El periodista Horacio Vargas, compilador de «Las cosas tienen movimiento/40 años de la Trova Rosarina», editado por el Ministerio de Cultura de Santa Fe y que se presentará este sábado en la Feria del Libro, considera que aquel movimiento cuyo primer emergente fue el disco «Tiempos difíciles» de Juan Carlos Baglietto «es una marca cultural muy fuerte que identifica, sobre todo, a una generación post dictadura».
¿Cómo nace la decisión de encarar «Las cosas tienen movimiento/40 años de la Trova Rosarina»?
Horacio Vargas: Nace a partir de gratas coincidencias. La celebración del primer disco de Juan Carlos Baglietto, «Tiempos difíciles» (1982), coincidía con los 40 años de la guerra de Malvinas y con el ciclo «Guitarras y Cascos» pensado por el ministro de Cultura de la provincia de Santa Fe, Jorge Llonch, en el Monumento a la Bandera. Hace 40 años atrás, Llonch era bajista y participaba de la movida musical rosarina que luego se llamaría Trova Rosarina y fue el sonidista de Baglietto, de Fito y de Charly García, entre otros, y le propuse hacer este libro. Su respuesta fue expeditiva: dio el ok y el libro salió a través del sello editorial Santa Fe Ediciones. En medio de una grave crisis económica de las industrias culturales, es el Estado santafesino el que decide apostar por el libro.
¿De qué manera se planteó el diálogo entre artistas de la Trova y periodistas rosarinos encargado de cada perfil?
HV: El libro se comenzó a gestar hace más de un año. La consigna como compilador para cada colaborador/a fue muy clara: a) narrar una historia interesante, b) no caer en lugares comunes, c) prescindir de Wikipedia (risas). Todos los periodistas convocados tienen oficio, crecieron en la sección espectáculos de las redacciones de los diarios, conocían a sus biografiados. El resultado final es un libro de crónicas, perfiles y entrevistas del que estoy orgulloso poder haber editado. Y no tengo dudas de que con el paso del tiempo se transformará en un libro de historia de la música de Rosario.
¿En qué momento aparece el texto de Gerardo Rozín (fallecido hace un mes) y qué valor le das a ese escrito incluido en la gira aniversario de «Tiempos difíciles» y –en parte- en su reedición en vinilo?
HV: Para mí tiene una carga muy fuerte. Rosario/12 fue el primer lugar donde Rozín trabajó como periodista y yo fui su primer jefe y amigo. Su fallecimiento fue muy triste. Un día, Reynaldo Sietecase me susurra al oído que Rozín había escrito un texto maravilloso sobre la Trova Rosarina a pedido de Baglietto y se lo pedí. Y Juan no dudó en dármelo para su publicación. A modo de «contraprestación» le regalé a Juan el vinilo –usado, obvio- de «Actuar para vivir».
¿Sentís que hoy en día hay una reconciliación entre sus hacedores y lo que fue la Trova Rosarina? De ser así, ¿a qué lo atribuís?
HV: El gran gestor del regreso de la Trova a los escenarios es Baglietto, que es el mismo tipo que hace 40 años atrás se le plantó a los directivos de EMI y les dijo que iba a grabar con sus amigos de Rosario. Ese gesto solidario entre los músicos –más allá de diferencias estéticas y choques ególatras- perdura aún hoy. Se puede decir que hay un gran ausente en este regreso que es Fito Páez, pero Fito pone las cosas en su lugar en el artículo que escribió sobre él el periodista Pedro Squillaci donde dice: «Particularmente nunca me sentí un juglar medieval afectado por un viaje en el tiempo recorriendo las pampas argentinas, ni un trovador con su inseparable guitarra animando fogones. Sí, un versero rosarino, sin lugar a dudas (…) Fue un largo viaje iniciático pleno de despertares y primeras veces. Es por lo que guardo el mejor recuerdo de aquellos años dorados. Sí que fuimos un grupo. Una experiencia colectiva con todos los condimentos que hicieron de aquella una irrepetible e inigualable combinación de planetas y estrellas (…) Todos los que formamos parte activa de aquella novedosa movida de los años 80 nos sentimos representados por los miembros que actúen cada noche en cada ciudad, hoy en este tan diferente, y no tanto, presente. Somos parte de una pléyade, de una cofradía que no es una materia común de la cual uno pueda o quiera desligarse así nomás. Las marcas del tiempo hicieron todo lo demás».