Hace una década, el rock la convirtió en hit e iba camino a consagrarse como superestrella. Ahora, Érica García dio un paso esencial en su carrera: busca su identidad musical a través del tango.
Érica García corre por los bosques de Palermo; lleva, junto a ella, atado a su perro, que también corre. Escucha música en su celular hasta que lo detiene, de repente, porque se le acaba de ocurrir algo. Una canción, claro. Deja de correr para grabarla en su celular. Tararea de corrido la melodía entera de un tango que luego durará más de 4 minutos, se tocará con cuatro instrumentos, tendrá letra y voz de mujer y le dará nombre a su nuevo primer disco: “Tangos vampiros”. Y sigue corriendo.
“Nunca fui tan libre”, dice ya sentada en un bar, maquillada, gafas y una elegante boina que empieza a hablar de su nuevo perfil. Y sonríe, con su boca inolvidable, que al reír no miente: la libertad la tiene feliz.
Libertad para grabar canciones en su celular, luego en la computadora o un estudio, pero también para hacerse la prensa ella misma, producirse, editar su propio disco y coordinar sus propios shows. Libertad para pasarse del rock al tango. En otras palabras, la autogestión total del músico que Érica practica gracias a las amistades y sabidurías conseguidas en más de 20 años en la música. “Cuando las cosas se hacen difíciles – dice- y ves que no podés avanzar, empezás a animarte. Antes de esperar a que otro decida, lo hago yo, y sobre la marcha voy viendo. Eso fue lo que hice con ‘Tangos Vampiros’”. Lo que hizo fue encargarse de cuestiones de producción y grabación que antes delegaba y que ahora resuelve gracias a la tecnología y a una premisa contundente: “Ya no tengo paciencia. Eso de preguntarle al tío, al secretario, ya no existe más, es una estructura obsoleta. La vida es mucho más urgente”. Eso le permite la independencia – que no es autismo, porque sigue rodeada de amigos: “Sacar el disco de otra forma hubiera sido imposible. Una compañía me hubieran dicho ‘¿te parece?’ o ni me hubieran contestado. ‘Ésta está loca, ¿a quién se lo vendo?’. Yo sí sé a quién se lo vendo”.
Érica dice, y se nota, que su giro tanguero es “genuino”, que se divierte y que, al fin, todo se trata de canciones. Para eso tiene una fuente inagotable, y también cierta fórmula que confiesa aprendió a entender desde su laburo con Santaolalla, y que ahora enseña en su academia de canto: “No hay reglas para enseñar, pero sí diversas formas, más que fórmulas, cosas que se deben seguir para hacer una canción”, dice, manteniendo el secreto. Además, compara, el viaje del rock al tango no es tan largo como se cree: “Los dos géneros parecen muy opuestos pero tienen mucho en común. Los dos son rebeldes, tienen ese espíritu, callejero, patotero, esa cosa de ghetto. Los dos hablan de las minas… La diferencia es musical, pero tienen un mismo lenguaje”.
NO TODO ES ROSA
Érica se planta. Su madurez la encuentra, no casualmente, componiendo y cantando tango, género que encaró sin respeto en cuestión de meses y con el que ya probó suerte con éxito: dice que la va a ver la misma cantidad de gente que en un show de rock, y que la prensa le da mucha más bola que con sus proyectos rockeros. “Los shows del disco nuevo vienen siendo muy buenos. Viene gente de antes y gente nueva, del rock y del tango. Y tengo elogios de los dos lados”, cuenta. La cantora de la Orquesta Típica Fernández Fierro, Julieta Laso, con quien compartió escenario, confirma para Dale: “Celebro muchísimo que artistas del rock, con su tamaño y trayectoria, aporten y ayuden en la renovación del tango. Género que, además, le sienta estupendamente bien, por su voz, por su fuerza, por su actitud rea”.
De mujer a mujer, tanguera a rockera, el mimo sirve para no sentirse sola en un ambiente con olor a huevos: “Una chica en el tango, que compone, que dirige la banda, que hace los arreglos, no cae muy bien… – asegura Érica-. Los tangueros están acostumbrados a la chica que canta, y ellos hacen el resto. En mi banda es todo al revés. Es muy difícil. Cantar no es difícil, porque eso es lo que ellos aceptan. Pero cuando la mujer hace todo, que es mi caso, genera una tensión, una resistencia”.
¿Por ejemplo?
Las bandas de tango son muy conflictivas. Estoy sufriendo lo que no sufrí en toda la vida del rock. Toco con todos músicos nuevos muy buenos, y ya habré cambiado de banda como tres veces. Nos queremos todos, pero son conflictivos. Pero es parte del lenguaje del tango: el tanguero es de por sí una persona que siempre tiene un problema. Lo digo con cariño, como cuando uno habla de un biotipo de algo. Y yo soy lo opuesto. Me divierto, le veo el humor a todo, hago chistes permanentemente.
