“No quiero hablar de lo que me gustó, de lo que me gusta, de lo que me gustaría o de lo que no me va a gustar nunca, y tampoco parangonarlo con lo que le va a gustar o gustaría al resto de la humanidad”. Con estas palabras, el cantante y baterista del trío Manal, ejemplificaba dos semanas atrás, ante un redactor de Pelo, la posición del conjunto con respecto a las críticas.
“Qué es la crítica —insistió casi irónico—, la ignoro tanto que no la conozco”.
La defensa o la posición asumida por el conjunto tiene, sin embargo, un motivo definido: en los medios periodísticos, y entre algunos entendidos musicales, se había gestado una especie de desilusión con respecto a las posibilidades del grupo dentro del panorama musical argentino. La motivación para que esas críticas coincidieran fue un recital organizado por Beat Baires en el teatro Coliseo dos meses atrás. En esa oportunidad la actuación del trío con más futuro de la Argentina había sido, para algunos, decepcionante. Ese día, por momentos, ninguno de los integrantes del conjunto se apoyaba con su instrumento: cada uno tocaba por su lado y, aparentemente no le interesaba lo que el otro hacía. Todo tenía el aspecto de ser una gran zapada; pero luego de quince minutos de actuación gran parte del público se fue dando cuenta de que algo anormal ocurría entre ellos. Un conocido productor de música pop hubiera sido Manal los que estaban sobre el escenario el público no los deja terminar”. De todos modos, ese juicio parece bastante exagerado. Aunque en esa misma oportunidad el nivel de aplausos y silbidos que premia habitualmente cada intervención feliz de Manal fue mucho menor.
Treinta días después, en uno de los últimos recitales organizados en 1969, en el teatro Astral, los tres integrantes de Manal, Javier Martínez, Alejandro Medina y Claudio Gabis, no sólo provocan los elogios de los críticos con su actuación sino que además consiguieron que las mil quinientas personas que presenciaban el espectáculo se levantaran de su butacas y comenzaran a aplaudir y vivar al trío cinco minutos antes de la finalización del show.
Obtener que Manal, y en especial Javier Martínez, aclarara los motivos de tan rotundo cambio en sólo treinta días deparó más de tres horas de charla con un redactor de Pelo. Los tres integrantes están incluidos en el circulo de los más lúcidos músicos argentinos (que son pocos, al menos en todo lo referido a teoría), y precisamente por eso son los más aptos como para emprender la difícil tarea de explicar —si se puede— los elementos que van más allá de la música pero que son inherntes: opiniones sobre el público, la evolución de la música pop en la Argentina o el cansancio (o no) del músico en un medio hostil. Con ellos es difícil hacer una nota. Quizás porque, al revés de otros músicos, tienen mucho que decir, pero es difícil pasarlo en limpio. Por momentos son secos, duros, agresivos, como la música que hacen. En otras oportunidades suelen ser más elásticos y penetrables, también como la música que hacen. Para concretar un reportaje hace falta jugar con sus mismas armas: agredirlos si es necesario. Pareciera como si tuvieran que tener motivos más importantes que decir algo para un reportaje. Tal vez porque piensen —con cierta razón— que lo que ellos hacen es música, y que en ella residen todas las explicaciones de sus actos. Pero generalmente los periodistas piensan al revés, porque ellos están para que la gente —inclusive los músicos— digan sus cosas (todas las que puedan) con palabras. Esta entonces es la suma de agresiones —amistosas— entre un periodista y Manal.
Pelo: Está bien. Ya se que no querés hablar de lo que te gusta y lo que te va a gustar, etc., ni parangonarlo con los gustos de la gente. Pero entendé que algo pasó en ese famoso recital de Manal en el Coliseo, y supongo que debe tener alguna explicación y además…
Javier: No me intersa hablar de ese asunto. Fue sólo un recital más. Y listo.
Pelo: Decime: ¿vos nunca: hablás de música con nadie?
Javier: Sí, querido, sí: yo hablo de música con quien puedo. Lo que pasa es que no me gusta explicar una cosa que es obvia. Lo que pasó en el Coliseo ahí está, que cada uno lo interprete como quiera y chau…
La cosa se había puesto tensa: Javier había cerrado de golpe la revista que hojeaba y tamborilleaba con sus dedos sobre el escritorio. Claudio Gabis, el guitarrista, intentó mediar, una actitud que también parece ser su función en el conjunto.
