Terminó la sexta edición del Cosquín Rock y como siempre quedó mucha tela por cortar. Peleas, homenajes, berrinches, críticas y alabanzas, combinación innegable para el festival más importante del verano.
Dicen que todo comenzó un día sábado, en el que la banda que más veces le
dijo NO al festival finalmente se presentó «fuera de programa». La Renga
llegaba a San Rock-e con día aparte y co-organizaba su propio festival:
larga lista de invitados, un número importante antes que ellos y el cierre
final a todas luces.
Los de Mataderos mostraron un show fiel a su estilo, aprovechando las
estructuras ya montadas del festival que se avecinaba. Según el gordo Gaby,
manager de la banda, unas 18 mil entradas cortadas; según el ojo humano: un
batallón de seguidores que fácilmente igualó la convocatoria en el Chateau
cuando presentaron su «Detonador de Sueños».
Limpiaron los vasitos de polietileno expandido, acomodaron la alfombra, la
lluvia ayudó a asentar el suelo y otra vez a abrir las puertas. El miércoles
serían los hijos de padres divorciados los que tendrían su lugar en la
Comuna, ya que Skay reviviría el culto a Los Redondos y la ilusión de «que
se vuelvan a juntar».
Fue la noche en la que el Club de Tobi tuvo el público ideal, Dancing Mood
demostró que es la gran big band del reggae argento y Xeito Novo se dio el
lujo de acompañar al gran guitarrista en el escenario principal. También fue
el día que muchos comenzaron a preguntarse como harían para sobrevivir al
calor en un predio donde los únicos tres árboles en pie no alcanzarían para
evitar la insolación.
¿Quién dijo que el rock no tiene aguante? El punk, por lo menos, sí. En la
noche más floja del festival, unos cientos de corajudos se apersonaron
frente al escenario temático desde las 16:00. Topos trajo la memoria de
Ricky, Los Bastarddos hicieron el regreso de los muertos vivos (porque nadie
sabía si la banda seguía o no, ya que no tocan en vivo por disposición de su
sello a menos que los invite Attaque 77), Nativo se le animó a los muchachos
de cresta, 250 Centavos criticó la falta de agite de quienes solo «vienen a
ver las bandas grosas», Cadena Perpetua tocó un poco más de su punk liviano
y Violadores mostró que 20 años pesan y mucho sobre su espalda. La
convocatoria fue de 2 Minutos, la banda que más hoteles destruyó en La
Docta: «hay algunos a los que ya no nos quieren dejar entrar, decís 2
Minutos y el conserje grita», bromeaba el Mosca.
Fue el Cosquín que le regaló el cierre a la banda menos pensada (La 25),
teniendo a Rata Blanca, Gieco y Kapanga listos para explotar. Y hablando de
los señores de Quilmes, esta vez no solo hicieron matar de risa a todos sino
que también fueron el centro de la fiesta: todos hablaron de su disgusto con
Árbol pero ¿alguien se percató de que fueron los únicos que se animaron a
retar públicamente a Charly García? Como dirían los de El Tri, ¡Huevos!
Hablando del gran maestro, García finalmente no llegó a Cosquín. Quería
estar en el tributo a Pappo pero no fue a los ensayos por lo cual quedó
fuera del punto más trascendental del evento. Tampoco tocó con León como se
pensaba y definitivamente no se apareció por San Roque. Según Palazzo,
productor del evento, no había ánimos de lidiar con sus caprichos pero las
malas lenguas murmuraban que el «Rey del Universo» tendría nuevo manager, y
del bando contrario.
El viernes muchos hubieran querido bajar a cascotazos el sol, que no dejaba
de tostar a los curtidos fanáticos que llegaban temprano al predio. Un
promedio de 40 grados de sensación térmica deshidrataba los bolsillos de los
chicos que, sin otra alternativa, debían pagar $3 por un vaso de agua. Un
despropósito si tenemos en cuenta que no había agua potable dentro del
precio.
«Estamos en el desierto», bromeaba un espectador mientras miraba con deseo
las gotas de sudor que corrían por su frente. Con tanto sponsor bebible,
desde la gaseosa que va de frente pasando por la cerveza que aplaude al
verano hasta el fernet más famoso, no se comprende la necesidad de desplumar
a los muchachos que pagaron $35 su entrada. Un punto más que flaco, porque
caro es previsible, pero $8 por un vasito «tamaño cumpleaños» de fernet es
otro despropósito.
Sobre el escenario pasaron muchas caras conocidas, dando forma a la que fue
quizás la mejor noche del evento. Un poco de reggae por aquí, mucho reggae
por allá. Los Natas en su mejor momento, Karamelo Santo con la fiesta de
siempre, Carajo exorcizando los espíritus, El Tri arengando a «la raza de la
tierra del fernet y los cuartetos», Los Cafres cerrando el escenario
temático de la mejor manera y las chicas de Lucila Cuevas representando el
fem-rock local.
La nota la dio Intoxicados, después de que le cortaran el sonido a Cristian
Aldana de El Otro Yo, Pity demostró que a él nadie le dice cuando
desenchufarse. Tocó el último tema, volvió para despedirse fuera de tiempo y
tocó tres canciones más.
