Cómo un fanático del reggae que aprendía mirando fotos se convirtió en artista y productor multiplatino.
«Yo no creo en lo puro», dice Juanchi Baleirón, un rato antes de salir a tocar, en un camarín improvisado en los sótanos del Gran Ituzaingó, un cine que hasta hace poco funcionó como templo evangélico del Pastor Giménez hasta que se fundió. Y no está hablando de la fe. «Para nosotros, el reggae es un vehículo al que nos subimos, no una meta: no nos interesa hacer reggae puro, o reggae de raíz, o como quieran llamarlo.»
¿Qué fue lo que te cautivó del reggae?
Primero, el aire, los huecos, las pausas, que no llenaban de cosas la canción. Después, el upbeat con el que empiezan los temas. Y la libertad que tiene el bajista de generar una línea melódica, tocando como si estuviera haciendo un arreglo de a caños o de teclados. Entran cuando quieren y tienen una forma única de conseguir el swing.
Desde el principio, cuando con los Pericos editaron su disco debut El ritual de la banana, en 1987, y se convirtieron en un fenómeno instantáneo con 180 mil copias vendidas (y en la primera noticia del reggae en la Argentina a nivel masivo), el lugar del grupo en la escena siempre fue un poco resbaloso: popular y lateral al mismo tiempo. De hecho, aún siendo clásicos del género, hace apenas dos años quizás no hubieran formado parte del recorte de esta producción especial. El lo dice así: «Estamos en otro lado, en la parte fiestera, la que rompe el molde y no mide los dreadlocks».
Y, desde ahí, aportaron los grandes clásicos nacionales del género, como Big Yuyo (1992) y Pampas Reggae (1994), y construyeron una carrera en la que se ganaron todos los pergaminos con los que una banda reggae podría soñar: tocaron en el Festival Sunsplash en Jamaica, Rita Marlev los recibió en Tuff Gong, giraron con los Wailers y, en 2010, festejaron sus 25 años de carrera grabando el disco Pericos €3 Friends con los Wailers, Toots Hibbert, Skatalites, Michacl Rose de Black Uhuru, Gregory Isaacs y Ali Campbell, de UB4:0, como invitados. Un álbum de versiones de su carrera que vendió 60 mil copias y, recientemente, recibió el disco de Platino.
Un sueño por duplicado para Juanchi que, cuando era chico, miraba a todas estas estrellas del género en las fotos Reggae International, un libro editado en 1986 con toda la información de lo que pasaba en Jamaica hasta ese momento y donde, además, levó por primera vez sobre la historia política, social v cultural del país y sobre los distintos géneros musicales en los que tenía sus raíces, como el mento y el calipso.
Ese libro se convirtió en su biblia. «Velas, leías, te informabas, descubríias artistas, conocías las historias», detalla. «Pensar en nosotros mirando ese libro y viendo todo tan lejano: esa gente de allá, pensando si alguna vez los ibamos a ver… y no solamente los vimos, tocamos con ellos v terminaron tocando en un disco nuestro, cantando nuestras canciones. Es muy fuerte.»
El camarin. al que se llega después de bajar una escalera y atravesar un pasillo zigzagueante que parece una catacumba, es un cuarto que tiene una puerta con una traba por afuera y las ventilaciones protegidas con barrotes, así que mientras comen, los miembros de la banda están debatiendo si esto funcionaba como un calabozo o era el lugar donde guardaban la plata.
Aunque va van a hacer ocho años que el Bahiano dejó la banda y que Baleirón se puso al frente del grupo y se hizo cargo de la voz, fuera del escenario no habla ni se mueve con la afectación de un frontman. De hecho, tiene una personalidad más bien elusiva y, antes de salir a tocar, casi que pasa inadvertido entre el resto de los músicos, Está sentado a un costado, concentrado en su iPhone 4, moviendo los pulgares sobre la pantallita, turvtteando, «Siempre le gustó mucho la tecnologia, pero ahora se fanatizó con Twitter», dice sa mujer, Ana Puvén, que es además la manager del grupo. Aver, de hecho, Juanchi fue uno de los cuatro jurados de los TWwects Awards, donde se eligieron a los mejores twittteros de la Argentina. «Me copé en marzo y me hice un grupo de amigos de Twitter. ¡A veces nos juntamos!», cuenta.
Ahí afuera, en la plaza central de Ituzaingó, los concejales están asumiendo sus mandatos. En un rato más, cuando el acto termine, los Pericos van a subir a otro escenario armado sobre una calle lateral. La idea era dar un show de una hora, pero el acto se está retrasando y esta noche tienen que dar dos shows más, en dos fiestas de fin de año de empresas en La Rural y Costa Salguero, así que van a tener que tocar sólo 45 minutos y ahora están decidiendo qué temas tachar de la lista. Finalmente, deciden tocar el mismo set que en las fiestas privadas, una ráfaga de los hits imbatibles como «Me late», «Eu vi chegar» o «Hacé lo que quieras», que todos conocen, hasta los que no saben quiénes son los que están tocando.
Y eso no es todo: mientras algunas de sus canciones se filtraron en el inconsciente popular, Juanchi, además, se convirtió en uno de los productores que definieron sonido del rock nacional en esta última década y encontraron el camino para que bandas como Massacre, con El mamut, y Estelares, con Sistema nervioso central, pudieran conseguir el shock radial sin perder la esencia de sus canciones, al tiempo que producía a bandas punk como Attaque 77, 2 Minutos, Mal Momento y Cadena Perpetua.
«Lo loco es que nunca produje un disco de reeggae. He buscado bandas más cancioneras», reflexiona un rato después, abajo del escenario, esperando la combi para volver a la Capital. «Esa es una clave: bandas cercanas al género, como Los Cafres o Nonpalidece, que suenan en radios importantes, tienen un lado cancionero, popular, lindo, que se va más allá del género. Yo creo que el reggae encierra mística, estética, color, formas, ritmo. El reggae le imprime una magia a la canción. Si no tuviera eso, sería un género que seguiría estando a un costado.» Mientras tanto, desde el techo del edificio, están reventando 200 mil pesos en fuegos artificiales que detonan en el cielo de Ituzaingó. «Igual, siempre paso por un momento Lee Perry cuando produzco», aclara. «Me gusta mutear cosas, jugar y deconstruir; limpiar los canales.»
¿Sos fan de Perry?
Sí, es un loco divino, montado en una consola con determinación, locura y arte. Eso lo define: un tipo que defendió su locura. Lo ves en el estudio y es un mono saltando, moviendo perillas, hablando sin perder la concentración, haciendo cosas jugadas, conceptualizando el dub como algo en sí. No como un error v una consecuencia de experimentar con la música. El cuelgue hecho producción. Es lo lindo de eso: soltar las riendas y volar.