Es un disco antológico por los temas que lo integran, todas páginas inoxidables nacidas de una misma pluma, y por quienes acompañan a su autor: una constelación de estrellas de la escena local que sólo podrían haber sido reunidas por la obra de un músico tan talentoso, consecuente y a la vez tan respetable.
En un país debidamente desarrollado, donde se reconozcan a sus héroes culturales, el homenaje le habría llegado. Pero como nació y creció en la Argentina, Miguel Cantilo se lo hizo -o tuvo que hacérselo- a sí mismo. Porque su obra lo merece.
Vergüenza -o algo parecido- debería darnos, pero ya está; lo mejor, ahora, es celebrar la existencia de «Clásicos», este formidable disco de temas fundamentales de los últimos 35 años que firmó el mismo autor, ese inquieto y discepoliano pelirrojo que alguna vez eligió llamarse Pedro en su dúo con Pablo.
«Clásicos» nació como un proyecto personal motivado no por el ego, se descuenta, sino porque la obra, que hace mucho dejó de ser suya para pasar a ser de todos, lo merecía. Y se fue haciendo de a poco. Tardó más de un año, casi dos. Y aquí está, a pocos días de ver la luz. En este disco, Miguel Cantilo aparece cantando sus temas más trascendentes junto a una selecta y formidable compañía. Va el tracklisting: Adonde quiera que voy con Fabiana Cantilo, Yo vivo en esta ciudad con Ruben Rada, Padre Francisco con Ricardo Mollo, Blues del éxodo con Hilda Lizarazu, Che ciruja con Andrés Calamaro, Apremios ilegales con Charly García, Catalina Bahía con León Gieco, Los sueños de la cultura con Claudia Puyó, Adónde va la gente cuando llueve con Juan Carlos Baglietto, La gente del futuro con Gustavo Cordera, La jungla tropical con los Super Ratones, Que sea al sol con Alejandro Lerner, Tiempo de guitarra con Moris y en el final, La marcha de la bronca con todos: un We Are The World tercermundista y protestón que reúne, por orden de aparición, a Gieco, Baglietto, Cordera, Mollo, Lerner, María José Cantilo, Lizarazu, los Super Ratones, Moris, Fabi Cantilo, Claudia Puyó, Andrés Calamaro y Jorge Durietz -el Pablo del dúo-, acompañando a Cantilo, alguien que fue llamado alguna vez «el Discépolo del rock», y no casualmente.