La cantante, compositora y productora argentina presenta “Slagbaai”, su primer álbum de larga duración, en el que introduce siete canciones con aires de rock y folk pop.

¿Qué buscaste contar en este disco?
“Slagbaai” es el nombre de una isla inventada. Un día, paseando por Wikipedia, me encontré con un artículo que describía una Reserva Natural del Caribe que tenía unos paisajes que me parecieron muy inspiradores. Me imaginé visitando un lugar así y todo lo que haría en un viaje de esa magnitud, y, tomando prestados algunos de esos paisajes, terminé haciendo la primera canción del disco, que funcionó como introducción y manifiesto del álbum: la descripción de un lugar inventado, y el deseo de visitarlo. A partir de ahí, todo se fue ordenando: ¿qué hacemos en los viajes? Conversar con el entorno y la naturaleza, recordar, vivir alguna aventura, emocionarnos, reflexionar sobre la forma en la que elegimos vivir, desear, proyectar cambios, habitar y disfrutar la soledad, extrañar la compañía. Como veía imposible viajar a esa Reserva del Caribe que me inspiró, el disco resultó siendo entonces ese viaje, pero bajo mis condiciones. Un viaje desde la imaginación y la música, a través de las canciones, por mi isla inventada. Los temas van pasando por esos distintos posibles momentos de un viaje, hasta llegar al último, que es la vuelta en bote al continente, ya no en soledad, sino acompañada por algunas amigas que invité a cantar: Candelaria Zamar, Melina Moguilevsky, Natalia Spiner). A fin de cuentas, muchas de esas cosas que suceden en los viajes relativas al pensar, recordar, procesar, sentir con intensidad, son cosas que me suceden cuando hago canciones sola en mi cuarto.
¿Cómo fue el proceso de producción?
Para empezar a producirlo fue clave contar con el apoyo de Fundación Besares, que financió el disco en el marco de su Proyecto Disco Solidario. No hubiera sido posible hacerlo de la manera en que lo hice, y con la tranquilidad, disfrute y libertad que pude hacerlo, si no hubiera contado con ese apoyo. Hacer música tiene una dimensión material que a veces no se nombra y que es fundamental, es un trabajo que requiere muchísimo tiempo y dinero, y no siempre es posible crear en las condiciones ideales, por lo que los apoyos y subsidios que existen para la cultura son fundamentales. El proceso implicó ir dos o tres veces por semana durante todo el 2022 al estudio de Guido Moretti, con quien produjimos el álbum. Como el disco tenía un enfoque muy orgánico, tocado, requería mucha presencialidad, mucho trabajo en el estudio grabando los distintos instrumentos, buscando los arreglos, trabajando con músicos invitados. Por suerte teníamos referencias musicales muy claras, y el trabajo fluyó de manera muy natural. Las canciones, por sí mismas, ya traían consigo un espíritu muy diferenciado y particular que nos guio en cada enfoque de producción. Algo que me gustó mucho del proceso fue que me animé a hacer varios arreglos de cuerdas que encaré de forma inusual desde maquetas y experimentos con la voz, trasladándolas después a violín o contrabajo. Además de los músicos que invitamos a tocar (Candelaria Zamar, Natalia Spiner, Melina Moguilevsky, Fer Fontenla, Leandro Lopez, Uciel Sola), que hicieron un aporte precioso y muy sensible; en un par de temas también lo invitamos a Paco Leiva a co-producir y grabar algunas guitarras y bajos que quedaron tremendos.
¿Cuáles fueron los sentimientos una vez que escuchaste el álbum terminado?
Hace mucho tiempo que tenía ganas de hacer un disco con esta sonoridad orgánica, maderosa, y a la vez ensoñadora. En ese sentido, desde el principio del proceso sentí que íbamos por buen camino y que las canciones iban armando ese álbum soñado. Así que más allá de que fue muy divertido pensar, hacer, grabar, editar, también fue muy satisfactorio sentir que llegaba al resultado y al sonido que buscaba.
¿Encontraste el sonido que querés que te represente?
Siento que es una foto o postal de una búsqueda de este momento, así como en discos anteriores busqué un sonido más electrónico. Entonces no es que quiero que “me represente” sino que me doy cuenta de que es lo que estoy buscando y explorando en este presente con mucha confianza y disfrute, y siento que estoy por un muy buen camino. Me parece importante permitir que esa búsqueda en sí misma sea la que me vaya trayendo preguntas que me guíen hacia lo que viene.
¿Qué cosas te inspiran a componer?
Escribir canciones es algo que hago desde muy chica, casi sin darme cuenta. El día que aprendí mis primeros dos acordes en la guitarra en la primaria, estaba al rato haciendo mi primera canción. Mucho después, quizás hasta después de la secundaria, me di cuenta que lo hacía de forma regular, y que ese momento de sentarme con la guitarra y mi cuaderno sola en mi cuarto era un espacio muy importante en mi vida. A partir de ahí, de concientizar ese hacer, empecé a darle más lugar, y a ver a dónde me llevaba eso, y así fue tomando forma mi proyecto solista. Al día de hoy, después de tantos años, si bien sé que componer es para mí un espacio de expresión, de autoconocimiento, de juego, hay algo que sigue siendo misterioso para mí con respecto a esa práctica de composición, y me gusta que así sea. Hay algo que me pasa cuando hago canciones que es que encuentro una manera de motorizar otras cosas, de no quedarme quieta. Una canción que me gusta siempre me lleva a algo, despierta una chispa en mí que me mueve y me lleva por caminos inesperados. Crear es entusiasmarse, dejarse llevar por ese impulso y a partir de ahí trabajar mucho. Dejar que cada pregunta vaya llevando a la siguiente. Cuando me entusiasmo con algo que compuse estoy por muchos días seguidos emocionada, cantándolo, tocándolo, puliéndolo, encontrándole la forma más “perfecta” hasta sentir que esa primera forma de la canción está terminada. Y a partir de esa primera forma, se abren solas mil preguntas que marcan cómo seguir y me mantienen en movimiento: un arte de tapa, el enmarcado en otra obra, compartirlo en vivo, etcétera.