Se llama Cintas secretas. Es el nuevo disco de Moris, nuestro Chuck Berry, el pionero de esta historia. Allí hay interesantes registros en vivo de clásicos de su repertorio y una joya de valor incalculable: la interpretación en vivo de temas que estaba por grabar para su segundo disco, en un programa de radio conducido por Litto Nebbia en 1973.
No fue el único, claro. Pero nada hubiera sido igual sin él. Moris estuvo en el 65, cuando todo empezó, mixturando a Bob Dylan, Ray Charles, Los Beatles, Tom Jobim, Jacques Brel y Enrique Santos Discépolo, diciendo -casi gritando- que rebelde era su corazón, dando el primer paso en un camino por el que después avanzarían tantos, de Charly García y Luis Alberto Spinetta a los héroes de hoy, los que vos sabés. También estuvo en las trasnoches de divague del 66 junto a Litto Nebbia, Javier Martínez y Tanguito, encendiendo la mecha en el pequeño escenario de La Cueva de Pueyrredón y en las mesas de La Perla de Once; en los tiempos de salas pequeñas y sueños grandes; en el estudio TNT donde grabaría De nada sirve y Pato trabaja en una carnicería, en la resistencia de comienzos de los 70 cuando las guitarras podían ser subversivas; en el exilio después del golpe, haciendo la América en Europa y enseñándole a los españoles a cantar rock en español; volviendo a Buenos Aires para ver, sencillamente para ver, cómo seguía la historia. Hizo grandes canciones pero pocas, la verdad. Hizo apenas siete discos: «30 minutos de vida» en el 70, «Ciudad de guitarras callejeras» en el 74, cuatro en España -uno de los cuales, «Fiebre de vivir», del 78, es antológico- y uno en el 95, «Sur y después», que fue promesa de un retorno. Solo siete originales. Después lanzó uno con viejos temas en vivo, «10 grandes éxitos», en el 98, y éste de ahora, «Cintas secretas», que tiene nada nuevo y pura historia viva: versiones en directo de Zapatos de gamuza azul, Atrapado por el rock and roll, El último rock, Sábado a la noche, Cuarenta millones, y tres perlitas que fueron, en rigor, parte de la fugacidad de un programa de radio. Aquí va esa historia: en el otoño del 73, Litto Nebbia estaba conduciendo un ciclo llamado Melopea (homónimo de un disco suyo de aquel tiempo; de allí sale el nombre del sello discográfico que impulsaría mucho después) para el cual invitó a Moris, su compañero de andanzas de años atrás; la cinta que registró esa visita no se perdió y hoy aparece como un testimonio. El programa se emitió el domingo 29 de abril de ese caliente año 73.
Moris anuncia que va a grabar «en RCA Victor» con «el aporte de un conjunto» y canta Muchacho del taller y la oficina, Te tocarán el timbre y El mendigo del Dock Sud, temas que después, efectivamente, irían a «Ciudad de guitarras callejeras». (La espontaneidad del programa radial permite escuchar a un inquieto niño que está presente en el estudio, haciendo ruido, y que es Antonio, el hijo mayor de Moris, el hoy conocido Antonio Birabent). Esos tracks son, por lejos, lo mejor de «Cintas secretas» ¡Qué imponente es la versión de Muchacho del taller y la oficina! Se recomienda.
Como uno pide y pide a quienes quiere y admira -que diga Diego Maradona si esto no es así-, dan ganas de decirle a Moris que escriba más, que queremos escucharle algo nuevo suyo, que se ponga otra vez a escribir o que saque a la luz lo que ha estado haciendo y mantiene inédito…
Pero si no hay más, bueno, no importa. Lo que hizo es suficiente: alumbró a lo que le seguiría. Nada menos.