El músico y productor se presentó con La Pesada después de 50 años. Por qué fue una noche notable más allá de los invitados.
“Siempre pienso que va a haber otra vez, pero ya tengo ochenta años. Quería decirles a todos que yo no existo más, que ahora son ustedes. Porque yo soy ustedes. De corazón, gracias”, suelta Billy Bond. Mientras tanto, León Gieco canta una versión antológica de “Cuando ya me empiece a quedar solo” (de Sui Generis) con Rodolfo Mederos en bandoneón. Y es imposible no emocionarse.
El espectáculo está terminando, pero no hay una palabra que englobe la noche del viernes 31 en el Gran Rex: es una verdadera mezcla entre un musical, un recital y una obra audiovisual. En el escenario hay plataformas enormes con coristas, dos baterías, bajos y teclados, hasta tres guitarras, y una orquesta de instrumentos de viento y de cuerdas.
La cantidad de invitados también sorprende: desde Patricia Sosa (en “No pibe”), pasando por Alejandro Medina (en “La maldita máquina” y “Tontos”), Ricardo Soulé (en “Las guerras”), una semi-reunión de Fun People, con Boom Boom Kid y Gori (en “Salgan al sol”), Don Vilanova (en “Conscientemente todo, todo lo podrás lograr” y “Para qué nos sirven”), y Machi Rufino (en “El héroe” y “Adónde está la libertad”); hasta un grupo encabezado por Pipo Cipolatti, Gillespi, Melingo, Fernando Noy, Alfredo Peria y Barby Aguirre (en “Gracias al cielo”).
También participan nombres como Black Amaya, Alambre y Bolsa González, Javier Malosetti, Daniel Ferrón, Kubero Díaz, Juan Rodríguez, Isa Portugheis, Sandra Vázquez, Claudio Kleiman, Juanito Moro y la actriz Carolina Peleritti.
Ante semejante número de participantes, surge una pregunta clave: ¿cómo hacer que un espectáculo con 50 músicos suene equilibrado? Ahí se ve la maestría de Bond, que produjo tantos discos y shows: el concierto no se cae en ningún momento ni hay desprolijidades.
Esta noche tampoco hay egos: algunas figuras solo aparecen uno o dos minutos, dejan su instrumento y se van. No importa el nombre, sino contribuir al espectáculo. Y hace mucho que no se veía algo así en el rock local.
Parte de ese acierto también es de Las Bodas Químicas, que ofician como banda estable y colaboran en distintos ángulos. Ellos permiten que las canciones históricas suenen con su sello “vintage”, pero que en ningún momento queden ancladas a la nostalgia.
Por ejemplo, el baterista Nicolás Daniluk, además de ser el coordinador y productor musical, deja su instrumento solo en un tema y hace de maestro de orquesta en “Loco, ¿no te sobra una moneda?”. El guitarrista José Lavallén también es el asistente de producción y tiene duetos con el propio Billy, el bajista Andrés Tersoni es una figura fija en gran parte del concierto y el DJ Roco Collado colabora en la edición y compaginación del audio. La Pesada del Rock se apoya en ellos para construir su versión 2025, y es una sabia decisión.
Pero el gran hilo conductor de la noche es la emotividad. Hace medio siglo que Billy Bond no se presentaba en el país, y por eso deja frases como: “Me hago el canchero, pero en el fondo estoy super emocionado. Voy a ver si llego al final del show”. Claro que sí, Bondo: supiste armarte de cero, romper todo y dar de nuevo. No solo llegaste, sino que esta noche será tuya por siempre. Gracias por habernos dejado ser parte.