Quédense quietos en las butacas, que la Máquina está por despegar.
Luna Park. Un lleno total, como hace mucho no se veía. De pronto, se apagan todas las luces y entra un siniestrísimo conde con una capa negra y candelabro en mano. Hace un esotérico saludo al público, se saca la capa y se sienta al Órgano para comenzar con una música sacra, profunda, sepulcral. Claro que no se trata del Conde Drácula sino del “”conde” Cutaia, lo que hace que esta historia no termine en un tenebroso cuento de vampiros sino cuando entra Charly vestido de blanco y los siniestros acordes se transforman en los primeros compases de “Bubulina”, ante el delirio general. Un escenario sin ningún tipo de escenografía, unas luces muy precisas aunque sin denmasiadaus sutilezas, cuando llega una suave introducción de piano eléctrico a cargo del conde, al que se le suma el moog de Charly, hasta que la batería de Moro introduce un fuerte riff y la cosa se torna más funky, teniendo varios cambios en su desarrollo, ya que se trata del tema que abre el nuevo LP, “Obertura”, que incluye fragmentos de las melodías de las demás canciones que lo integran. No se han acallado aún los ecos cuando Charly desgrana una familiar melodía en el moog y los aplausos indican que ha comenzado “Como mata el viento norte”, que es acompañada con palmas y canto por la gente. Ahora viene otra de las nuevas, “Marilyn”, con un comienzo lento apoyado por el mellotron de Cutaia haciendo las veces de orquesta de cuerdas, hasta que la frase “esto no es un juego, nena, estamos atrapados” da pie a una parte de ritmo mucho más fuerte y cortado que vuelve a interrumpirse cuando las voces comienzan a entonar una irónica letanía: “Todos tenemos hogar” (que en el LP fuera interpretado por un coro de niños) y se pierde lentamente con unos acordes de moog. La gente pide insistentemente “Rock”, pero la Máquina comienza con “No puedo verme”, donde .se luce Bazterrica con un buen solo.
El sonido, que había comenzado bien, se ha ido deteriorando y cada vez se escucha peor, sobre todo en los sectores más alejados del escenario. Llega al fin la reclamada “Rock”: el público se pone de pie, baila y aplaude, aunque en la platea el escaso espacio que le dejan libres las butacas lo hace un tanto dificultoso (Otra novedad importante: por primera vez desde hace mucho tiempo son colocadas las butacas en el sector de plateas). Luego empieza “Ah, te vi entre las luces” (o “Shhh…”) pero tiene que ser interrumpida porque ya a esta altura el sonido es prácticamente inaudible. Charly explica que hay un cortocircuito en la línea central y tras una breve espera comienza en tema, donde el fuerte riff de bajo de José Luis Fernández apoya un ritmo funk que da pie a buenos solos de Charly en moog, Cutaia en piano eléctrico y Bazterrica, en guitarra, para culminar en un vibrante dúo viola-moog. Anuncian la finalización de la primera parte y dicen “Vamos a presentar a un conjunto amigo”. Pasan unos minutos de expectación y vemos sentarse a la batería a un tipo de gorra y chaleco extrañamente parecido a Moro. Cuando aparece un ferocísimo guitarrista punk con boina negra todos pensamos en su curiosa similitud con Bazterrica. Y cuando entra Charly con un largo chaleco de cuero negro con flecos ya no caben dudas: La Máquina se ha disfrazado de rockeros pesados y hacen un rock’ cuadradísimo que incluyó en su transcurso una desopilante imitación de Mick Jagger a cargo de García. Fin del intervalo. Pero las sorpresas seguirían: ahora aparecen todos vestidos de impecable traje blanco y con un cuarteto de cuerdas detrás (sic) para dar comienzo (según Charly) “a la sección de lujo del espectáculo”. Gustavo estrena una impresionante viola Gibson de doble cuello (6 y 12 cuerdas), y el tema, con acompañamiento del cuarteto, también pertenece al nuevo LP: “No te dejes desanimar”, una melodía con algún tinte clásico para una letra muy actial: “No te dejes desanimar [ si todo anda muy mal… basta ya de llorar / hecha afuera tu pena /y ver acá…”. Siguen varios temas nuevos: “Ruta perdedora”, que es cantado con mucha fuerza por Charly, José Luis y Gustavo, “Hipercandombe”, una de las mejores canciones de la noche, con un ritmo aceleradísimo con algún toque latino, que levantó al público mientras Moro hacía una base fuertemente * percusiva y Charly se largaba a bailar en el escenario, “Las mufñiecas inflables”, un irónico tema sobre “las chicas que se pasan la vida en las confiterías”, un instrumental llamado En las calles de Costa Rica”, que alterna partes de ritmo tropicalón con otras más melódicas, con un velocísimo solo de Bazterrica, y finalmente la canción que da nombre al LP: “Que se puede hacer salvo ver películas”, una cadenciosa melodía con suaves vocalizaciones y buena intervención de Cutaia en piano eléctrico (aparte de una extraña conversación en off por los parlantes). Llegó la hora de dar curso a los pedidos del público: Charly agarra el bajo, José Luis la guitarra acfistica y viene Julia, un tema que trae una gran alegría al estadio, y es cantado a coro por la gente, que respondía así al pedido de Charly (“”cantemos, a todos nos gusta cantar, y yo sé que podemos cantar algo más que el oohhh y esas cosas”). Se aproxima el final: comienza el ritmo funky de “Boletos” y viene un larguísimo solo de batería de Moro, que se deja contagiar por el entusiasmo general y lo prolonga casi indefinidamente, hasta que entrz el bajo de José Luis, que también hace su solo dialogando con la batería. Ahora es el turno de Charly que irrumpe con sus teclados, y se establece un fuerte diálogo músicos-público, que acompaña el tema de diversas maneras (chiflidos, coros). Viene después un excelente solo de Gustavo hasta que vuelve el riff inicial, que se desata en un rock and roll furioso para terminar en un final a todo trapo. Fin. Casi dos horas y media de música, una entrega no: muy frecuente. Pero la gente quiere más. Y ellos no pueden negarse. Vuelven y ejecutan una “”reprise” de “Rock”. Ahora sí, es el final.
Un gran recital. Si bien el Luna Park presenta las carencias de acústica ya conocidas, que se sumaron a desperfectos técnicos y la poca audibilidad de las letras (que son una parte importante de. la música del grupo). Si bien el hecho de volver a poner las butacas causó incomodidad, rigidez y la necesidad de una desproporcionada vigilancia terminando por molestar y quitar espontaneidad al público. Si bien en el plano musical no todos los temas conservan el mismo nivel, y algunos arreglos suelen repetirse con demasiada frecuencia (la onda latina del “Hipercandombe” es una veta en la que la Máquina podría profundizar más). Si bien se pueden seguir encontrando todos los pero que a uno se le ocurran, La Máquina supo reemplazar todo eso con un sentimiento y una entrega fuera de lo común, con una comunicación directa e instantánea con su público (sobre todo “Charly, que tiene un asombroso carisma para establecer una relación íntima y afectiva con la gente) y con una buena dosis de humor (algo tan ausente y necesario en los esce’narios argentinos). El mismo Luna Park que presenció la despe«dida de Sui Generis es testigo ahora del definitivo despegue de La Máquina. Sui Géneris ha muerto. Larga vida a La Máquina de Hacer Pájaros.
Claudio Kleiman