El primer disco del Cuino Scornik y el de Turf acentúan la tendencia. La nota de Sebastián Ramos, para La Nación.
«Tratando siempre de subir la cuesta de la alegría, doblando la curva de la locura y con la canción como tótem, llamé a todos los amigos que me entraban en un solo disco», escribe Marcelo «Cuino» Scornik en las liner notes de su primer álbum, «Basta Cuino». ¿Quiénes son sus amigos? Ahí va la lista: Andrés Calamaro, Vicentico, Gustavo Cordera, Charly García, Palo Pandolfo, Pipo Cipollati, Adrián Dárgelos, Juanse, Joaquín Levinton, Miguel Zavaleta, Daniel Melingo, Tito Losavio, Javier Calamaro y siguen las firmas. Pavada de amistades rockeras.
Scornik ha sido el responsable de varios hits de Andrés Calamaro: «No me pidas que no sea un inconsciente», «El salmón» y «Estadio Azteca», entre muchos otros; incluso coescribió con él la letra de «Mil horas», de Los Abuelos de la Nada. Hombre de sala de ensayos y noches porteñas, «Cuino» hizo de su álbum la expresión más acabada de un nuevo fenómeno discográfico: los discos con una ayudita de los amigos (músicos, cuanto más famosos, mejor) y que, en 2005, superaron todas las barreras imaginables (incluso las que sostenían que Charly García y Calamaro jamás volverían a participar de un mismo álbum).
Ejemplos de los buenos y de los otros sobran. Como el reciente «Para mí, para vos – Reversiones», el disco que versiona todas las canciones del último trabajo de Turf y del que participaron Los Auténticos Decadentes, Leo García, Villanos, Sergio Pángaro, Los Tipitos, Daniel Melingo y (otra vez) Charly García y Andrés Calamaro. «Decidimos convocar a colegas y amigos que, de alguna u otra forma, se habían involucrado con la banda a lo largo de estos diez años. Ver el desarrollo del disco, los encuentros mágicos y misteriosos y sentir el compromiso de cada uno de ellos para con los temas, fue una suerte de regalo de esos que la vida nos da», sostienen los músicos de Turf al respecto.
Tres meses atrás, un ignoto grupo bautizado Durabeat editó su álbum debut, con versiones de temas de los Beatles, acompañados por Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Litto Nebbia, Charly García, Gustavo Cerati, León Gieco, Emmanuel Horvilleur, Gabriel Carámbula y los hermanos Ruiz Díaz, conductores de Catupecu Machu. «Son amigos de la vida y por eso fuimos todos a grabar en el disco, pero yo no sé dónde van a poder tocar si no van acompañados de algunos de los músicos que participamos», confiesa uno de los ilustres invitados que, mejor, mantendremos en el anonimato.
Estos cuatro músicos responsables de lo que bien podría ser la lista de invitados más impresionante de la historia discográfica del rock de acá ya planean un segundo capítulo con la participación de Ricardo Mollo, Vicentico, David Lebón, Raúl Porchetto y Alejandro Lerner. Por su parte, el mismo «Cuino» adelanta en los agradecimientos del álbum: «Richard Coleman y Gustavo Bazterrica… Nos vemos en el volumen 2», y deja constancia de que este nuevo fenómeno llegó para quedarse.
¿Más? Sí. Miguel Cantilo regrabó clásicos de su discografía junto a un seleccionado de músicos que incluyó a Gieco, Cordera, Mollo, Rubén Rada, Hilda Lizarazu, Claudia Puyó, Juan Carlos Baglietto, Lerner, Moris y, sí, una vez más, Charly García y Andrés Calamaro.
«Amigos son los amigos», decía una vieja canción, y ahora bien podría convertirse en la etiqueta de esta tendencia discográfica que promete más capítulos.