Silbados en Cosquín Rock y ovacionados en Viña del Mar llegaba Miranda! a Córdoba para presentarse en el domo más suntuoso de la ciudad. Unas 4.000 personas cantaron durante más de 90 minutos.
Uno se pregunta por qué las cosas pasan. Pero lo cierto es que a veces querer encontrar explicaciones a ciertos fenómenos termina siendo como discutir cuál es sexo de los ángeles. Con Miranda! pasa algo similar: si bien la banda tiene muchas cosas que ofrecer, hay otras que no encajan a la hora de explicar tanto éxito repentino. Y tanto rechazo también.
Las bandas «del palo» se burlan de su estética, los pibes «del palo» los silban en Cosquín, la prensa «del palo» los rechaza. Ahora bien, la banda convoca y cumple con su público. Si esto no es algo de extrañar al mundillo interno del rock, donde lo «electro-algo» siempre está mal visto, cabe destacar que Miranda! es hoy una de esas bandas que suben a escena a demostrar que tienen ganas de estar ahí y no simplemente pasar el transe decorosamente.
El sábado por la noche se presentaron en el Orfeo Superdomo convertido en auditorio. ¿Para qué? Nadie lo sabe, porque las butacas del campo fueron más un estorbo que un elemento de comodidad para quienes pagaron $50 por ver el show. Unas 4 mil personas, según la organización, aguardaban impacientes que el telón se levantara. La puesta era imponente: una rampa que iba de punta a punta del escenario, comunicada en el medio con otra que bajaba hasta pocos metros del público.
De impecable blanco, el escenario estuvo vestido por los cientos de luces y flashes dispuestos para la ocasión. Blanco inmaculado para todos menos para Alejandro, que de rojo furioso cortaba la monotonía visual.
En tan solo veinte minutos ya habían desfilado por el escenario casi media docena de hits… y aún quedaban, claro está, unos cuantos más. El público, por excelencia femenino y enrolado en el sub-16, coreó del primero hasta el último de los temas sin detener el baile constante.
Al espectador poco adentrado en la materia le podría llamar la atención la gran cantidad de niños que había en el recinto, acompañados de sus padres. Claro está que no se habían equivocado de función: es que los chicos de ahora tararean El Profe con la misma seguridad que el Chu-Chu-Hua de Piñón Fijo. Si bien las letras de Miranda! y su estética están moldeados a la imagen y semejanza del público dance-pop, parece que todos estaban invitados a la fiesta sin restricciones.
Miranda!, polémicos per-sé, tienen ya poco en común con el rock (el único tema de la noche que sonó rocker fue El Tiempo, de su primer disco) pero sin embargo nadie puede dejar de sacarse el sombrero frente al profesionalismo con el que encaran sus actuaciones. No solo ahora que están en la cresta de la ola, sino desde hace ya muchos años. Además de tener una fuerte actitud y ese dejo de «no me importa nada» frente a los rechazos y las críticas.
Algunas de las particularidades del show fueron las versiones acústicas de Imán con Agua haciendo la transición que los devolvía a las máquinas, una sección de música programada que convirtió por algunos largos minutos al Orfeo en una disco, el adelanto de su nuevo tema Alguien y el osito Poo que le obsequiaron a Alejandro en Yo Te Diré. Sin dudas, todas las ovaciones de la noche fueron para Lolo, este personaje que poco tiene de violero aguerrido pero sí de icono para las adolescentes. Algo que también se enmarca dentro de los enigmas – fem que usted, macho argentino, nunca comprenderá. Y si, sobre el final, luego de otro cambio de ropa (el tercero de la noche) Lolo tomó altura con su bata simil-cura en el cierre del show con el tema El Don.
Pero para el final queda un aporte a la reflexión: ¿no dar notas, cuando siempre lo hiciste, te hace más top? Seguramente sí. Quedará por determinar si es el solo de la guitarra de Lolo lo que terminó por colocar a Miranda! en el pedestal o las reiteradas veces que Kapanga se burló del tema sobre las tablas. Lo cierto es que entre amores locos y odios incontenibles, la banda está inclusive al mismo nivel que Cerati en los cánticos de guerra de cada recital («…que se muera Miranda!…», coreaban las bestias punk en varios escenarios). Un dato más, que solo sirve para ratificar el excelente momento que están atravesando.