Mientras la prensa vip tomaba un trago tranquila en el bar de los músicos,
el grueso de los comunicadores se peleaba por un hielo que amenizara el
calor en la carpa montada para las conferencias que algunos artistas
brindaron. Otra vez las diferencias, algo por demás irritante. Pero por
suerte, había en el escenario algo más interesante que la cerveza oficial:
Estelares tocaba en el principal (más tarde repetiría en el top line).
Un aplauso a las chicas que se atreven a ponerse las lentejuelas y los
brillos para presenciar la noche glamorosa, a pesar del calor que derretía
su maquillaje. Turf comenzó con la catarata de hits (el detalle: las botas
«para la lluvia» del cantante), Miranda! entre silbidos hizo una de las
actuaciones más brillantes del festival y Babasonicos le dio el golpe de
gracia a la noche.
Las perlitas del sábado fueron los Virus una vez más sobre las tablas,
Catupecu Machu en un extensísimo show y Árbol echándole leña al fuego a la
pelea con Kapanga. Es que los chicos de Haedo le dedicaron Rosita y
Prejuicios a sus ¿ex? amigos, les dieron clases de cómo tocar los
instrumentos, los trataron de mafiosos y vender mozarella adulterada,
además de informarle al público que hacen cuarteto trucho.
Pero la noche que pasará a la historia será la del domingo. Por un lado el
escenario temático era para el heavy, por el otro Ratones Paranoicos cerraba
el principal. Pasaron desapercibidos los insultos que el verborrágico
Ricardo Dorio hacia Brujería (subió preguntando si habían bajado la bandera
de «Talia» y los invitó a retirarse del país), Cielo Razzo demostró que está
en alza el día en que pocos le prestarían atención y Attaque 77 (aunque muy
esperado) podría haberse quedado en el Hotel cinco estrellas que solicitaron
porque todos esperaban un solo momento: El Tributo a Pappo.
Con artistas invitados de la talla de Celeste Carballo y la banda estable de
Pappo con Botafogo y Luciano Napolitano a la cabeza; repasaron algunas de
las obras más recordadas del Carpo. Su guitarra, la misma con la que tocó
con B.B. King, precediendo la ceremonia como si su esencia hubiera quedado
atrapada entre las cuerdas. Un grupo de motoqueros estuvieron presentes y la
emoción de verlo en pantallas gigantes perforó los huesos de los miles de
espectadores. Quizás el quiebre se produjo cuando acompañando los cánticos
de ocasión los parlantes reprodujeron un solo de guitarra interpretado por
Norberto Napolitano. Esa noche lo más importante era tributar a un grande,
el maestro de la guitarra.
En conferencia de prensa, José Palazzo le puso siete puntos a este Cosquín
Rock. Bastante atinada la puntuación, ya que faltaron algunas cosas,
enumeremos. En lo que a bandas se refiere Divididos, Fito Páez, Los Piojos,
Charly, Spinetta y números internacionales de los que mucho se habló y
finalmente no llegaron, son algunos de los ausentes. En cuanto a baños se
mejoró mucho, pero por favor canillas de agua para la próxima. Tampoco
existió el anunciado espacio de recreación o de descanso, del cual solo se
vieron los postes enterrados en la arena.
Sobre el transporte, conseguir un colectivo hacia Córdoba era una verdadera
odisea ya que no dieron abasto para trasportar a la gente. Los camping,
kioscos y despensas aprovecharon para «hacer la temporada» con precios
inflados hasta un 100 por 100. En materia de seguridad se puede decir que se
aprobó con 8 y la carpa del Electro Rock no fue una experiencia exitosa.
Los vip fueron más para invitados que compradores de ticket, dado que su
costo era muy elevado ($150). En materia de sonido, no tuvo la misma
claridad que la anterior edición, dado que por momentos se entremezclaban
las bandas. El escenario para bandas under funcionó alentadoramente bien,
demostrando que todavía hay lugar para un rock menos contaminado por el
marketing. Aunque justamente fueron algunos de estos grupos los que tuvieron
problemas para ingresar como espectadores al predio las últimas dos noches,
ya que sus credenciales carecían de valor…media pila muchachos!, esas
bandas son las que se pagan con mucho esfuerzo desde el traslado hasta la
estadía para tocar en el festival.
Por último, algunos recordarán la telenovela iniciada a mediados del 2004,
cuando finalmente Cosquín Rock dejó de hacerse en Cosquín. Bueno, para este
año se habló de que compartirían el nombre del evento, sumando las dos
fechas en la Próspero Molina. Pero finalmente no ocurrió tal cosa y los que
fueron enemigos en el 2005 se hicieron amigos en el 2006. Una vez más, perro
que ladra no muerde, y el 80% de las bandas que estuvieron en el Siempre
Rock (insultando por lo bajo al Cosquín) se subieron al escenario montado en
la montaña. Y es que el rock, hermanos, también por la plata baila.
Terminó Cosquín Rock, ya los cuerpos descansan serenos en sus respectivas
camas. El 2007 nos volverá a reunir…y la historia continuará una vez más.