Claudio: Mirá, veinte recitales son excepcionalmente diferentes entre sí. Cada recital es un mismo acto que aparenta ser igual pero no lo es. Lo del Coliseo tenía que darse y también lo del Astral.
Javier: No, Claudio, no: ¿qué tenía que darse? Simplemente fue un recital más.
Pelo: ¿Pero algo especial ocurrió ese día?
Javier: Nostros hicimos nuestra música de siempre. Simplemente se metió la nariz en cosas donde nunca antes lo habíamos hecho.
Pelo: ¿En qué cosas se metieron?
Javier: ¡Ahhhhhh! ¡No! De eso se tiene que haber dado cuenta el público o vos mismo: si no para qué fuiste. Lo único que te puedo decir es que hubo fenómenos free: algunos comprensibles y otros incodificables.
Pelo: ¿Y esos fenómenos qué aportaron al trio?
Javier: El saldo de las cosas siempre es positivo.
Alejandro: Las experiencias muchas veces son duras.
Javier: Las experiencias no son duras ni blandas ni nada: son experiencias.
Alejandro: Pero a veces, como las del Coliseo, sí son duras.
Javier: Bueno: esa habrá sido para vos.
Es cierto: para Alejandro Medina, el bajista, fue dura. Ahora es probable que esté recuperado. Mejor dicho, es seguro. Pero después del recital del Coliseo. Estaba realmente desubicado: “Lo que voy a hacer ahora confió— es viajar. No podemos seguir así. Te juro que no le entendía a Javier. Estábamos mal hermano: no como músicos ¿me entendés? Qué sé yo: a veces, cuando no logro algo tan lindo como hacer música con Manal, me canso, me canso mucho”. Alejandro estaba desilusionado, como si él mismo también hubiera sido un crítico en ese momento. Lo que confió lo dijo en el boliche Bomarzo, dos días después del recital del Coliseo. Una semana más tarde el trío volvía a ensayar: todo había sido superado.
Claudio: De todas maneras, de acuerdo a lo que la gente espera de nosotros, lo ocurrido en el Coliseo no fue bueno.
Javier: Por favor, por favor: tratemos de no calificar un recital. O mejor dicho: no califiquemos nada! Lo único que ocurrió es que nos metimos en un territorio distinto.
Claudio: Yo, particularmente, me sentí perdido al entrar en ese territorio.
Pelo: Lo que ustedes dicen con respecto al Coliseo —les guste o no— parece haber sido la causa que determinó que los tres iniciaran un tratamiento sicoanalítico. ¿Es real esta versión que recogió Pelo?
Javier: No. No llegamos a hacer ninguna terapia de ese tipo.
Pelo: Sin embargo, nosotros tenemos algunas informaciones de que algo de eso ocurrió…
Claudio: Bueno, en realidad se hizo la propuesta para iniciar ese tratamiento.
Javier: Llegamos a tener una entrevista con un sicoanlista. Yo no quería ir porque me niega a la mano sicoanalítica. Pero para que los demás no pensaran que yo estaba en contra de todo fui. Después nos dimos cuenta que no iba a caminar. En otras palabras: que no necesitábamos eso.
Pelo: ¿Quiénes son los demás…?
Javier: Los demás son gente muy allegada a nosotros que creyó que por medio de ese método nos iba a hacer un bien. Fue un proceso externo al grupo.
Pelo: Si ustedes se negaron a un tratamiento sicoanalítico quiere decir que están mejor ahora…
Claudio: Sí, por supesto, ahora estamos mucho más juntos.
Pelo: ¿Y antes qué pasaba?
Alejandro: Bueno, antes estábamos más separdos, pero ojo: en cuestiones de mucha altura musical que son casi imposibles de explicar. No como amigos o como integrantes de un trío.
Pelo: Ahora, después de un año de presentarse en recitales y televisión, la gente los reconoce por la calle ¿es incómodo ser popular?
Claudio: Particularmente me gusta: me brinda la posibilidad de conocer nueva gente.
