1994 fue un año particular para el punk rock. Los Ramones celebraban 20 años de carrera, mientras se encaminaban al fin de la misma. Al mismo tiempo, en Estados Unidos surgía una nueva ola con bandas como Green Day, The Offspring, Rancid y NoFx. En la Argentina, con Carlos Menem cumpliendo su primer mandato al frente del Gobierno, van a aparecer discos fundamentales. Por una lado la línea barrial, de la mano de Flema y Dos Minutos; y –un poco más adelante-, una diversidad mayor en bandas como Cadena Perpetua o Superuva.
«Valentín Alsina», 2 Minutos (1994)
Cuando Dos Minutos asomó la cabeza en el mundo del rock fue atacado porque muchos consideraban que era una lumpenización del punk. En la vereda de enfrente surgían bandas como Viejas Locas y comenzaba a gestarse lo que luego sería llamado rock barrial, que para los críticos era una degradación de lo que habían sido las bandas de rock de los ’80s.
Sin embargo, «Valentín Alsina» mandó a cagar cualquier prejuicio y se convirtió en un disco trascendental para el punk y el rock nacional. La canción que da nombre al disco tal vez sea la mejor explicación de lo que Dos Minutos vino a reflejar: la cotidianeidad de un barrio obrero del conurbano bonaerense en medio de un país que –una vez más- se hundía en una crisis económica y social.
Esas pinturas de realidad social que son «Novedades» («Prendo la tele y lo único que veo: a los jubilados peleando sus derechos») y «Vos no confiaste» («Vos no confiaste y te fuiste del país a buscar un futuro inmediato y mucho mejor»), quedaron eclipsados por la arenga cervecera.
Sin el estilo marcado del primer disco de Doble Fuerza, «Valentín Alsina» es la versión Lanús del street punk. Entonces aparecen «Arrebato», «Pelea callejera» y «Barricada». Las etílicas «Canción de amor» y «Demasiado tarde» dan cuenta de actividades casi institucionalizadas en ese entonces: la del grupo de amigos que paraba en la esquina a tomar cerveza, y la de la policía molestándolos.
Si la guerra de Malvinas es un tema recurrente en el cancionero punk, Dos Minutos encontró la manera de hablar de la guerra sin hablar de la guerra, y lo hizo con sus herramientas: dibujar una imagen fácil de imaginar como la de una chica, una plaza, una petaca de ginebra Bols y un trágico desenlace.
Finalmente, la canción que hizo que la banda se convirtiera en algo realmente popular: «Ya no sos igual». Pura velocidad para cantar contra la policía, pero también para contar una historia de amistad y traición, de valores o códigos rotos.
Con simpleza y contundencia, Dos Minutos inició su carrera discográfica desde Valentín Alsina al mundo, para meterse en la historia grande del rock nacional.
«El exceso y/o abuso de drogas y alcohol es perjudicial para tu salud… ¡Cuidate, nadie lo hará por vos!», Flema (1994)
Este lugar podría ser ocupado por «Si el placer es un pecado… bienvenidos al infierno», que muestra una banda más consolidada, o «Vida Espinosa», la obra cumbre de Ricky, pero es «El exceso…» el disco que convirtió a Flema en un referente ineludible del punk nacional.
El nombre del disco ya es de por sí una declaración: la burla al slogan de las campañas de prevención de adicciones. La banda ya había avisado en «Si yo soy así» que las drogas y el alcohol no tenían nada que ver con su forma de ser. Y «El exceso…» abre con dos canciones dedicadas a dichas sustancias «El blanco cristal» y «Tanto tiempo».
Si Dos Minutos se convertiría en el referente cervecero, las constantes referencias a la cocaína harían de Flema una banda ligada a la droga. Esta relación está contada por Ricky en su excelente disco solista. Pero «El exceso…» y Flema fueron más que un racconto de adicciones. El disco muestra versatilidad en los climas para pasar de temas densos sonoramente como «Cáncer» y «El sueño americano» a canciones más livianas como «Chicas judías» y «Me tengo que ir».
Santiago Rossi dejó su marca en letras como «Lejos de tu casa», «Hombre vicioso» y «Solo un juego más». Y junto con Ricky escribieron una canción que tranquilamente puede ser considerado el «Smell like teen spirit» argentino: «Metamorfosis adolescente». Un temazo de punta a punta: riff de guitarra potente, melodía, y una letra tremendamente punk. «Yo no tengo futuro, yo no quiero envejecer. Revolver, suicidio, la sangre comienza a correr».
Flema fue un referente para bandas y miles de pibes que vieron en Ricky una figura emblema del hazlo tú mismo: un timbre casi insoportable para un cantante que no le impidió ser un gran frontman, salido de un barrio del conurbano y que nunca detuvo su creatividad, fuera con Flema, Flemita, tributando a Embajada Boliviana o con su disco solista. La banda vive. Y su legado, también.
«Buscando salidas», Cadena Perpetua (1997)
Podría haber sido «Largas noches» el elegido, que popularizó a la banda, pero éste no podría haber existido sin un antecesor como «Buscando salidas». Lo que se dice, realmente, un aire fresco para la escena punk local.
Admirador de las letras de Evaristo Páramos, Hernán Vala Valente, iba a atacar desde la lírica a viejos enemigos del punk: los militares, la Iglesia, el sistema educativo, la política. Pero también iban a aparecer el abandono de los jubilados, la bulimia y la anorexia, y la violencia doméstica; temas vigentes hasta hoy, pero que por entonces no eran parte de las historias del punk.
