En esta entrevista de la Revista Pelo de finales de 1989, Diego Frenkel y Christian Basso presentaban a su banda, La Portuaria, que tenía su primer álbum listo para ser editado. Inevitablemente, tenían que explicar también qué era el world music.
La Portuaria: espíritu de viajeros
Rescate de una nota publicada en la Revista Pelo Nº354 de noviembre 1989.
La Portuaria no hace ska, ni reggae, ni pop, ni rockanrol!… Para hablar de ellos hay que hablar de lambada, sapucay, chamamé y otros ritmos latinos conjugados con rock, lo que da como resultado el worldbeat. ¿Qué? El worldbeat o música global, o mundial, como se desee… Pero ¿cómo es en realidad esta música de La Portuaria? Es un ritmo que hace pensar en escenarios tropicales, colores caribeños y danzas rituales centroamericanas… Esta vez, más que nunca, definir un estilo es un desafío, porque la propuesta de este grupo intenta ser mucho más que música y nada más.
Para tratar de definirla, se intercambian vocablos tales como investigación, raíces, ritmos y frases como espíritu viajero, raíces españolas, brasileñas y africanas, étnicas y antropológicas. No, no, un momento: no se trata de música intelectualizada que no se entiende. Acá la cosa es mucho más simple; se trata de crear algo nuevo —aunque como citó Diego Frenkel, “nunca se inventa desde la nada; lo nuevo siempre surge de una transformación de átomos”—, en base a viejas melodías que calaron hondo en la memoria y las sensaciones. Aunque también tienen gran protagonismo a la hora de componer, las vivencias y los estados de ánimo.
“Principalmente, las influencias son literarias, de vivencias, de filosofía… Te digo, la inspiración está dada por un estado de ánimo, es una búsqueda de cada uno de interpretar o darle sonido a la realidad”, dice Christian Basso (bajo), mientras Diego (voz y guitarra) aclara: “También se puede hablar de los estilos de música que te hacen engendrar un nuevo estilo o un nuevo tema; yo puedo decir que hay algo de viejos estilos musicales perdidos en la historia de la música y que tal vez, en el momento de componer, para expresar determinada sensibilidad, recurrimos a ese estilo que por alguna extraña razón nos tocó. Por ejemplo, la música que alguna vez escuché en un viaje en micro por un camino de Brasil… había algo en ella que se había convertido en nuestro y queríamos expresarlo. Esa música que muchas veces está perdida en medio de la historia. Y perdida quiere decir que no está en el top del consumo; en realidad, hay mucha gente que vive esas emociones musicales todavía”.
Pero entonces, ¿La Portuaria propone una vuelta a las raíces étnicas de la música latina? “No, no es una regresión, no hay una vuelta, es una segunda ida”. Y en ese viaje está la elección: “Siempre aclaramos que más que haber elegido un tipo de música en particular, lo que justamente hicimos fue no elegir un tipo de música, sino que consolidamos un sonido en base a los instrumentos que teníamos ganas de escuchar, y creo que fuimos bastante libres en la composición. La variedad de los temas del disco es muy amplia. Lo que sí nos determinó al principio, al componer, fue tal vez eso que ya casi es un cliché para definir al grupo, eso de ‘espíritu de viajeros’, que es escuchar la música a modo de investigación, tomando los ritmos folclóricos del planeta en toda su magnitud”.
Parecería ser un proyecto demasiado ambicioso, ilimitado… “Y sí, es todo eso. Pero no se puede poner límites a la creatividad. Además, es solo una definición posterior al resultado”.
El Trío Eléctrico
El antecedente inmediato de La Portuaria fue un trío que a principios del ’88 formaron Frenkel, Basso y Fernando Samalea. El Trío Eléctrico, así se llamaba el grupo, fue un proyecto casi informal que se presentó en solo dos oportunidades en el pub Prix D’Ami. “Después que terminó Clap, grupo del que yo era el cantante”, recuerda Diego, “nos reencontramos con Christian y quizás, con un espíritu de juego, con ganas de hacer algo relajadamente y sin demasiadas exigencias, nació el Trío Eléctrico. Lo llamamos así en honor a unos camiones que en el carnaval de Brasil llevan un grupo tocando y la gente va bailando detrás; esos camiones se llaman tríos eléctricos y nuestra música tenía algo que ver con eso, con esa intención de hacer algo con sonido acústico, con elementos de música brasileña”.
Cuando Samalea se fue del grupo y aparecieron en escena Víctor Winogard (baterista) y el carioca Eliezer Freitas Santos (percusionista), La Portuaria estaba lista para empezar a tocar. De esos comienzos al disco solo mediaron unas actuaciones en vivo. Luego de contactarse con el productor Oscar López, Frenkel, Basso y compañía ingresaron en octubre del año pasado a los estudios Panda para grabar “Rosas rojas”, su disco debut, que se mezcló en Nueva York entre febrero y marzo del ’89 con la asistencia de Daniel Freiberg. Este álbum, cuyo tema de difusión es “Lambada”, está próximo a editarse en Chile, Venezuela, Colombia y muy posiblemente México, países en los que ya se está promocionando al grupo mediante la irradiación de un simple. Curiosamente, las filiales locales de la discográfica eligieron temas de difusión distintos en cada uno de los países en los que se editará “Rosas rojas”.
De ahora en más, los planes de La Portuaria son seguir componiendo y presentándose en vivo. “Queremos viajar; salir es como nuestra energía para componer y seguir creciendo”, dice Christian. “Creo que es fundamental que ese espíritu que tuvimos desde un primer momento no se cierre en quedarse a tocar siempre en Capital; eso ya está, la gente de Capital ya nos respondió muy bien y ahora queremos crecer. Para nosotros, como ambición personal del grupo, viajar es un modo de vida. Ir, venir, tocar, conocer diferentes culturas, diferentes gentes, es como tener un modo de vida propio, es revivir el espíritu de los pueblos nómades o de los piratas, o del circo, que lleva su espectáculo ciudad por ciudad”.
Fabiana Polinelli