrente de Obras, en la calle, y si llovía se harían esas dos funciones dentro del Estadio.
En el apuro se imprimen las entradas de dos funciones y se establece que el precio serían, pañuelos descartables, caramelos, cigarrillos y ropa de abrigo. El primer día que salen estas entradas a la venta se agotan totalmente. Los productores viendo la magnitud que iba a tomar el evento, deciden cambiar el lugar. Como podemos observar, a 4 días del festival, el lugar físico a ocupar no se tenía en claro. Bien, sigamos… Se realiza, entonces una reunión con autoridades gubernamentales, las que prometen todo el material o ayuda que sea necesaria (corte del tránsito, tablados provistos por la Municipalidad, personal de seguridad, etc.). El lugar ahora es: la calle. Udaondo (ubicada detrás del Estadio de River Plate). Esta nueva posibilidad se ve al poco rato descartada: los encargados de escenario (Oski Amante, Amilcar Gilabert, Miguel Scalise) consultan con la Municipalidad. La Municipalidad les informa que ho existe en el país un escenario con techo como el que fuera requerido. Tampoco tenían las vallas suficientes. Digamos que el material a proveerse no se proveyó. Las horas pasaban y los días también. Los productores deciden, entonces como lugar definitivo: la cancha de Rugbyyyyyyyy… (—claro, ¿cómo no se nos había ocurridooooo?—). Pero claro… AMTA proveerá la estructura del escenario y todas las vallas —Heyyyg, claro—, ¿dice otro. — – Sííí— aúlla otro. Obras se comprometió a darnos las maderas y van a cubrir el escenario con un techo — Claro, aparte me dijeron que piensan cubrir la cancha de hockey-— interrumpe un productor. —¿Cuánta gente calculás?—, —Bueno, estuvimos charlando y viendo que entrarían 61:000 personas y el resto podría estar en la calle. Sí, claro, pero para eso hay que mandar a imprimir más entradas—, —Totalmente, aparte los camiones del ejército, se van a encargar de llevar las bolsas con cosas que traiga la gente.
La cámara se va alejando poco a poco de esta escena. Ellos quedan discutiendo sobre, tales —y— tales puntos. Están tan sólo a 72 horas y nace un nuevo día. Ahora estamos en el viernes y vemos cómo se está armando el escenario. Alguien dice por ahí que el techo no sirve y que hay que cambiarlo, (Algo que después sucedería, a las 14 horas del domingo). Las tres productoras, a ésta altura, ya han comprometido a todos sus integrantes: plomos, sonidistas, asistentes, agentes de prensa, técnicos, etc. Llaman al León Milrud quien acepta. Llaman a Quaranta para las luces y deciden que los instrumentos de escenario sean los mismos para todos los grupos. Algo que ya había dado sus buenos resultados en La Falda ’82.
SEGURIDAD: UN CAPITULO APARTE
Para evitar los apretujones, los desmayos y demás, se exige la presencia a miembros de la Policía Federal de 250 hombres. Esta cantidad se ve reducida, más adelante, a 160 y finalmente a 18. Estos 18 agentes estaban ahí, paraditos en diagonal esperando las órdenes mientras 30.000 personas esperaban ahí afuera presionando las verjas, que finalmente, como era de esperar, cedieron. Una situación muy parecida a la historia de la “Rata Atrapada y el jabalí”, ¿no? Por supuesto la situación estaba tan al borde de la catástrofe que llegó a circular la versión que decía que muchos habían empezado a desconfiar de la “buena voluntad y predisposición” que juraran en un comienzo las autoridades. Se requirió entonces, por parte de las productoras, la presencia de un escribano público con el fin de suspender el concierto: a esta altura ya nadie quería asumir la responsabilidad de hacer este espectáculo en las áridas y frágiles condiciones de seguridad en las que se habían embaucado. Se había prometido “dar puerta” a las 12 del mediodía. Estaban ya sobre las tres de la tarde de un día espesamente nublado, con 40.000 pibes afuera y una voz (la de Conejo) por un altavoz pidiéndole a lá gente que se tranquilizara. Por supuesto que esto no funcionó, y así fue como, en un perique, esas 40.000 personas estaban ahora sentadas ahí, en esa canchita de plástico inflamable, que ni siquiera tenía ya el hule que se había prometido. Las dos ambulancias y el carro de bomberos tampoco aparecieron. Los desmayados —que fueron más de 30— eran atendidos a 300 mts. del escenario en un cuarto de control. Por supuesto, de intentar llegar a la ambulancia un herido grave no sé si lo haría con vida. Esta se encontraba estacionada en la puerta del Estadio.
