Dueña de una voz e imagen angelical y sostenida por canciones que sensibilizan, emocionan y calan profundo en el corazón, la joven cantante presenta su tercer disco “Demasiado humana”.
¿Ser demasiada humana es un peso o es algo de lo que sentirse orgullosa?
Cuando escribí la canción “Demasiado Humana” lo veía como algo desesperante, inmanejable, incontrolable. Pero al mismo tiempo, mutó en una tranquilidad. Su carácter no modificable, me hizo amigarme con la idea. No puedo dejar de ser demasiado humana porque, en cierto punto, todos lo somos. La vida trae consigo eso, que es lo que nos hace vivir tan fuertemente el dolor, pero a su vez el disfrute, el amor, las experiencias. La sensibilidad tiene esas dos caras, y hay que amigarse con la idea de que sin una no existe la otra.
¿En qué se diferencia “Demasiado humana” con los dos discos anteriores?
Es un álbum que tiene como diferencia principal lo acumulativo, en la experiencia y en el estudio. Inevitablemente el tiempo trae consigo una evolución, si uno no deja de hacer lo que está haciendo. Está el proceso de composición más digerido y más conocido. Empiezo a entender mis tiempos y cómo funciona. Es bastante caótico, pero empiezo a amigarme con ese caos. Hay una diferencia que no tiene que ver exactamente con lo musical, sino más bien con lo conceptual. Las letras llevan a una transición donde no es más necesario el incendio como en el álbum anterior. La aceptación de la humanidad llevó al disco por terrenos nuevos en las letras, e inevitablemente en la manera de encarar la música desde esta humanidad. A esta humanidad musical aportó mucho haber ido con la banda al estudio, contar con la presencia de otros desde el momento previo a grabar el disco como tal.
¿Cómo fue el proceso de producción de este álbum?
Cuando llegué a tener once canciones terminadas y grabadas en demos empezamos con el productor, Adrián Schenquerman, a planear cómo llevar a este disco fuera de casa. Los discos anteriores habían sido cien por ciento grabados en nuestro homestudio, o con archivos enviados de homestudios de colegas, por la contingencia de la pandemia. Es por eso que este disco lo pensamos de una manera más humana, llevándolo a Chufitlandia, el estudio del Alejandro Spinelli. Tuve la dicha de llevar este álbum al estudio acompañada de una banda maravillosa, compuesta por Valentín Cremona, Bruno Marchetti, Narowé L.S y Dante Fisicaro. Con ellos grabamos las bases de la mayoría de los temas en Chufitlandia, y todo lo que no era grabado en su estudio eran instrumentos o voces que decidimos mantener de los demos. Una mención especial al proceso de producción del disco va para Lucho Scianca, quien me compartió la base rítmica de “Mantra”, sobre la cual compuse la armonía y la letra. Esa canción tiene un proceso compositivo y creativo diferente a las otras canciones del disco, al haber sido pensada en función al ritmo.
Si bien con el correr de los discos vas encontrando más madurez como artista, ¿componer desde el dolor sigue siendo tu motor?
Habrá que ver hacia dónde me lleva la vida. Por más triste que suene, siempre estuve un poco más conectada con eso, lo que vuelve más fácil llevar al proceso creativo por esos rumbos. Disfruto muchas cosas de la vida, y quiero con mucha intensidad a muchas personas. Creo que es encontrar la manera de plasmar eso también en el arte, que no fue realmente nunca una necesidad. El dolor es algo que necesito dejar salir por esa vía para que no me desborde, para que no me derrumbe. Pero quién dice, a partir de ahora encuentro la manera de dejar documentada también la otra manera de sentir que tiene la vida.
¿Qué cosas te dan miedo de pertenecer a la industria musical o de llevar adelante una carrera como artista y cómo superás esas sensaciones?
El hecho principal que no me gusta o que más me agota de la industria es la comparación. Que en verdad no tiene mucho que ver con la música en general, sino con algo que está presente en todos los ámbitos de la vida y que desde que existen las redes sociales está lamentablemente mucho más presente. Me cuesta amigarme con la idea de que cada uno tiene sus procesos y sus tiempos, y que mi carrera no tiene que ser igual a la de otra persona para sentir que está “funcionando bien”. Pero es difícil a veces ver cómo otras personas llegan a lugares en donde a una le gustaría estar, y no saber cómo ni qué hacer para lograrlo. En esos momentos me bajo a tierra y me recuerdo que no tengo que “lograr” más nada de lo que ya estoy haciendo. Que lo que estoy construyendo en el ahora, decantará en el futuro que tenga que ser.
¿Este álbum cierra una trilogía o es la continuación de tu diario íntimo musical que seguirá proyectándose en futuros materiales?
Desde mi carrera personal de cantautora, todos los discos van a tener la característica de diario íntimo musical, porque me es completamente imposible no dejar una parte de mí en el arte que hago. El motor que encontré en la composición es dejar salir algo, no importa el qué, pero importa que sea honesto y que esté conectado con el sentir del momento. En relación a eso, inevitablemente también estará siempre atravesado también por el contexto.
¿Qué expectativas tenés para el show en Humboldt? ¿Con qué se va a encontrar la gente esa noche?
Realmente, lo que deseo es una noche en la que podamos compartir con todas las personas a las que les movilizó el disco, esas canciones que son tan importantes para mí. Estoy eternamente agradecida con la banda que está acompañando todo este proceso, así que ya el hecho de compartir con ellos esta noche, es un sueño. Quienes vengan se van a encontrar un show con mucho trabajo y ensayos detrás. Queremos transmitir de la mejor manera, lo que quieren decir las canciones. Que suene fiel al disco, pero que sea única la experiencia de escucharlo en vivo. Solo va a sonar así el viernes 20 de septiembre en sala Humboldt.
Azul Schenquerman se presentará el viernes 20 de septiembre, a las 22, en Humboldt (ex lado B de Niceto Club). Humboldt 1358, CABA.