Cuando un recital termina como el de La Máquina de Hacer Pájaros el sábado 12, con gente subida al escenario bailando y vitoreando al grupo y forzando dos: bis, parece que estuviese prácticamente todo dicho. Y sin «embargo cfeo que vale la pena recordarlo un poco más en detalle.
Desde el mismo momento de subir al escenario La Máquina impresionó por la justeza con que se movían sus músicos. Cada detalle: parecía: estar cuidado al máximo. -El tema inicial, Rock no podía sef mejor elegido para Un comienzo con: polenta: el bajo de: «Fernández marcando -la base con so lidez mientras su voz, a dúo con la de García se elevaba apenas por encima del órgano de Cutaia.
No Puedo Verme Más, con sus cortes fítmicos” justos” y el vértigo del contrapunto órgano-guitarra se encargó de ir poniendo: a la gente “en clima”.
“Ahora vamos a tocar un tema que al igual. que todo:e). récital-se lo dedicamos a Miguelito”. dijo Charlie, refiriéndose a su hijo recién nacido, y el grupo se sumergió en Bubulina, ganándose la primera gran ovación de la noche que Bazterrica se encargó: de justificar con un soberbio soto.
Tras Bubulina vino, en mi opinión, lo mejor de la noche: la presentación de cuatro temas del segundo LP de La Máquina, una demostración de la cormunión música-poesía que puede lograr el grupo cuando se suelta.
El vendedor de las chicas de plástico se llevó las palmas. Una soberbia sátira sobre las muñetas de guma inflables, último gancho de los sexshops y una lúcida alusión a su variedad porteña: las chetitas de carne y hueso: «cómprese hoy una tinda mujer / que no piense ni coma; no busque más señor / que no hay nada méjor que una nena de goma»
“Vamos a tocar un tema dedicado a una de las diosas de nuestra mitología moderna”, Así introdujo Charlie a una lenta canción-homenaje a Marylin Monroe, que aunque bien lograda tuvo regular. acogida, en parte por lo inaudible de las letras pero fundamentalmente, a mi modo de ver, por un problema generacional: Marylin “resultá casi “una- extraña para una audiencia cuya édad promedio ronda los 17 años.
Siguió otra prueba de la mordacidad de García para comentar situaciones contemporáneas con Qué Se Puéde Hacer Salvo Ver Películas, tema que da título al segundo álbum de La Máquina.
A partir de allí y hasta el final, el grupo atacó los temas más celebrados por su público, Ssshh, Por Probar El Vino Y El Aguá Salada, Boletos, Pases y Abonos y el infaltable Como Mata El Viento Norte. Todos mostraron una impecable cohesión entre los teclados de Cutaia y García y la guitarra y una notable sincronización con la base rítmica de Moro-Fernández.
Paradójicamente, quizás esté alli el elemento que me dejó afuera —emocionalmente- de la gente que se abalanzó sobre ej escenario: La Máquina sonó, es cierto, como una máquina bien lubricada, profesional y precisa, pero sin permitirse la espontancidad necesaria como para escaparle un poco al “libreto”. Es indudable que el grupo sabe cómo mover al público. Los contrapuntos de teclados, los solos de viola y los “climax” tipo Boletos, Pases y Abonos con los cinco instrumentos a todo trápo son una prueba fehaciente, a juzgar por lo visto el sábado.
Pero do que me reconforta personalmente es saber que hay algo más detrás del encandilante despliegue técnico de la Máquina. Detrás del Charlie García de los chistes entendibles a medias y las poses tipo “star para consumo púber”, se esconde un poeta humanamente inconformista, quemante, lúcido. El Charlte García que nos dio Quien Me Lo Robó, Cuando Me Empiece A Quedar Solo y Las Increíbles Aventuras Del Señor Tijeras. El mismo de Muñecas De Goma y Qué Se Puede Hacer… El mismo que en sus letras se burla abiertamente de la imágen prefabricada que quieren vender de él (“padres, hijas, hermanas van a escuchar el llanto del adios, del adiós Sui Generis”) aunque muchas niñitas qué habrán comido el chupetín que venía cón el programa nunca lo lleguen a comprender y prefieran un autógrafo.
Alfredo Rosso