LA TELEVISACION
Esta se iba a transmitir en directo, diferido para el Interior y Latinoamérica. En un comienzo iba a ser ATC la encargada de las cámaras y no Canal 9. Finalmente los integrantes del Canal 9 decidieron tomar las riendas dado que ATC ya tenía sobre sus espaldas las 24 horas de ese telethon titulado Fondo Patriótico Nacional. Los productores del evento exigieron que no hubiera cortes en la transmisión. Esto fue respetado por el canal el cual finalmente agregó una hora más de programación, algo que sirvió a los organizadores del encuentro para la participación de otros músicos que, como ya dijéramos, no habían intervenido en los afiches. Averiguamos también que una distraída acción como es la de dejar dos micrófonos abiertos al público durante todo el concierto incidió en el sonido emitido por T.V.
VARIOS
Para terminar con la datería sabemos que los Coca-Coleros reunieron alrededor de mil millones para engrosar lo ya recaudado en artículos por parte de los organizadores, y que la única interrupción de 20 minutos ocurrió terminado el set de Soulé & Molinari cuando la presión de la gente quebró una estructura de luces (la torre horizontal).
CONCLUSION
Existe entre la gente una creencia que es desde ya positiva— acerca de la apertura o dilatación de algunas tenazas que tanto han: marcado a la juventud argentina. El andamiaje del rock ha ingresado a un campo que hasta no hace tanto tiempo, se le tenía vedado: la televisión y demás medios de comunicación masivo (caso: revistas, diarios, etc) que ahora se “ocupan” de cubrir determinados eventos. Este hecho —algo que también podría entrar dentro de esta creencia— indirectamente hace patinar los engranajes censores, que hasta la fecha han trabajado en pos, por ejemplo, de cerrar un local (caso Music-Up, Auditorio Kraft) o de colmar la paciencia de los dueños de un recinto musical sembrando la paranoia entre los asistentes (caso Jazz & Pop, Melopea) a los conciertos. Pese a cargar con esa situación otros tantos boliches se han abierto para poder escuchar música. Lógicamente, la tranquilidad e intimidad no están garantizadas, pero…
Con este Festival se ha sabido demostrar, no sólo que no estamos distanciados ni indiferentes a los acontecimientos que vive la República, sino que hemos reafirmado la capital importancia cultural que guarda nuestro movimiento. Es probable que haya llegado la hora en la que podamos liberarnos de tantos prejuicios y ataduras. Es probable que haya llegado la hora de ANUNCIAR (y no “denunciar”) nuestra Historia, nuestra Música, todo lo que estuvimos haciendo en todos estos años. Es probable que haya llegado la hora en la que simplemente nos podamos cagar de risa en una esquina y no temblar de muerte.
EL CONCIERTO
Con respecto al concierto en sí, muy poco es lo que puedo contar de novedoso, ya que si no fuiste uno de los 60.000 asistentes, lo viste por TV o al menos lo escuchaste por radio.
Todo comenzó a las 5 de la tarde con un minuto de silencio en honor a los caídos en combate, interrumpido por un espontáneo “Viva la Patria – viva!” gritado por el público. Luego se cantó el himno con la mayoría de la gente levantando su mano con la “V” de la paz, creando un clima por demás elocuente.
