Siempre fui un desastre en la escuela,
siempre me gustaba pelear,
y entre los pibes del barrio
nadie me podía ganar.
El terror de la abuela,
la semilla de maldad.
Era como la piel de Judas,
era como un tango animal,
y a la más fuerte del barrio
yo la tenía que levantar.
El goleador del equipo,
el peor en el industrial.
Siempre hacía lo que quería,
y lo que quería estaba mal
y aunque me daban de palos,
nada me podía cambiar.
Ocho materias a marzo
eran el verano normal.
Sólo una ilusión yo tenía:
ser estrella de rock ’n roll;
hice mi banda mi fama, mi dinero,
mi posición.
Ayer: «Rajá de acá, pibe!!»
Hoy: «Cómo dice, señor?»