Intoxicados hizo explotar el templo del box con un muy buen recital de más de tres horas. Los baches entre tema y tema perjudicaron la continuidad. La crónica de Guillermo Boerr, para Clarín.
¿Vinieron a escuchar rock? ¿Quieren rock?» le preguntó Pity al público durante, justamente, Quieren rock?. La respuesta de ese Luna Park repleto y sudoroso fue, obviamente, un «sí» atronador. El sábado, Intoxicados volvió al templo del box a caballito de su disco Otro día en el planeta Tierra. Y, aunque Pity se corrió hace rato de los rígidos preceptos del rock stone (abriéndole de paso la cabeza a los seguidores del grupo), la mayoría de los presentes había ido a escuchar ni más ni menos que eso: rock en estado puro.
El show pareció comenzar como de a poco: Felicidad, depresión, un tema casi calcado del Brain Damage de Pink Floyd, acentuó todavía más el parecido gracias a las intervenciones vocales de Diana di Fulco. El pulso subió para el bloque hip-hop: las crudas viñetas suburbanas de Te la vamos a dar, Una vela y Transan salieron pegaditas. Una vela fue doble: primero fue coreada por todo el estadio, de punta a punta, y recién entonces se metieron a cantar Pity y el guitarrista Felipe Barrozo. Pero la gente recién enloqueció completamente con Adrenalina, de Viejas Locas. Los larguísimos baches entre tema y tema no ayudaron a mantener el clima, aunque la gente se armó de paciencia y disfrutó de las ¡más de tres horas! que a los muchachos les llevó hacer las veintiocho canciones de la lista.
El sonido, gran enemigo de Intoxicados en su anterior concierto en el Luna, esta vez fue impecable. Salvo tal vez por la guitarra del prodigioso Felipe, que estuvo un tanto baja y que él mismo subió desde su equipo cuando faltaba poco para el fin del show. Durante toda la noche fue fundamental el aporte de Ezequiel Araujo, que tuvo a su cargo la producción del tercer disco de la banda.
El recital estuvo en general marcado por las canciones más bien tranquilas. Esto amansaba al público, que bailoteaba en su lugar y recién explotaba en los temas más rockeros. Porque, otra vez, eso era lo que la monada había ido a escuchar.
«Pensar que a veces te dan premios por tocar, ¿no?», dijo Pity aludiendo a sus tres nominaciones a los Gardel. «Para nosotros no hay mejor premio que estar acá haciendo música con amigos». Los amigos estuvieron no sólo debajo, sino también sobre el escenario: además de Di Fulco y Araujo, hicieron sus aportes miembros de Resistencia Suburbana, Valentino y Melingo. Y hubo otro amigo que, aunque no estuvo físicamente, también pasó por allí: en medio de la parte más acústica (con sillón y todo), Pity coló El viejo, de Pappo’s Blues. «Norberto Napolitano, presente», dijo al terminar la canción, igual que en las marchas en las que se nombra a los desaparecidos.
Alvarez es un tipo que hace lo que le da la gana. No sólo metió Strawberry Fields Forever (Beatles) como intro de No tengo ganas, sino que también hizo In the Flesh (Pink Floyd) y The KKK Took my Baby Away (Ramones). Y dejó afuera canciones que la hinchada pedía a voz en cuello, clásicos como Homero y Como ganado. Pero claro, con seis discos de donde elegir (tres de Intoxicados y otros tantos de Viejas Locas), todo no se puede.
Pese a que, apenas antes de comenzar el show, unos pocos desubicados que querían colarse tiraron piedras y botellas al vallado de seguridad, la noche fue una fiesta que se desarrolló con toda tranquilidad. Por momentos, más de la que sería esperable en un recital de rock. También fue curiosa la organización de la lista en bloques temáticos: hubo uno de hip-hop, uno de reggae, uno de tango (cortesía de Pity para con su compadre Melingo), uno de funk…
A fuerza de desenfado y buenas canciones, Intoxicados sigue incrementando su horizonte musical, y con él su convocatoria.