Medusa debuta para que no todo sea rock chabón y pop vacuo. La crítica de Mariana Enriquez, para Página/12.
“Fue como hacer un disco de Queen con dos pesos”, dice Marcelo Montolivo acerca de la grabación de A dos pasos del cielo, el álbum debut de su banda Medusa, que él mismo produjo. Y recuerda entre carcajadas el “diálogo artístico” con Daniel Melero, que masterizó algunas canciones y sufrió junto a la banda. “Daniel me llamaba, desesperado, y decía: ‘No lo puedo comprimir más. ¡Mirá cómo suena! ¡Es ominoso! ¡Me corre frío por la espalda!’.” Por fin, después de dos años, le pusieron punto final. Y consiguieron lo que querían: un disco que suena épico, teatral, enorme, pero también rockero y directo.
A dos pasos del cielo es una rareza en el panorama del rock nacional, porque no se parece a nada, pero refiere a todo. “Anocheciendo” es una canción muy Suede, muy glam elegante, pero enseguida pueden pasar al glam vulgar de Gary Glitter en “Calor”. O cerrar con “Piel caracol”, una épica con coros y orquesta que sube y sube citando a “Hey Jude” de los Beatles. “Esperar” cita a The Supremes, “Prefiero soñar” tiene un solo a la Steve Jones (Sex Pistols) y “Cambia si te vas” es puro Phil Spector, pared de sonido incluida. Otras influencias claras son Mick Ronson –el mítico guitarrista de David Bowie– y ¡el pop italiano de los setenta! Montolivo y el cantante de Medusa, Bruno Maccari, se confiesan fans de Raphael y Mina, pero fans serios, sin que la burla se cuele en la devoción. “Somos serios”, dice Bruno. “En la foto del disco no quisimos sonreír, no hay nada de qué reírse. Si en algo coincidimos con Marcelo es en que nos molestan mucho los grupos divertidos. Estamos inmersos en la realidad de este país, pero nuestra respuesta no es literal, no es un reflejo ingenuo, sino una propuesta que motiva y abre.”
A dos pasos del cielo carece de chistes, arengas y canchereadas diversas. Es, eso sí, un disco terriblemente ambicioso. “Nos planteamos una empresa imposible”, explica Montolivo. “Que fuera un disco épico y un experimento maximalista. El rock últimamente es minimalista, y nosotros queríamos ir hacia el lado opuesto.” También quisieron hacer un disco revolucionario, pero desde la estética. “Lo que hoy se considera rock -dice Montolivo– no es rock, en mi opinión. El rock chabón es de derecha, es funcional. No ayuda, revuelve las heridas, habla de lo que la gente ya sabe, es paternalista y demagógico; no piensa. En los setenta, con Pescado Rabioso o Almendra, había sutileza, no se buscaba que la gente fuera cada día más bruta. Y después está el pop estilo Leo García o Miranda!, pura estética que no valoriza, es de ghetto, es banal, demasiado superficial. Lo que hacemos con Medusa es teatral, pero no es tonto.”
A dos pasos del cielo tuvo ayuda de amigos que regalaron su tiempo desinteresadamente; un disco como éste sólo se hace con mucha plata o con mucho tiempo, y Medusa tuvo que priorizar lo segundo. Klauss –Ernesto Romeo y Alejandro Vázquez– pusieron las orquestaciones, la Liga Flower Power ofreció el coro devocional en “Piel caracol”, y Melero casi trabajó gratis. La banda la completan Gustavo Riposati (bajo) y Dany Palmeri (batería y programación). “Creo que todos se engancharon porque creyeron en nuestra propuesta, que es simple: queremos que el rock vuelva a ser importante”, se entusiasma Montolivo. “Buscamos un lugar de ensueño, cultura y revolución. Lograr lo imposible: muy Manic Street Preachers.” A dos pasos del cielo es un disco accesible y complejo, un placer para los especialistas en cultura rock, y también apto para oídos menos entrenados. La producción milimétrica no le resta emoción; ese trabajo arduo yenloquecido de estudio se nota en cada rincón intimista y en cada fanfarria. Una rara mezcla de crudeza y racionalidad que asume riesgos y se atreve, toda una proeza en tiempos conservadores.