Pelo: ¿Y si perdieras esa popularidad?
Claudio: nunca hice planes para ser popular, que me agrade no quiere decir que me sea necesaria.
Pelo: Siempre se habló de Manal como un conjunto —vamos a decir la palabrita— underground o fuera de lo comercial (comercial entre comillas). Pero la música del trío tiende a convertirse cada vez en algo más popular, o dicho de otra forma: más accesible. ¿Con el tiempo puede llegar Manal a las grandes masas sin traicionar su música?
Javier: Exactamente: nosotros vamos a llegar a ser populares y sin traicionarnos porque en ese mismo momento dejaríamos de ser Manal y también dejaría de ser yo mismo.
Pelo: Está bien. No hablemos de traición: digamos que podrian llegar a hacer una música más «complaciente», es decir unos temas que de antemano se sepa que van a gustar al gran público.
Claudio: Tratamos siempre de ser lo más honestos posible con nosotros mismos así que lo que pretendemos como músicos vamos a volcarlo en los discos.
Javier: A nosotros nos interesa decir algunas verdades que ya están implícitas, no queremos “inventar” otras verdades. Por ejemplo en el caso de nuestro segundo simple, «No pibe», simplemente destacamos esa búsqueda enferma y alienada que existe para conseguir la materialización de bienes y el status.
Pelo: En definitiva, ustedes piensan que son honestos y que la música que hacen responde exclusivamente a esa actitud…
Javier: Escúchame: no seas tan definitorio. Nosotros podemos ser piratas mentirosos y vos también.
La conversación volvía a ponerse tensa. Hubo una discusión entre Javier y Claudio sobre la relatividad de las verdades. Javier machacaba: “No todas las dudas deben transformarse en comprobaciones, sin ellas la vida sería aburrida”. Ellos suelen discutir muy a menudo; pero aclaran: “Muchas veces de esta manera encontramos puntos de contacto. A Alejandro Medina nada parecía importarle demasiado: hacía quince minutos que estaba durmiendo. Previamente se había disculpado: “Estoy sin dormir hermanito, y este calor me pone delirante, qué sé yo”. Finalmente, entre la conversación de Javier y Claudio se pudo rescatar algunas ideas concretas: laudio: Por ejemplo yo no sé or qué una buena parte del pú.blico insiste en qué él (por Javier) y yo competimos arriba del escenario.
Javier: en otras cosas puede ser, pero no tocando.
Claudio: Nostros dialogamos musicalmente; quien no entienda el intercambio que hacemos, no va a comprender nunca que nosotros no luchamos entre sí. Además somos radicalmente diferentes.
Pelo: ¿Qué piensa Manal, precisamente, de su público?
Claudio: Hace dos meses atrás confieso que realmente no lo conocía. Ahora lo individualizo más, conozco sus reacciones. Creo que se está educando musicalmente. Y además está perdiendo un grave defecto de masa que al menos yo comprobé: la frialdad, el público argentino es muy estático. Particularmente el que nos sigue a nosotros creo que está perdiendo un poco de eso y vive más lo que escucha. Inclusive pienso que es mucho más libre mental y físicamente.
Javier: En estos últimos tiempos el público es más cálido, y yo desde el escenario recibo el eco de sus emociones.
Pelo: en qué medida puede beneficiar eso a un músico sobre el escenario?
Javier: El hecho de sentir que lo que tocamos se filtra por ellos y vuelve a nosotros nos hace muy felices. Escúchame, querido, en definitiva, es co-mu-ni-ca-ción ¿entendés?. Eso.
Pelo: Si les pidiera que definieran el espíritu del trío con cuales —pocas— palabras lo harían?
Javier: Fácil: somos tres tipos que queremos ser libres.
Claudio: Y además nos gustaria que a través de nuestra música otras chicas y muchachos descubrieran que tienen que ser libres también.
Javier: Eso. Querido, eso.
Cuando este número de Pelo esté en la calle, seguramente, ya habrá aparecido el primer long play de Manal, una medulosa reunión de temas que tardó varios meses en grabarse. Complementar, estas, sus declaraciones con las letras y la música de sus composiciones puede bordear los límites del asombro: los temas suelen tener la misma agresividad, la fuerza y el atropello de sus palabras.