La Chilinga, Resistencia Suburbana, Monos en Bolas, La Zurda y Zaratustra, todos juntos en Hangar.
Las crónicas dirían: en un sorpresivo acto de oposición, un grupo de piqueteros armados de tambores cortaron el 50% de la Avenida Rivadavia a la altura del barrio de Liniers, a las 5:00 del domingo sorprendiendo con esta protesta a…”
Pero nada de esto sería verdad. A las 23:00 comenzó a sonar la primera banda de este festival, Zaratustra. Proveniente de Ramos Mejía, este combo de siete integrantes supo como calentar el ambiente y no les pesó para nada la apertura. Rock y reggae para un emocionado final del cantante, quien no dejó de exteriorizarlo en los agradecimientos. A no perder el hilo, que pronto habrá más noticias de ellos.
Ah, zurditos pusilánimes, y sí… La Zurda subió y propuso rock latino, reggae y cumbia norteña para el baile colectivo. Excelente manejo de tiempos, escenografía (se destaca la participación de marionetas vivientes que juegan entre el público) y un cantante firme y polifuncional. Por él pasa la voz, el charango, la trompeta, la armónica y una guitarra acústica, secundado por un muy buen coro y una base prolija. Para tener en cuenta el próximo 8 de marzo sale el disco nuevo, hagan cola en las bateas.
Caliente el ambiente estaba. Hacia calor, las bandas sonaban, pero tampoco era para ponerse en bolas y menos si son monos. Es notable lo que creció esta banda en los últimos tiempos y vale remarcar la evolución artística, escénica y musical. Un show sólido, acorde a la situación y justificando perfectamente los pergaminos logrados en su gira veraniega por la costa nacional. Desde abajo con banderas y bengalas, los auténticos monillos se hicieron escuchar a la hora del aguante. Felicitaciones al plomo, por el baile de murga final.
Resistiré, pero sin Echarri y compañía. En este caso el protagonista de esta Resistencia Suburbana es el negro que detrás de los lentes negros deja bien claro que lo suyo es el reggae, las letras sociales y la legalización de la marihuana. Con algunos problemitas de sonido se desplegaron en un set parejo con puntos interesantes como “Resistencia”, la canción al Che, y el cierre del show con un clásico de Bob Marley, en castellano, para que entendamos lo que nos decía este guía espiritual de la banda.
Desde arriba del escenario arranca un piquete percusivo y en cuanto La Chilinga subió, se empezaron a escuchar las voces de aprobación. Un show que tuvo muchos problemas de sonido, lamentablemente, pero que mostró una propuesta de rock rioplatense que hacía falta en la escena local.
La comparaciones son odiosas pero inevitables, por lo menos para algunas camisetas que daban vueltas por Hangar. Pero la oferta es otra, es diferente por los cinco percusionistas, entre ellos Melena que aporta con coros femeninos. Pol Neimann en una posición distinta, 2º guitarra y voz, y una base compacta a partir de Dani Buira hacen de esta nueva invitación una linda promesa de aires de renovación y cambio.
¿Y los tambores?, preguntaron aquellos que no les alcanzaba con lo visto en las tablas, pero para tranquilidad de la chilingada, llegó a continuación. Porque son la aplanadora de percusión, difícil de comentar para aquellos que no lo hayan escuchado. Hay que vivirlo, hay que sentir cada parche pegando en el pecho para explicar esto. Para no defraudar a nadie, Buira y su comitiva se bajaron del tablado uniéndose a los 14 tambores que sonaban en el piso del lugar.
Seis temas dentro de Hangar y chau, cierren las puertas que nosotros nos vamos a tocar afuera. Y así fue: se cortó la mitad de la Av. Rivadavia y siguió el baile al ritmo del candombe y del afro. Los colectivos y los autos miraban sin entender. No importaba, no había tiempo de explicar. Es necesario bailar, porque los tambores siguen sonando. Simplemente demoledor.