A más de un año de editar “La mosca y la sopa” y con pocos shows en la agenda, en mayo de 1992 Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota estaban empezando a cranear lo que sería el doble “Lobo suelto” / “Cordero atado”, que si bien se anunciaba para finales de ese año, se atrasaría y recién llegaría a las bateas en octubre de 1993. Rescate de una nota publicada en la Revista Pelo Nº420, mayo de 1992.
Fiebre y pasión
Después de un año de escasa actividad en vivo, Patricio Rey y los Redonditos de Ricota pusieron en marcha la maquinaria del talento y preparan un nuevo álbum, a editarse antes de fin de año. En estas páginas, pasado, presente y futuro de la pasión ricotera.
Antes de que 1992 concluya, Patricio Rey y Los Redonditos de Ricota habrán puesto en las bateas su sexto disco de estudio. Cinco álbumes en siete años es un buen promedio para cualquier banda, especialmente cuando -como en el caso de Los Redondos- no hay detrás una agencia ni un sello multinacional apoyándolos. Fieles a su consigna de hacer todo por sí mismos y siguiendo sólo sus propias reglas, El Indio y compañía caminan a paso firme por la senda del verdadero rockanroll.
ROCK DE LAS DIAGONALES
Han transcurrido muchos años desde que los integrantes de la banda convivían en la denominada Cofradía de la Flor Solar, una de las primeras comunidades artístico-musicales de la Argentina, moldeada sobre la base de las sociedades hippies de los Estados Unidos. Cuando esta experiencia concluyó, El Indio, Skay y La Negra Poli (compañera de Skay, mánager de la banda e indispensable puntal de la sociedad ricotera) se fueron a vivir a una chacra en Tolosa desde donde irradiaron sus ideas y, en sociedad con otros artistas y algunos periodistas, generaron una movida totalmente nueva e impensable para su radio de acción, representado por la conservadora capital provincial. En efecto, aunque situada a sólo sesenta kilómetros de Buenos Aires, La Plata vivía en un apacible estancamiento provinciano, ajena a movimientos contraculturales y sin saber que muy cerca de sus esquizofrénicas diagonales algo muy grande se estaba gestando. Nadie sabe muy bien en qué momento Los Redondos se convirtieron en una banda de rock. Años más tarde se asombrarían ante la pregunta y contestarían a ésta con otro interrogante: “¿Y en qué otra cosa nos hubiéramos podido convertir?”.
Al principio, los shows de Los Redondos (que entonces no se llamaban así ni de ningún otro modo) se limitaban a un par de actuaciones al año, verdaderos espectáculos “a contramano” en los que el rockanroll se mezclaba con elementos de teatro y los amigos subían al escenario para hacer o decir lo que tenían ganas. No era infrecuente que la cosa terminara en una fiesta donde era imposible distinguir a los músicos de los amigos y a los invitados de los colados o que algún trasnochado se enredara en un monólogo interminable desde el escenario. Mezcla de kermesse, show de rockanroll y circo de pueblo chico, cada presentación de Los Redondos fue convocando más y más gente ansiosa por conocer de primera fuente qué andaba pasando con “los locos de Tolosa”.
Y fue el teatro de Arte y Música de La Plata el escenario elegido para proclamar sin ninguna solemnidad pero con toda la fuerza que Patricio Rey y Los Redonditos de Ricota estaban listos para tomar el mundo por asalto.
LA PATADA INTERIOR
Para los grupos platenses, conquistar Buenos Aires nunca fue fácil. Pero Los Redondos no se achicaron nunca. y arreciando sus excursiones capitalinas, empezaron a dar que hablar en un ambiente difícil y donde las consignas eran muy diferentes de las que ellos sustentaban.
Un concierto en el teatro Marganta Xirgú fue el encargado de desatar la polémica en Buenos Aires. Con elementos de music-hall, la presencia de las deliciosas Bay Biscuit (una experiencia musical que compartieron Fabiana Cantilo e Hilda Lizarazu) y una fuerza insospechada, el Indio y sus huestes sacudieron la noche porteña e importaron de La Plata un fervor que pronto se contagió a un público fiel como pocos.