¿Qué más?
Para mi gusto podrían hacer más movida. Por una cuestión de que cuando vos tenés algo lo querés mostrar; me parece que el tango también perdió mucho terreno con el rock porque el rock quiere mostrarse, no hay nadie que haga rock y quiera estar solo. El tango es más oscuro, que esto no, que esto tampoco…. Siempre primero “no”. Ante todo, “no”. Por eso también perdió mucho terreno. En ese punto el tango se quedó con una parte de la identidad argentina que ya medio no corre. En la forma de difundirse se quedó muy encerrado, en su revista de tango, en su canal de tango. Todo “de tango”.
¿Quéres romper con eso?
No es que yo quiera romper: de la única forma que yo puedo meterme acá es rompiendo eso naturalmente.
EL TANGO NOS PERSIGUE
Érica se cuela en toda una experiencia tanguera nueva que agarra al tango desde otras cunas musicales. En forma de orquestas, ensambles y formaciones típicas pueden verse en la escena porteña jóvenes sub 40 que transforman lo bohemio y melancólico del tango en potencia y aire de época. Los más osados lo mezclan con cumbia y hasta reggae. Otros son más clásicos, como La Fernández Fierro o también Astilleros, con quien Érica debutó como tanguera.
Ella estaba, como siempre, haciendo “loops” musicales, de electrónica, hip hop o “lo que venga” – Érica no para de componer-. “En unos loops que estaba haciendo empecé a escuchar tangos en mi cabeza. Yo tenía una resistencia al tango: cómo voy a hacer tango, estás loca… Y escuchaba un tango en un hip hop, me perseguía el bombo, y un día dije: para qué me voy a resistir si me está saliendo y es música, me voy a entregar”. Y así fue como nació “Paloma”, en marzo, con mezclas de Piazzolla. Y así fue como Astilleros la invitó a tocar ése, su primer tema. Luego hizo otro, y otro. Una amiga la llamó para tocar en un evento: “Yo le dije: mirá que yo toco tango ahora. Me dijo “‘sí, sí, por eso’”. Cuando abrió de nuevo los ojos, Érica ya había arrancado su cruzada tanguera: “Desde entonces, todo empezó a rodar. Empecé a componer, me empezaron a brotar “La valija de París”, “Milonga de Pinamar” (temas de su nuevo disco). Y dije bueno, voy a hacer una banda, voy a tocar tango”.
En la genética de esta inspiración e impulso, Érica hurga en su viaje a Los Ángeles en 2003 para marcar lo identitario de la música: “Yo conozco el tango de mis abuelos, porque soy de Buenos Aires, en mi casa había discos de Piazzolla… Pero nunca le entraba, digamos. Nunca me tocaba la fibra. De hecho, yo viví en Los Angeles y me preguntaban ‘¿no hacés tango?’ Y yo: ‘nooo, no voy a hacer tango, cosa de viejos’ (risas). Y ahora me doy cuenta por qué ellos me preguntaban por qué no hacía tango. El tango es nuestra música, nuestra identidad, no lo es el rock. Lamentablemente a quien le pese, yo que he hecho las dos cosas… El rock de acá, en el mundo, como género, te dicen ‘ah, ésto es parecido a los Beatles en castellano’. Entonces, sin querer, fui haciendo lo que me preguntaban afuera, sin darme cuenta, como que uno va llegando a su identidad. Y para mí tiene mucho que ver con haber vivido afuera”.
Contexto del viaje a Los Angeles: año 2003. Érica viene de ser una artista que copa radios y pantallas con su canción “Positiva”, luego su disco “Amorama”. Sí, la pega justo cuando el país se está viniendo abajo. “No me fue tan bien como muchos piensan”, confiesa y señala los vampiros de esa época en la música: las compañías. “No tengo nada en contra de las compañías, pero pienso que en aquél momento era lo que necesitábamos. Ahora es internet. Y ya lo incorporamos perfectamente. Yo terminé de grabar el disco y a la media hora ya estaba a la venta. No hay lógica para como veníamos antes, pero ahora la hay. Todo eso que antes parecía una locura… vos firmabas un contrato y dejabas cosas de tu vida. Y podían decirte ‘ahora hacemos tal cosa’. Ya no es la única condición, la única forma de sacar discos o de vivir de la música. Para nada”.
¿De qué vive hoy un músico?
El negocio está en todo. De hecho se venden discos online, se venden en los shows. Aprendí que es un universo, no es que te tenés que agarrar de una sola cosa. La gente también es muy determinante buscando el mango: sí, el point esta en los shows, pero hay una cantidad de cosas que generan el show. El negocio está en todo y hay que saberlo armar, buscar. No me tiraría a una sola cosa. Porque sino es medio como que “ahora esta allá, vamos para allá”; me parece que lo bueno que nos da esta época es poder ir explorando que, si uno es curioso, va encontrando cómo te podés expresar.
Fotos: Tatiana Daniele