En medio del punk de cerveza y esquina que proponían Flema y Dos Minutos, y mientras Attaque 77 comenzaba su viaje interior con «Un día perfecto»; Cadena Perpetua ofreció al público un mensaje crítico y directo contra la realidad, pero un poco más progre. Así fueron capaces de combinar en un mismo disco un texto de Eduardo Galeano («El sistema/1»), y hacer prácticamente propio un tema como «Ángel del pasado», cuya autoría –para sorpresa de muchos-, corresponde a Ignacio Copani.
Con el ingreso de Damián Chino Biscotti en la batería, la banda terminó de convertirse en la aplanadora del punkrock: velocidad, cortes, arreglos y una potencia en vivo que hasta el día de hoy contagia energía y hace que en los shows no hagan falta muchas palabras: hablan las canciones y la música.
Cadena Perpetua supo consolidar un público que los acompaña en su búsqueda –con altibajos- de nuevas formas para su música. Son de las pocas bandas de punk que alcanzaron escenarios importantes como Obras Sanitarias y el Luna Park, y cada vez que lo hicieron se encargaron de agradecer al público y las bandas que lo hicieron posible.
«Buscando salidas» fue una apertura del punk argentino hacia nuevas formas de dar un mensaje e intentar despertar a una juventud agobiada por el vaciamiento cultural del menemismo, y Cadena Pepetua es, tal vez, una de las últimas grandes bandas que dio la escena.
«Un poco de lío», Superuva (1995)
Superuva es sin dudas una banda totalmente distinta dentro de la escena del punk nacional, y la salida de su primer disco, «Un poco de lío», no podía pasar desapercibida.
El rock punkito, como llamaron a su estilo, no venía ya con esa carga de punk duro o recio, sino que le bajó un par de puntos a la distorsión. Pero el gran distintivo de la banda liderada por Checha son sus letras. Agudas, ácidas, absurdas, delirantes. Éstos y otros adjetivos que quieran usar para definirlas son válidos. Pero un error que se comete es pensar que por ser divertida, Superuva es una banda que no habló de la realidad que la rodeaba. Y «Un poco de lío» es una muestra de eso.
«Churrasco violento» fue el primer hit de la banda: velocidad, una guitarra rockera y hasta arreglos de piano para darle lugar a un estribillo tan delirante como pegadizo.
En 1995 -año de salida del disco y de la reelección de Carlos Menem en la presidencia del país- la desocupación llegaba al 18,4%. Aunque la música sonara simpática, «La canasta familiar» hablaba del drama de miles de familias.
«Con mi guitarra mataré a tu mamá» y «No te vayas gorda» pueden entrar en el listado de temas que la revolución feminista y la deconstrucción del rock dejen a un lado.
La capacidad de Superuva de hacer canciones con (casi) cualquier cosa se refleja en «Aftosa» («Complicadas situaciones tras la enfermedad, prevenir la aftosa involucra seriedad»), y «Mascotas», con referencia incluida al trágico zoológico de Cutini.
Nada más punk que burlarse del propio punk, o del rock. Y eso hace la banda en «Remeras rockeras»: «Todos los chicos tienen remeras rockeras, yo solo tengo una remera toda negra. Desesperado voy buscando en las vidrieras». Si el humor esconde una crítica a la realidad, para Superuva ser punk es más que una remera o una moda.
Ganaron su lugar entre las bandas clásicas del género, y hasta el día de hoy trabajan para seguir haciendo música. Superuva, el movimiento punk, y sus familiares, merecen justicia por Juan Ledesma.
«Soñando locuras», Embajada Boliviana (2000)
En una tierra prolífica para el rock argentino como es la capital bonaerense, era de esperar que desde La Plata apareciera una banda punk capaz de conquistar los escenarios porteños.
La historia de Embajada Boliviana tiene varios hitos, incluido un fugaz paso de Dee Dee Ramone por su formación, un parate de diez años, regreso, un nuevo parate por la salud de su cantante; y uno fundamental: la separación luego de la salida de su primer CD, «Soñando locuras», en el 2000.
La ausencia de la banda sirvió para alimentar el mito, el culto a un puñado de canciones que contaban con la manija de referentes del género como Ricky Espinosa. La propuesta de la banda le dio una vuelta de rosca al punk ramonero, para animarse a arreglar canciones con guitarras criollas y melodías que se abrazaban a la nostalgia. Embajada Boliviana no necesitó de tempos veloces ni letras abiertamente políticas para ganarse el respeto del público.
Las letras habían sido cultivadas durante una década menemista que marchaba al estallido social y cantar «No tengo nada» describía el no futuro de la juventud del conurbano, y del país.
«Soñando locuras» es un disco que cuenta historias: la de una vecina que pierde un amor («Ella está loca»), la del ex combatiente que vuelve de Malvinas («Memorias de la guerra»), la de dos amigos que viajan con marihuana («Pedro y Juan»), y las de varios amores fallidos. Quizás uno de los grandes méritos de la banda haya sido poder hacer temas crudos como «Un montón» y «Qué le voy a hacer» sin tener miedo de abrirse de lleno a la canción. Así, «Alguien como yo», «Pateando basura» y «Pobre corazón» nos regalan melodías incapaces de envejecer.