Pero no todo fueron flores en la historia de Los Redondos, y la sombra de “la seguridad” se pegó a sus talones con una fuerza impresionante, convirtiéndose en el fantasma de cada uno de sus movimientos. Eran tiempos difíciles en los que todo era sospechoso. Y, ya se sabe, cuando esto ocurre, nadie es más sospechoso que todo aquel que se anima al placer, el ruido y la música rockanrollera…
En 1985, luego de superar una serie de cambios internos y siempre operando sobre la base de la autodeterminación, Los Redondos dieren a luz “Gulp!”, su esperado disco debut. La placa grabiada por Skay Beillinson en guitarra, Willy Crook en saxo, Fargo Daviero en guitarra rítmica, Piojo Avalos en bateria, el Indio en voz y Semilla Buciarelli en bajo- incluyó algunos de sus primeros clásicos, como “Criminal Mambo” y “La bestia pop”. Una fallida presentación oficial en el Astros desplazada hacia Cemento (un “hogar más natural” para los reyes del underground) no fue sino el inicio de una nueva etapa en la vida de una banda que ya hacía historia.
Lo que siguió es tema conocido por todos; día a día, Los Redondos fueron ganando masividad, subiendo uno a uno los peldaños de una escalera difícil pero no imposible cuando se cuenta con la garra y el talento de esta banda.
Obras no tardó en convertirse en un escenario habitual para el grupo, cuyo predicamento crecía en proporción directa al refinamiento de su trabajo. En 1986 cuando Avalos ya había sido reemplazado por Walter Sidotti, y Willy Crook por Sergio Dawi llegó “Oktubre”. un disco que aún hoy muchos adherentes a la causa ricotera consideran como el mejor de su historia. “Canción para naufragios”, “Motor Psicho”, “De estos polvos, futuros lodos”, “Semen Up” y “Ji Ji Ji” fueron los momentos más impactantes de una placa que quedó en la historia.
SUPERLOGICO
Dos años pasaron antes de que Los Redondos volvieran al estudio de grabación. Fueron dos años de intensa labor escénica en los que el culto casi místico de los seguidores del grupo se afianzó, alcanzando un fervor religioso que la edición de “Un baión para el ojo idiota” no hizo sino incrementar.
Más alejados que nunca de los cánones del producto creado para consumo masivo, Los Redondos habían llegado, sin embargo, a serlo. Siempre fieles a su consigna de no abusar del contacto con los medios y de no corromper su credo con concesiones extra, los músicos y la infatigable Poli siguieron adelante, cosechando éxitos, agregando logros a una carrera que no tiene parangón en la historia del rock argentino. “Bang. bang, estás liquidado” fue la siguiente estación en el derrotero de la banda. Un disco intenso y cuya presentación extraoficial en un anfiteatro se convirtió en una de las mayores fiestas del ’90.
El inicio de la nueva década los encontró trabajando. Sobre el final de ese año y en su concierto despedida en Obras, la banda fue presentando nuevo material (“Un poco de amor francés”, “ToxiTaxi”, “Fusilado por la Cruz Roja”, “Nueva Roma”) todos rápidamente incorporados por un público cada día más numeroso, cada día más fervoroso y cada día más especial. Aunque los monólogos subversivos, el circo y la lluvia de ñoquis de ricota habían quedado atrás, la pasión ricotera ya era un clamor de multitudes.
1991 fue un año de escasa actividad. “La mosca y la sopa” es el disco de Los Redondos que menos promoción en vivo recibió, contrastando con la hiperactividad de otros años. La dudosa muerte de un fan detenido arbitrariamente durante un show en el estadio Obras no logró ensombrecer el aura de la banda, que prefirió mantenerse alejada de la gesta subsiguiente “no por falta de solidaridad o sensibilidad, sino para evitar que se haga un circo de algo doloroso”. El caso Bulacio -que aún permanece sin resolución- se hizo parte de la gesta de Los Redondos, como para recordar a los seguidores del grupo el espectro siempre vigente de una “seguridad” bastante insegura.
Actualmente, Los Redondos trabajan en el material de un nuevo disco al que, fieles a su costumbre, no darán nombre hasta que no esté listo. “El proceso de titular un disco de Los Redondos es nuestra mejor excusa para juntarnos a charlar y jugar a la lotería”, explica Poli aludiendo a la costumbre de anotar los nombres hipotéticos en papelitos y elegir el título del disco por sorteo.
Fieles a su consigna, Los Redondos trabajan en la caparazón de su staff ricotero compuesto por los músicos, los amigos, Poli, Rocambole (responsable de las tapas) y todos aquellos que alientan el fuego íntimo de un fenómeno del rock que se dio el lujo de triunfar con las propias reglas, ser masivo sin perder su intimidad, y de madurar cada día en lugar de simplemente envejecer.