León Gieco, Attaque y Arbol sobresalieron en la segunda jornada de un festival excesivamente custodiado.
La segunda fecha del Gesell Rock tuvo un marco notoriamente distinto al de la primera noche. Principalmente porque el público, seducido por una grilla conformada por grupos conocidos, llegó más temprano al Autocine. Para cuando este cronista entró al lugar, a las ocho de la noche, ya se habían presentado En el nombre del padre, Cabezones, Karamelo Santo, Massacre y Carajo; en ese momento el escenario estaba ocupado por cinco figuras vestidas de blanco que le pedían a la audiencia que abra una franja para bailar y hacer pogo; eran los Santaolalla´s boys. Se escuchaba una escatológica canción llamada «Vomitando flores». Más tarde, como vienen haciendo hace un tiempo en los recitales, le pidieron al público (a esa altura unas siete mil personas) que los ayude con una coreografía: «ahora se agachan todos y después saltamos para el estribillo». Entonces la mayoría de los presentes les hizo caso, agachándose y elevándose cuando los cantantes de Árbol se lo pedían… tienen un carisma tan grande para convencer púberes que sí Panam estuviera al tanto los contrataría como productores de sus shows. Cerraron con la ya algo trillada versión coral de «Ji-ji-ji» que no pudo ser terminada como el grupo quería. Habían planeado que en el final de la canción iban a subir invitados, pero algunos músicos de Karamelo y Cabezones habían sido expulsados violentamente de los camarines y no pudieron ser de la partida. Solamente pudo subir Wallas de Massacre, Goy de Karamelo y alguno más; cuando el manager de Árbol intentó reclamar, fue tomado del cuello… una mancha para una organización bastante eficiente.
El siguiente número de la noche fue el del músico aclamado por sus fans como «lo más grande del heavy nacional»: Ricardo Iorio & Almafuerte le aportaron al festival su rock cuadrado, contundente y de musculosas negras… qué potencia!!! Iorio, con una tonada campesina muy creíble (y cómica), presentó al grupo como «los obesos de San Justo». Después dijo «nuestros padres no eran músicos; pero acá estamos, cumpliendo nuestro sueño» y abrieron con «Almafuerte», a la que le siguieron otras declaraciones de principios como «A vos amigo», «Todo es en vano, si no hay amor», «Sirva otra vuelta pulpero», «Yo traigo la semilla», «Con rumbo al habra» y demás canciones de sus últimos cuatro discos. Entre tema y tema Iorio repetía que ellos no eran putos y dedicó las canciones a «los tragaleche que dicen que soy fascista»… hizo una pequeña referencia a Cromañon, pero no fue muy clara (algo tipo «para los padres que no les pegaron un bife a tiempo a sus hijos y ahora los tienen que ir a buscar a la morgue»). Durante este show se escucharon los únicos solos de guitarra (casi) de la noche, de la mano del talentoso Tano Marciello. El cierre de su actuación fue con el clásico de Hermética «Tu eres su seguridad».
Cuando El Otro Yo subió al escenario se habían retirado de las primeras filas las hordas de remeras negras y aparecieron niños/as alternativos para berrear con las sensibles composiciones de la escudería Aldana. No fue un recital más, ya que todavía esta fresca la salida del tecladista Ezequiel Araujo (llevan menos de cinco shows sin él; sumaron un guitarrista) y además este fue su segundo recital desde la edición de «Espejismos». Las canciones sonaron frescas y radiantes. Abrieron con «Nuevo Orden» y «Pecadores» y de su flamante nuevo disco también ejecutaron «Compañeros de ruta», «Autodestrucción», «Ola Salvaje», «Viaje de luz», «Licuadora mutiladora» y «Ola salvaje». Incluyeron en su set algunos clásicos como la libidinosa «La tetona», esa soberbia composición sobre la pobreza infantil llamada «Calles», la tristísima «Alegría» («…los chicos cantan en el funeral…») y el himno eléctrico «No me importa morir». Para los bises quedaron la reciente y generacional «Mascota del sistema» y una vibrante versión de «69».
Alrededor de las once, los músicos de Attaque 77 subieron a las tablas y se apiñaron frente al escenario miles de jóvenes, sobre todo mujeres. Entre las primeras combinaciones pasaron «Otras canciones», con el popurrí que va de Soda a Los Redondos pasando por Annie Lennox, y los clásicos «El cielo puede esperar» y «Angeles caídos». También sonaron muy bien «Ojos de Perro» (cantada por Mariano), la balada power hit «Arrancacorazones» y «Ska del éxodo» (con la presencia de los vientos de Rey Gurú y la percusionista Andrea Alvarez). Attaque fue el único grupo que aprovechó las pantallas para acompañar sus canciones con imágenes: «Western», «Barreda´s way» y «Neo Satan» fueron algunas de las que tuvieron complemento visual (la última con un dibujo del innombrable ex presidente). Fue un show de alto nivel, extenso, entretenido y ajustado donde el pico talvez haya sido «Surfeando en el soretero», que menciona en la letra a «Villa Gesell… rollin stone»).
El cierre de la jornada quedó en manos de León Gieco y su banda, integrada por un guitarrista (a veces dos), un tecladista-compositor, baterista (ubicado al fondo y a la izquierda, en vez de la clásica posición atrás y al medio) y un bajista. Gieco estaba vestido con rompevientos negro, gorra al tono y lentes grandes que le cubrían buena parte de la cara. Además usó micrófono inalámbrico, lo que favorecía su desplazamiento por el escenario. La primera canción fue «Cachito, el campeón de Corrientes» a la que le siguió otro chamamé, «A mi Corrientes porá». El cantante explicó que esta elección tuvo que ver los veinte años que se cumplen en 2005 de la gira «De Ushuaia a la Quiaca» (exhaustiva recopilación cultural realizada por León y Gustavo Santaolalla). Después también sonaron el ocurrente trabalenguas «Ojo con los Orozco», ese rap-folk-tumbero titulado «Bandidos rurales», la ecuánime «De igual a igual» y la canción que compuso para que se use de cortina en «La biblia y el calefón». Para «Pensar en nada» y «La rata Laly» invitó al escenario a Sandra Vásquez, una joven y agraciada armoniquista que cosechó meritorios aplausos tras su paso por las tablas. «La colina de la vida» fue interpretada por León y Ciro Pertusi, quién parecía no recordar la letra y se limitó a cantar el estribillo (y eso que fue incluida en Amateur, 2002). El cierre, como siempre, fue con «Sólo le pido a Dios», que sumó en la dedicatoria que enumera a agrupaciones necesitadas de justicia, a las víctimas de Cromañon y sus familiares.