A principios de junio se presentaron en Azul Arbolito y Raly Barrionuevo. En un típico ejercicio periodístico intentamos compararlos y meterlos dentro de la categoría «renovadores del folklore con un pie en el rock»…
Músicos mestizos que basan su identidad en hacer de las tradiciones algo frágil. Opuestos que se dirigen a un destino parecido por diferentes caminos y, aunque lo intenten, nunca van a llegar al mismo lugar. No hay nada mas saludable para un género musical que el momento en que los nudos que atan los dogmas se desflecan. Siguiendo una línea transitada por León Gieco, Arco Iris, Litto Nebbia, Vivencia, Horacio Fontova, Pedro y Pablo, Fito Páez, Facón, Divididos, Karamelo Santo, Los Natas y Gabo, Arbolito y Raly Barrionuevo le aportan una nueva visión a la música folklórica.
Casi todos los músicos de Arbolito son oriundos de Capital Federal (el baterista tandilense Diego Fariza encarna la excepción); se formaron ocho años atrás, grabaron tres discos y se los puede identificar como una banda-ideal-para-escuchar-durante-un-viaje-de-mochilas. Raly se crió en la somnolienta Santiago del Estero, grabó cuatro discos (como solista; uno más con La Juntada) y se define como «un cantante de propuestas más que de protesta». Barrionuevo se formó en un lugar donde para tocar la guitarra en una peña hay que saberse no menos de 200 chacareras. En la música de Arbolito siempre parece que hay un peso determinante de la cultura rock y si bien logran fundir esa esencia con los sonidos folklóricos, la manera de tocar los instrumentos siempre parece estar más cerca del pulso rocker de la ciudad que de la calma silvestre del campo. Y si bien es difícil pensar que un nacido en la ciudad alcance la destreza de un provinciano para hacer folklore, es seguro que existen excepciones (como los blancos capaces de tocar blues sin sonar fríos).
La entrevista con Arbolito transcurre hora y media después del recital, en el colectivo de la banda que está a punto de partir hacia Tandil. Raly contesta en el lobby de un añejo-hotel-de-categoría-ubicado- frente-a-la-plaza-central-del-pueblo, dos horas antes de dar su show. Los de Capital prenden uno. Raly toma mate y sostiene con la mano izquierda una colección de cinco discos de Atahualpa Yupanqui cerrados todavía con celofán.
¿Cuán necesario es nacer en una provincia para hacer folklore?
Raly: Está demostrado que no tanto, porque hay gente que no nace (en la provincia), pero se cría, y otra que ninguna de la dos cosas. Cuando uno se enamora de algo y se involucra con eso hasta conocerlo profundamente, puede dominarlo. Sí hay cuestiones que tienen que ver con las etapas en las que uno va aprendiendo, y si en la etapa de aprender a caminar y hablar has recibido la música folklórica o la que sea, te queda prendida. Y tocarla y haberla visto tocar y aprenderla a tocar como uno aprende a caminar, es importante. Los músicos que tienen la posibilidad de vivirlo de esa manera tienen una manera de tocar mucho más natural que cualquier otro. Igualmente hay gente que no ha nacido en provincias como Alfredo Ábalos o el mismo Carnota, que han demostrado que se puede hacer música folklórica sin necesidad de nacer en Santiago del Estero.
¿Y cuándo empezaste a escuchar rock?
Raly: En la adolescencia. Me crié escuchando música folklórica y hasta los diez, once años pensaba que esa era la única música que existía en el mundo. Hasta me acuerdo que cuando tomé conciencia de que en otras partes del mundo se hablaba en otros idiomas, me imaginaba como sonarían las chacareras cantadas en esos idiomas. Estaba convencido de que la música universal era la chacarera. Encontrarme con el rock fue algo muy importante para mí. Yo le incorporó (al folklore) una cuestión mía que forma parte de mi adolescencia, mi búsqueda. Pero la chacarera es algo intocable y si bien el rock me ha enriquecido, no me ha quitado nada de lo que soy.
¿Recuerdan haber escuchado folklore de chicos?
Ezequiel Jusid (cantante de Arbolito): Algo se escuchaba en casa, cosas conocidas, Mercedes Sosa, Los Fronterizos. Pero también Zeppelin, Rolling Stones, Beatles… somos gente que tocamos folklore, pero nos criamos escuchando rock y tomamos un poco de cada cosa. Tenemos la particularidad de estar en el medio de los dos géneros, pero también hay reggae u otras cosas. Es una fusión bastante natural y se refleja en lo musical y en el público. De hecho por ahí nos viene a ver gente del rock y terminan escuchando y bailando chacareras. Y lo mismo con la gente a la que le gusta el folklore.
El folklore y el rock son géneros bastante cerrados ¿Sienten que rompen con la tradición?
Jusid: Eso nunca lo pensamos ni nunca nos importó. Nunca encajamos ni en el circuito del folklore ni en el del rock. Cuando fuimos a las peñas sentimos que no era nuestro lugar, y tampoco nos pasó de sentirnos cómodos en el circuito del rocanrol. Tratamos de inventar lugares para tocar, estamos creando un camino que no sabemos adonde nos llevará. En los recitales nuestros hay gente que se baila una chacarera y al rato está haciendo pogo y después tocamos una zamba… vamos de Mercedes Sosa a Los Violadores.
