En esta séptima entrega me fui a Musimundo a escuchar los compacts de estreno que estaban en la pared, mientras me compraba un cartucho de Sega. Como me dio hambre y era martes me fui a un local de comidas rápidas que vendían hamburguesas a 1,20. Por suerte, tenía 75 centavos para el bondi.
Nos paramos en los Noventa y elegimos cinco discos que representan ese espíritu de pizza con champagne, para algunos, y todo por dos pesos, para otros. Maradona, Miami, murga, cines que cierran, “Me tiraste un pingüino, me tiraste un sifón” y “Uopa pauopa pauuuoo!”, para todo el mundo.
“El milagro argentino”, Los Auténticos Decadentes (1989)
Si algo bueno tiene el menemismo, está en éste disco. No es un trabajo político —aunque todo arte es político—, pero tiene la estética de una época. Argentina estaba saliendo de una hiperinflación y decía que su moneda valía lo mismo que la de Estados Unidos. ¿Qué podía malir sal? Todo. Pero hasta que se supiera la verdad, íbamos a bailar unos temazos con la corbata como vincha.
“Entregá el marrón”, “Vení, Raquel”, “Skabio” y “Pastas y vino” eran una bomba atómica de alegría, donde todo lo que se decía era políticamente incorrecto, pero se bailaba saltando en un pogo eterno que escondían ideologías y suavizaban una bestia pop, que prometía quedarse con todo. La cultura de la pizza con champagne solo se ausenta un poco en “El Jorobadito”, que es lo más parecido a una crítica social, pero siempre tocado desde el humor y lejos de la protesta.
Pero como estamos hablando de una de las bandas más versátiles del país, de repente y como si nada, te agregaban un hermoso bolero como es “Loco, (Tu forma de ser)”, en el que Perro Viejo Serrano era capaz de cantar “Tú egoísmo y mi soledad, son joyas en el barro de la mediocridad”. Hermoso.
“Algo mejor”, Fabiana Cantilo (1991)
Producido por Fito Páez y Tweety González (uno de los productores que más le dio al rock latinoamercano), Fabi pudo acomodar todo su caudal creativo e interpretativo en un trabajo redondo por donde lo mires, que fue boom comercial.
Son once canciones en las que Cantilo dejó el lugar de la Dama del Rock para ser directamente “El Rock”. El trabajo de rock/pop tiene grandes estribillos, temas pegadizos y letras interesantes, con un estilo políticamente correcto, pero que cada tanto le hacían un guiño al descontrol, como pedía la época.
El disco estaba bien. Muy bien. Pero pasó algo que cambió la historia para siempre. Maradona volvía al fútbol profesional (esta vez con la camiseta del Sevilla), después de un año y medio de suspensión. Y por esas cosas del destino, le gustó la versión de un tema de Calamaro, cantado por Fabiana. El tema fue “Mi enfermedad” (que casi queda afuera del disco), y se transformó en la cortina de una trasmisión con record de audiencia, lo que lo catapultó instantáneamente al lugar de clásico.
“Llego tarde”, “Mary Poppins y el Desonillador” y, por su puesto, “Mi enfermedad”, fueron los hits del disco, pero que además tiene temazos como “Kitty” y la sensual “Algo mejor”, una canción de Fito Páez creada a la medida de Fabiana Cantilo.
Volver a escuchar este disco te lleva sí o sí a la estética y al sonido de principios de los Noventa, además de a la imagen de Diego Armando Maradona y su capacidad de transformar cualquier pase del Negro Enrique en el gol a los ingleses, claro.
“Circo Beat”, Fito Páez (1994)
El rosarino venia de romper todo con “El amor después del amor”, que lo había posicionado como el artista más importante del momento. Y es hasta hoy, el CD más vendido de la historia del rock argentino. No era fácil cumplir las expectativas.
El disco empieza con ruidos de animales y su voz en el rol del típico presentador circense que ofrece un show imperdible con todo el cotillón de la época. Hasta que el rock se apodera de la escena y Fito dictamina: “Yo no vine hasta acá ayudarte buscando cobre. Mi pasado es real y el futuro, libertad”. Como un punto y aparte, se para desde la cima de la fama y nos cuenta quién fue hasta llegar acá. Como una forma de recuperar la cotidianeidad que su transformación en Rock Star le había robado.