El comienzo musical estuvo cargo del dúo Fantasía con, un par de temas, luego de los cuales subieron Ricardo Soulé (guitarra), Edelmiro Molinari (bajo), Rodolfo Gorosito (guitarra) y Alejandro Pensa (batería) para interpretar buen rock y blues. Paralelamente se registraron algunos incidentes por el deseo del público de acercarse al escenario. Superados los mismos, aparecieron Miguel Cantilo y Jorge Durietz interpretando “Contrecrisis” y “Lá gente del futuro”. Nuevamente le tocó el turno al rock’n ‘roll, esta vez de la mano de Dulces 16, quienes arrancaron con “Para bailar rock’n’roll”. La primera sorpresa del festival se dio cuando, luego de ejecutar otro tema, Gustavo Pérez anunció que iba a darle su guitarra a un músico invitado. Ante la euforia del público apareció Pappo quien junto a los Dulces, ofreció una poderosa versión de su recordado “Fiesta cervezal”. El próximo en subir fue Rubén Rada con su grupo, quienes se destacaron con “Malísimo” y “Montevideo”, los dos temas más celebrados del músico uruguayo. El próximo turno le tocó a Oscar Moro y a otro uruguayo, Beto Satragni. Juntos, y acompañados por Claudio Pensavento en teclados, Osvaldo Cuenze en percusión y Ricardo Mollo en guitarra, estrenaron dos temas del LP que tienen planeado editar: “Nube marrón” y “Pensando en el tiempo”. Litto Nebbia, el siguiente artista, también estrenó un tema (“Nueva zamba para mi tierra”) y se despidió con “Sólo se trata de vivir”. Nebbia fue, además, uno de los más aplaudidos. Otro grupo que brindó una destacada actuación fue Tantor, con mucha polenta y buen jazz-rock. Una nueva ovación acompañó la aparición de Luis Alberto Spinetta. Antes de tocar pidió un aplauso para Javier Martínez, ideador original —aunque no ligado en ningún aspecto— de este festival. Acompañado de los teclados de Rapoport y Sujatovich, Spinetta dio una vez más muestra de su incuestionable talento a través de tres temas “Umbral”, “Barro tal vez”; y “Ella también”.
A partir de allí comenzó.una hábil combinación: de músicos, quienes ejecutaron un significativo repertorio.
Eran las 8 de la noche cuando subió Nito Mestre. Muy aplaudido, interpretó sus festejados “Distinto Tiempo” y “Hoy tiré viejas hojas”, este último acompañado por Juan Carlos Fontana en teclados. El público comenzó a pedir la presencia de Charly García, pero los reclamos fueron reemplazados por una nueva ovación al aparecer León Gieco sobre el escenario: Nito y León interpretaron “La colina de la vida” [¿es el único tema que saben tocar juntos?) luego de lo cual quedó Gieco solo con una vibrante versión de “Sólo le pido a Dios”, cantada junto al público y haciendo hincapié en la estrofa que habla de la guerra. Uno de los climas más impresionantes fue dado por el público que estaba ubicado en el costado izquierdo del campo, portando velas encendidas durante este tema. Gieco invitó al acordeonista Antonio Tarragó Ros para que lo acompañe en un par de chamamés. El músico correntino dejó su lugar luego a Raúl Porchetto, quien cantó junto a Gieco su tema “En el fondo del cielo”. Por fin apareció Charly García, y con él David Lebón y Alfredo Toth. El festival tuvo uno de sus puntos más altos con el siguiente: tema: una versión Porchetto-García-Lebón-Toth de “Sentado en el umbral de Dios”. Quedaron luego García y Lebón solos con una buena versión de “San Francisco y el lobo”, seguida de la no tan feliz “Música del alma”.
El final fue inolvidable: PorSuiGieco con Lebón interpretando “Algo de paz” y “Rasguña las piedras”; con el público cantando —esta vez sí— de pie.
R.P. y M. Gasió
Fotos: Daniel Caggiao y María Martínez