Suele decirse que el año Calamaro comenzó cuando, en Cosquín, retornó acompañado por la Bersuit. Sin embargo, parece que los últimos dos años fueron declarados los “años Calamaro”. El regreso del Cantante al país y a los escenarios, los cambios ocurridos en su vida personal, sus nuevos discos, los homenajes en su honor y el reencuentro, finalmente, con Ariel Rot, su compañero de Los Rodríguez, marcaron la ruta del éxito.
Este músico de 45 años, que aprendió bandoneón a los 8 y a los 17 años ya tocaba los teclados en el grupo de candombe-rock Raíces, con quienes debutó discográficamente, y que saltó a la fama de la mano de Miguel Abuelo en Los Abuelos de la Nada, retornó a Córdoba para cerrar la gira que inició con Rot (que incluyó Buenos Aires y Mendoza).
El Salmón, impecablemente puntual, llegó a la capital cordobesa y pudo comprobar que por fin ocurrió su repatriación artística. Diez años después de la despedida de Los Rodríguez, dos de ellos volvieron a juntarse y a regalar esos acordes que todos conocemos. Pero Andrés repasó también su discografía solista y el show fue sencillamente excelente.
El Canal 69 inició la gran noche y las ocho mil almas que lo esperaban en el Orfeo Superdomo estallaron con una mezcla de éxtasis y emoción por un reencuentro con uno de los más grandes de la historia del rock nacional.
La grandeza de Calamaro es difícil de describir. Sus canciones son algo así como un lugar en los que uno siempre quiere estar: a los que se retorna una y otra vez. La simpleza que habita en sus letras se vuelve increíblemente profunda al modificar las percepciones. Él logra aquellos que muy pocos pueden: convertirnos en criaturas más sensibles y frágiles, o en supervivientes. Y eso es casi todo lo que se puede pedirle a un artista.
Y este artífice de maravillosas poesías, respetuoso de su público a más no poder, logró, durante más de dos horas, transportar a los presentes a un universo paralelo, al universo comandado por el Capitán Andrés.
La noche seguía y, con ella, aquellos hits que siempre es bueno volver a escuchar. Milonga del Marinero y el Capitán, Crímenes Perfectos, Buena suerte y Dulce condena continuaron en un nivel que no deja espacios para la crítica. Mientras, el creador de Mil Horas no paraba de agradecer la presencia, la onda y el cariño: “Un público así no se puede comprar en el supermercado”, dijo. Y, más allá de la demagogia, todos sabemos que el público acude en masa sólo cuando el artista lo merece.
Tanto que hacer siguió con el repertorio y fue dedicado por Ariel Rot a los “compañeros que se quedaron en el camino. Para Julián (Infante) y Guillermo (Martín)”. Mientras, el público coreaba el nombre de Miguel, y el espíritu creador de Los Abuelos se hizo presente en el Orfeo.
Los temas continuaron y las dedicatorias también. Esta vez, Andrés le regaló Elvis está vivo a “mi gran amigo cordobés, la Mona Jiménez”. La euforia de las almas presentes era incesante y la alegría de Calamaro también. Ya no era el mismo músico preocupado y atento a cada uno de los detalles que se presentó en Cosquín dos veranos atrás junto a la Bersuit. Esta versión del Salmón fue más relajada, con un disfrute absoluto de parte del ex Abuelos.
Acompañado por Candy Caramelo en bajo, Tito Dávila en teclados, José “El niño” Bruno en batería, Osvaldo Grecco y Rot en guitarras. A su ex compañero de Los Rodríguez, Calamaro lo presentó como el “conductor con manos con magia en la yema de los dedos”. Y, así, con estos músicos de la hostia, seguía la lista de temas que hicieron historia: Estadio azteca, Flaca y Mi enfermedad.
La noche contó con la presencia de Ciro “the broken fingers” Fogliatta, histórico tecladista de los Gatos y ex-tecladista del propio AC, quien los acompañó en Me arde y en un popurrí de “buenas canciones del rock argentino”.
Más tarde, Andrés recordó su primera noche en Madrid, cuando se juntó con Ariel para formar una banda que supo regalar tantas buenas canciones, y tocó el tema que surgió de ese encuentro: Enganchate conmigo.
Mientras tanto, el público coreaba: “Es para Charly que lo mira por TV…” y la devolución de AC fue, simplemente, “son bravos en Córdoba”. Pero, luego, hizo una alusión a la furiosa visita de García a Córdoba semanas atrás. “Siguiendo la tradición, le voy a pegar a uno de los técnicos”, dijo y simuló un golpe. Risas y aplausos para un grande que sabe diferenciarse.
Te quiero, Días distintos, Me estás atrapando otra vez y Sin Documentos continuaban la lista que no dejó nada que desear. Calamaro recorrió la discografía de Los Rodríguez y la suya propia: Honestidad Brutal, Alta Suciedad, El Cantante, El Salmón y hasta el Palacio de las Flores.
Y vino el amague: se fueron del escenario después de aclarar que armaron “una fiesta muy buena en Córdoba”. Pero, como era de esperarse, volvieron y tres temas más dejaron un sabor dulce en quienes esperaron por años el retorno del comandante Andrés. Buena suerte y hasta luego, Mucho mejor y Paloma, dieron el cierre triunfal a una noche gloriosa. En Córdoba terminó una gira merecida y esperada. Diez años después, dos de los Rodríguez volvieron a las andazas, a la nostalgia de temas que supieron acompañar la vida de millones.
El poeta, el artista, el cantante, el hacedor de sencillas y profundas historias se despidió de Córdoba a su modo, de la única manera que puede hacerlo: con grandeza.