Todo estaba dado para que fuera una fiesta. Así lo había imaginado Riff y así debió haber sido. Una escenografía novedosa e impactante, un vestuario cuidado y de buen gusto, juegos de artificio, muchas ganas de tocar y un producto musical de calidad. Todo estaba dado para la fiesta pero no pudo ser.
Aquellos para los cuales Riff había preparado el’ concierto se encargaron de arruinarlo. Y vale la pregunta: ¿esa gente es admiradora de Riff o detractora? Si la respuesta es lo primero, por cierto que equivocaron el canal para manifestar su admiración. Si la respuesta es lo segundo, vale otra pregunta: ¿para qué van a verlos? Tanta agresividad, tanta violencia gratuita, tanta idiotez, no tuvo ni tiene un sentido lógico. Ferro pudo haber sido una fiesta y fue una noche negra. Y el único culpable de la frustración es el público de Riff, todo el público, porque si bien una parte fue la encargada de promover los disturbios y romper todo lo que se pusiera a su alcance, el otro sector colaboró para que nadie se sintiera en falta. Y si bien se le puede criticar una gran precariedad de recursos a la producción en cuknto a seguridad se refiere, ,la noche negra tiene como únicos culpables a todos los que llegaron a Ferro con su carga de violencia irracional. Esos que se divirtieron incendiando cualquier cosa, esos que rompieron el alambrado e ingresaron al campo como fieras de
senfrenadas para destruir el escenario, esos que tiraron abajo el portón que separaba la cancha de la tribuna al mejor estilo «The Wall’ esos que subieron al escenario para pegarle a los músicos, esos que gritaban «Charly se murió» sin comprender que el que se moría era Riff porque ellos lo estaban matando. Pappo lo dijo claramente: «Esta es la última vez que tocamos». Y es una pena que un grupo de los kilates de Riff —por lejos la mejor banda de rockanroll de la historia del rock nacional— tenga que pensar en retirarse de la escena porque su público se lo obliga. Sería necio pasar por alto que, en algún momento y hace tiempo, los integrantes de Riff se encargaron de crear esta bola que ahora volvió hacia elllios como un boomerang. Pero Riff cambió de postura y su público no. Esas absurdas antinomias de «blandos y duros» ya quedaron en el pasad o, aunque Los Violadores hayan apelado demagógicamente a ella en un vano intento por transformar en aplausos la rechifla general que recibieron.
La violencia, ese germen nocivo que no puede tener lugar en un país que sufrió tanto, estuvo otra vez presente en el rock con su garra irracional, su dosis de resentimiento social y su desubicado estereotipo de machismo. Y Riff pagó las consecuencias …