Divididos se presentó el viernes en el Anfiteatro Municipal.
San Pedro decidió quedarse durmiendo ese viernes 24 de octubre. Desde el día anterior vaticinaban lluvia, pero el Anfiteatro Municipal Humberto de Nito abrazaría a miles de santos en remera rosarinos que ya no soportaban esta abstinencia de Divididos.
Es habitual tenerlos dos veces al año en nuestra ciudad, y ya es casi un vicio. Pero este 2003 nos había amarreteado rock aplanador. Luego de varios amagues de venir, se concretaba la fecha del 24 de octubre, en el CEC, recordando las viejas épocas.
Pero la Municipalidad prohibió que el recital se realizara en dicha instalación, por quejas de los vecinos por “ruidos molestos”. Es cierto que el CEC no está debidamente acustizado, pero sobran las sospechas que se trataba de empatía hacia el rock de parte de aquellos vecinos.
Pero, no hay mal que por bien no venga, y la fecha terminó transladándose al Anfiteatro, que es mucho más amplio, al aire libre, y con un sonido impecable.
Desde temprano la cola de fanáticos para instalarse en la vaya esperaba sentada en el césped del Parque Urquiza. Abrieron las puertas temprano, a eso de las 19:30 hs. Pero el resto de los santos tardaba en llegar. Entre las primeras personas que ingresaban, llegó una señora de alrededor de 60 años con su remera de Divididos puesta. La gente comenzó a aplaudirla…¿qué menos se merece alguien con aquel espíritu?
A la hora de arranque del show, las 21:30, la gente se deslizaba por los corredores como hormigas cuando está por llover. Se habían vendido 4.800 anticipadas, así que calculo que esa noche habrían mas de 5.500 personas.
Cerca de las 22 hs pisaron las tablas Diego Arnedo, Ricardo Mollo y Jorge Araujo. La lista fue casi la misma que el recital de River, a excepción del esperado “Zombie” y alguno más. En su cumpleaños número 15 la banda decidió dedicar su espectáculo a los santos en remera…y dejarles elegir la lista de temas. Pero como esta votación era a través de internet, participó gente de todo el país y el mundo, 34.000 personas en total. El resultado fue una lista con demasiados temas que nos tienen cansados, seguramente por el hecho de que hayan votado muchísimas personas que no son seguidoras de la banda. Ante ello Arnedo había declarado: “la gente tiene una banana en la oreja”.
En el Anfi Mollo dijo que “muchos de ustedes deben haber votado esa lista”, ante lo cual la mayoría silbaba y gritaba un rotundo “Noooo”, limpiando así la dignidad de santos rosarinos, sin bananas en las orejas.
Abrieron con “Haciendo cosas raras”, un tema que añorábamos desde hace tiempo. Le siguieron “Alma de budín” y “Elefantes en Europa” y el frenesí de “Salir a comprar”, “Que tal”, y “Una noche en New York City” de Sumo.
Los momentos más fuertes se dieron con algunos temas como “Camaron Bombay” con Mollo como director del coro de santos. Otro tema que hacía mucho que no escuchábamos fue “Sisters”, y el maravilloso “Dame un limón”, recordando las resacas: “quién de ustedes no ha tenido una” desafió Ricardo. Para este tema fue invitado Pepo de la banda “Científicos al palo” con su guitarra slide reemplazando al trombón del tema original.
Hubo una pequeña parte acústica, que nos hizo recordar aquella promesa de traer el electroacústico a nuestra ciudad. Diego tocó un bajo fretless, Jorge se pasó al frente sobre un cajón peruano dotado de escobillas, e interpretaron “Como un cuento”, y “Pepe Lui”. Este último tema fue dedicado al guitarrista de Léon Gieco, Eduardo Rogatti, quien falleciera pocos días atrás, a Pepe Lui por supuesto, y a todos los santos que se fueron allá arriba.
Volvieron al power con “Tomando mate en La Paz” “Paisano de Hurlingham”, “Cielito lindo”, “Ala delta”, y sí…otra vez “El 38”.
No sé si la fuerza y energía sobre el escenario de esa noche del trío aplanador era contagiada por la fiesta imparable de los santos, o viceversa. Lo innegable fue una comunicación muy fuerte, y una fiesta constante.
Ricardo que ya parece Gardel porque “cada día canta mejor”, Magoo con su virtuosismo demoledor, y Diego, el mejor bajista de rock del país, que tocó casi toda la noche con el bajo parado, casi transformándolo en contrabajo. Llamaba la atención la extremada energía de Diego, en sus manos y en su voz, coreando a Ricardo toda la noche, y dejando fluir una expresión de alegría que pocas veces deja ver el Cóndor. Y la gente, incendiándose en baile y pogo. “Rosario no se puede creer lo que es, mirá Diego”, declaraba Ricardo.
Esa noche fue un ritual, una danza de voces, cuerpos, y bengalas. Las banderas flameaban al canto de “Escúchelo, escúchelo, escúchelo, la aplanadora del rock&roll, es Divididos la puta que lo parió”, que aparecía en cada resquicio de silencio. En una de las vueltas, Magoo empieza a acompañar con su batería este canto, a lo que luego se suma Diego con el bajo, tocando al son de la gente de voces disfónicas ya.
El cierre fue con un popurrí que nació en un “Rock&roll de Rasputín”, siguió con el “Ojo blindado” se Sumo, “Rock&roll” de Zepellin, “Rasputín” de nuevo, y coros del “Hey Jude” de los Beatles al final.
Lluvia de púas, palillos, y cuerdas de Mollo nos dejaron como gallinas buscando en el piso.
El abrazo antes de arrancar el recital que se dan Ricardo, Jorge y Diego, es conocido por todos. Pero esos abrazos, reiterados, repletos de sonrisas y euforia del final del show, nos hacían sentir a todos ante una escena de amistad íntima y única, y también imaginar (o recordar algunos) lo que sería cuando recién empezaban en esta historia del rock, y se emocionaban con la calidez de un público.
Divididos caminó la vereda de Rosario a la quinta La Calandria, y los santos rosarinos, junto a los de San Nicolás, San Pedro, todas las ciudades del Gran Rosario, Buenos Aires, Hurlingham, y quién sabe que lugares más, fuimos retirándonos despacito, con la cabeza aún aturdida, y pensando si se había tratado de un sueño…o si había sido real.