Javier Martínez, reconocido baterista, cantante y letrista de la legendaria banda Manal, falleció a los 78 años en una clínica de Buenos Aires. La triste noticia fue confirmada por su hermana, Dora Alicia Martínez Suarez, a través de su cuenta de Facebook.
Un jardín y mis amigos
no se puede comparar
con el ruido infernal
de esta guerra de ambición
para triunfar y conseguir
dinero, nada más
sin tiempo de mirar
un jardín bajo el sol
antes de morir.
Una casa con diez pinos, Manal, 1970
Martínez, una figura emblemática del rock argentino, dejó un legado imborrable en la música del país. Conocido tanto por su talento artístico como por su personalidad controvertida, el músico marcó una era en la escena musical nacional.
Nacido el 18 de marzo de 1946 en Berazategue, al sur del Gran Buenos Aires, Javier creció en un ambiente musical gracias a la influencia de su padre, un amante del teatro y la música. Desde temprana edad, estuvo inmerso en el mundo del arte y la cultura, desarrollando su pasión por la música.
En 1964, Martínez se unió a la cofradía de jóvenes que frecuentaba La Cueva, un local mítico que se convirtió en una de las cunas del rock argentino. Allí, junto a otros músicos como Moris, Alejandro Medina y Litto Nebbia, comenzó a gestarse el movimiento que revolucionaría la música en el país.
En 1970 fundó Manal junto a Claudio Gabis y Alejandro Medina, lanzando su álbum debut homónimo, que fue considerado por la crítica como uno de los pilares del rock argentino. Temas como “Avellaneda Blues”, “Porque hoy nací” y “Jugo de tomate” se convirtieron en clásicos instantáneos y marcaron una nueva era en la música nacional.
A lo largo de su carrera, Martínez continuó siendo una figura influyente en la escena musical, inspirando a generaciones de músicos con su estilo único y su enfoque visionario. A pesar de los altibajos y las disputas internas en Manal, su legado perduró y su influencia se hizo sentir en artistas posteriores como el Indio Solari y Gustavo Chizzo Nápoli, de La Renga, quienes expresaron su admiración por su obra.
Hasta sus últimos días, Martínez seguía activo en la música, presentándose en pubs y salas pequeñas los fines de semana. Su pasión por la lectura y su voracidad intelectual lo distinguían como un músico fuera de lo común, siempre buscando enriquecer su mente y su arte.