Raly: La tarea mía dentro de la mixtura entre el rock y la música folklórica por ahí es hasta más trabajosa que para un músico de rock. Vos ponete a pensar que un músico de rock cantando música folklórica queda bien o simpático; imaginate a cualquier músico folklórico tocando rock… como que no, viste? Pasa eso, a Spinetta te lo podés imaginar cantando una zamba, de hecho lo hace, pero Peteco no sería bien visto tocando temas de Pescado. Y lo podría hacer y muy bien, con todo su color ligado a lo folklórico. Es mucho más costoso para mí, que si Ciro de Attaque, que es mi amigo, decidiera hacer un disco de folklore. De hecho, Iorio & Flavio lo hicieron. Ponele que con Peteco decidimos hacer un disco de rock… y no sería lo mismo. Es parte de otro prejuicio y yo voy a acabar con eso (risas).
¿Cómo te repercutió tu amistad con León Gieco y la producción de Gurevich (también tecladista y compositor de Gieco)?
Raly: León es el ejemplo más importante que tengo y trato de seguir el camino que el ha marcado de alguna manera. Trabajar con Gurevich no tiene nada que ver con León, yo tenía ganas de trabajar con él y él conmigo, de hace mucho tiempo. Fue buenísimo y muy positivo trabajar con él, es un músico que ha sacado cosas de mí interesantes.
Por ahí me hacen recordar a León Gieco…
Jusid: Y es que fue el primero que mezcló rock y folklore…
¿Cual es el premio más importante que te dio la música?
Raly: Haber sido invitado la semana pasada (principios de junio) a un concierto en homenaje a Víctor Jara en La Habana, con Silvio y otros músicos más. Me he hecho sentir tremendamente halagado que me reconozcan en un lugar como ese. Y que además, me hayan entendido perfectamente. Porque me prepare toda mi vida para tocar en un homenaje a Víctor Jara en La Habana. Y de repente se me dio… muchas veces aquí me invitan a lugares donde no me entienden y me tengo que negar, porque al programa de las trillizas no puedo ir… un concierto así me hace reafirmar mucho lo que vengo haciendo.
Jusid: El premio más grande son las sorpresas que hay en cada lugar de las giras. El otro día fuimos a un pueblo que se llama de La Garma que tenía 1500 habitantes y el teatro estaba lleno, había un montón de pibes de la escuela primaria. Y flasheamos… Nos compramos este bondi para viajar cómodos y poder ir a todos lados. Antes íbamos todo apretados…
¿Cuáles son los límites geográficos de Arbolito?
Jusid: La chata estuvo cinco años sin parar, pero sobre todo en la provincia de Buenos Aires porque no se podía hacerle muchos kilómetros… Hacia el sur llegamos a Lago Puelo, para el norte Posadas, para el este Uruguay y para el Oeste… Rojas, Henderson (risas).
Hoy salió el disco en vivo ¿cómo lo armaron?
Jusid: Grabamos cuatro recitales (en el Ateneo, en el Verdi, en el Bauen y en lago Puelo, Chubut) y metimos los temas que mejor quedaron. Es un reflejo de lo que hicimos hasta ahora. En vivo ganamos una fuerza, una onda distinta que suma mucha energía el show… es una patada en el pecho. Igualmente el año que viene vamos a grabar otro en estudio, con todas canciones nuevas.
¿Los ocho canales fueron un límite?
Jusid: No. Se limitó la grabación, nosotros no, tocamos igual. Costó más la posproducción, el laburo para hacer que suene bien. Es una grabación económica, tipo las que se hacían hace cuarenta años. Somos una banda que se maneja sin presupuesto. Pero el disco está impecable y refleja mucho el momento de la banda.
¿Qué importancia tiene la estructura con la que te movés (prensa, manager, productores)?
Raly: Si, tengo todo lo que tiene que ver con la parte organizativa del trabajo. Es una parte fundamental cuando se toma esto como un trabajo. Después la búsqueda artística es personal, eso sólo sirve para darle agilidad a cuestiones y que uno pueda desarrollar muchas cosas que a la larga tienen que ver con lo artístico.
Arbolito tocó en un bar con clientes terratenientes para unas cien personas, algo paradójico para una banda con discurso indigenista. Barrionuevo tocó en un teatro exquisito ante apenas 60 personas (el precio de la butaca, entre $15 y $25, fue determinante). Quizá haya en los camarines de Barrionuevo mayor profesionalismo que en los del grupo porteño, pero no en el escenario. Puede que lo de Arbolito tenga una esencia que le da gusto a under, aunque mientras tocaba el santiagueño imaginaba que el mismo show en un lugar sin tanta pompa, con un sonido medio pelo y sin luces sería… fantástico. Y si a Arbolito las condiciones le fueran más propicias, cambiaría mucho y les faltaría ese aire de banda cirquera que tienen.
¿Qué opinás de Arbolito?
Raly: Anoche no los pude ver (ambos coincidieron en Tandil), me hubiera gustado, pero vengo de siete días en Cuba y necesitaba dormir. Me dolió no poder verlos, sé quienes son, los conozco a los pibes, no los vi en vivo, pero escuche el disco y me encanta.
¿Qué opinan del Raly?
Jusid: es del circuito de las peñas. Es santiagueño… Todo bien con el Raly. Es un compañero, está en la misma. Me parece que es chabón al que le gusta tocar.