Desde el máximo ruido, él hace su trabajo más introspectivo. El colegio secundario, el cine, el fútbol, Olmedo y el Capitán Piluso, sus primeras canciones y las leyendas urbanas. Todo fundido y confundido entre la nostalgia y la vitalidad de lo que se renueva constantemente, hacen una joya a la altura de lo que le pedía la historia.
Musicalmente, se recupera algo de la furia de mediados de los Ochenta, con un Gabriel Carámbula en un altísimo nivel que suele regalar algunos de los riffs más poderosos de la década. El piano de Páez tiene momentos épicos, en “She is mine”, “El jardín donde vuelan los mares” y “Las tardes de sol, las noches del agua”, en los cuales pasea entra el pop, el rock y el jazz con una libertad única.
Sin duda, estaba en un momento de creatividad altísimo, donde podía hacer un hit redondo como “Mariposa Tecknicolor” y pasar a una canción con aires de folclore y nostalgias, como “Las tardes…”, volver a subir al palo con “Lo que el viento nunca se llevó” y bajar hasta los más profundos silencios de alma para asegurar: “Nada en el mundo es real. Desaparecerá”.
“Tercer arco”, Los Piojos (1996)
El disco que le dio la fama definitiva a la banda. Al rock de calle, esquina y suburbios que los caracterizó en sus dos trabajos anteriores se les sumó un sonido más amigo de la murga y las percusiones.
Ya no sonaba tan Sumo con armónica, sino que se consolidaba un estilo propio. La aparición de “Farolito” y la murga fuerte de “Verano del 92” (con pasito incluido en los boliches top) les dio una popularidad única, que los sacaría para siempre del únder y con “Maradó” pero principalmente con su intro “Dicen que escapó de un sueño, en casi su mejor gambeta”, se empezarían a perfilar como una de las bandas de estadios.
La voz de Ciro, tan barrio que duele, se sentía cómoda yendo del blues y el tango al candombe y el rock. Las letras seguían siendo pinceladas urbanas, homenajes a ídolos populares como Maradona y El Che, y descripciones cotidianas sin pretensiones de bajar línea, lo cual creo que su público valoraba muchísimo.
Si bien es un disco alegre con “Farolitos”, “Muévelo” y “Verano del 92”, también lleva a un lugar de tristeza y melancolía con la hermosa “Todo pasa” y el grandioso tango “Gris”: “Cuando no alcanza el amor que ofrecés/ Y peleás una causa perdida/ El amor se transforma en herida/ Que no cierra, y que no deja ver”, canta Ciro Martinez, como si hubiese nacido en el 1900.
“Otras canciones”, Ataque 77 (1998)
Si lo pensás desde 2020, el séptimo disco de estudio Attaque 77 no tiene nada de trascendente. Un disco de covers de estilo punk clásico, con 17 temas que a ellos les gustaban desde su infancia. ¡Pues qué actitud joven!
Desde 1998, ese trabajo fue toda una revolución. Los más malos de la escuela (para pararme en mis 16 años), con sus pelos punk y sus camperas de jeans gastadas desde el mismo día que la estrenaban, tenían que reconocer que le encantaban canciones de Gilda, Roberto Carlos o Erasure.
La banda liderada por Ciro Pertusi destruye los cánones de la época en que cada tipo de banda tenía sus seguidores y no podían mezclarse, porque la cosa se ponía heavy de verdad. La realidad era que los tipos duros terminaban emocionados hasta las lágrimas con la historia de un perro callejero de Cortez, o reconociendo que ellos tampoco se arrepienten de este amor, de la inolvidable Gilda.
Un rock argentino (y principalmente un punk argentino) lleno de prejuicios recibía un gancho de fin de siglo: la música siempre es música y toca las mismas fibras por más que sean bien distintas. Hoy, cuando tus listas de YouTube parezcan dignas de un ser a internar por bipolaridad aguda, muchos la debemos a esa recopilación que los más rebeldes del rock sacaron del olvido.