Pablo Romero y Martín Millán explican la dinámica actual de la banda. Además, charlan sobre lo que aprendieron en la terapia de grupo, de su nuevo material con Gustavo Santaolalla y del show que darán el 6 de septiembre en el Teatro Vorterix.
«Nuestro psicoanalista siempre nos decía que éramos como un colectivo en acción, y que teníamos varias partes: la infantería iba adelante, haciendo de punta de lanza. Si de repente la conducción debía cambiar, era mejor que manejara otro. Sin embargo, el vehículo nunca se detenía». Las palabras de Martín Millán, baterista de Árbol, son una pequeña parte de lo que el grupo tomó de Fernando Ulloa, uno de los terapeutas más reconocidos de la Argentina.
«Lo visitamos desde 2004 hasta 2007, y había atendido a Les Luthiers por 25 años. En ese momento teníamos problemas psicológicos como entidad, y aprendimos un montón. Fue una especie de gurú, casi nuestro Yoda. Aunque falleció hace bastante, su obra se sigue leyendo en las universidades. Nos iba a ver con su mujer al Luna Park, o a lugares como la Casa Rosada, y nos enseñó a cubrir todos los espacios en el grupo. Entendimos que aunque una banda tenga individualidades, lo que importa es el espíritu de Árbol».
Después de un descanso de siete años, el grupo retomó la actividad en 2017. Y parece que lo que sucedió en el medio les sirvió casi tanto como las palabras de Ulloa. El baterista agrega: «En mi caso se trató de Oliucanit, un proyecto que encaré con Sebastián -Bianchini, bajista de Árbol- y con Gastón Goncalves, de Los Pericos. Pero Pablo Romero produjo mucho cuando se fue a México, y Hernán Bruckner -el guitarrista- tampoco paró».
-Pablo, ¿cómo se adaptaron a la dinámica desde que te mudaste a Centroamérica?
PR: Nos vemos una vez cada cuatro meses, más o menos, y estamos juntos por unos treinta días. En ese lapso concentramos los ensayos, la composición y los recitales. La verdad que no es tan difícil como creíamos, y es la dinámica desde hace dos años. En el resto del año nos las arreglamos para pasarnos material e ideas, porque con las redes es bastante práctico mantener el contacto. Eso también nos permitió ir bastante a México y a Paraguay, por ejemplo. Los chicos producen mucho, entonces mientras duró el parate nos consultábamos lo que estábamos haciendo, o compartíamos comidas. Nada más fue un descanso, para tomar aire y volver más frescos.
-El último concierto de aquella etapa fue en Puan, provincia de Buenos Aires. ¿Lo recuerdan de manera agridulce?
MM: (Piensa). Fue una jornada muy linda al lado de la laguna, en un atardecer y con mucha gente. Habían puesto un escenario al aire libre. Tenía un sabor a nostalgia, porque sabíamos que íbamos a parar. Aparte, ese fue el último recital que hicimos con todo nuestro staff: pensá que salíamos de gira y éramos quince personas. Nosotros cuatro, más iluminadores, sonidistas, monitoristas, asistentes, mánagers, choferes… una serie de tipos que componían el equipo. Había sensaciones encontradas, por un lado con la alegría de salir de gira, pero al mismo tiempo sabiendo que se terminaba. A la distancia tenemos un recuerdo lindo, porque a veces es imposible una visión objetiva cuando ocurren las cosas. Con los años lo reanalizamos, y dijimos: «Necesitamos hacer aquello y pasar por lo otro». Hoy lo realzo porque estamos mucho más afianzados, con ganas de tocar, de hacer música nueva, de irnos de gira por todos lados y de llevar nuestras canciones adonde nunca fueron. Vemos que todo está tan global y nos encanta, porque nos quedan un montón de lugares para visitar.
PR: Y algo no menos importante: ¡volvimos para quedarnos!
SANTAOLALLA, DE NUEVO CON ÁRBOL
-Desde que regresaron sacaron dos singles. ¿Qué más se viene?
PR: Sí. En 2017 estrenamos «Tiembla el piso», y en 2018 «La vida es todo lo que vos quieras». Ahora terminamos otros cinco temas: tres son reversiones de clásicos nuestros; otro es el cover de la banda mexicana Little Jesus; y la restante es una canción nueva en la que trabajamos con Gustavo Santaolalla. Él hizo la producción, la mezcla y los arreglos vocales junto a Aníbal Kerpel. Fue un honor, y el material se va a llamar «Caminos Cruzados».
-¿Cómo se sintieron al regrabar esos temas viejos?
PR: Increíble. Los trabajamos con músicos mexicanos, y ellos le dieron su impronta musical. Son artistas que admiramos y que nos gustan mucho. En un tema canta Alejandra -Moreno-, de Ruido Rosa, un grupo muy lindo de stoner; y también Lng/SHT, un rapero increíble. Estamos muy contentos, pero por ahora no podemos contar más (risas).
MM: Sería como adelantar el final de la película…
PR: Queremos sacar contenido mes a mes, por ende se van a ir lanzando de acá a fin de año. Además es genial porque en diciembre justo vamos a volver a México, y ahí cerraremos la gira.
-Imagino que retomar el vínculo laboral con Santaolalla fue una experiencia interesante, ¿no?
MM: Sí, algo divino. Lo encontramos hace varios meses, cuando estuvimos la vez pasada por allá. Él había tocando con su proyecto solista, «Desandando el Camino», y nos volvimos a ver. Lo notamos muy bien, con energía y con ganas. Cuando le mostramos el tema quiso participar, y se lo mandamos a los Estados Unidos. ¡Nos devolvió el material y no lo podíamos creer! Como siempre, Gustavo es garantía de calidad.
-Hace unos días se sumaron a la obra teatral «Raíces», que se basa en la música de Árbol. ¿Cómo recibieron la invitación?
MM: En su momento nos llamó Martín Mazalán, que escribió la obra y lleva adelante todo el proyecto. Empezaron hace como un año y medio, y realmente hay mucha gente trabajando. Finalmente se concretó hace un par de días: fuimos a verla todos juntos, una vez que llegó Pablito a Buenos Aires. ¡Nos encantó! Nos pareció increíble, y la verdad que fue un gran homenaje. Incluso llegamos a emocionarnos.
PR: Resultó muy conmovedor, además de que la obra es excelente. Las mujeres que tocan se amalgaman muy bien, igual que los chicos en la parte actoral y de canto. Nos dio un montón de satisfacción escuchar nuestras canciones desde otro lado..