La joven cantante y guitarrista presenta su primer álbum «Canción nocturna», en el que navega por el rock, el indie y el shoegaze y habla sobre cómo atravesar un proceso, un duelo.
“Es un disco que creció a la par mío, a medida que lo trabajábamos –reconoce Agostina Sol-. Quería retratar este crecimiento, partiendo de la oscuridad más profunda. El inicio de este disco marca esa desorientación, la pérdida de sentido. Hay una disociación muy grande, que empieza a concientizarse a medida que se enfrenta la realidad y a medida que termina la noche e inicia el día”.
¿La contradicción es un eje que atraviesa a todo el disco?
Quería relacionarlo con la contradicción, traerlo a algo tan propio como mi nombre, relacionarlo con mi identidad. En el disco estoy constantemente peleando con el sol, canción a canción, pero a fin de cuentas me muero por llegar al día. Hablo mucho sobre renegar con la verdad. “¿Estás dispuesto a soportar, lo agrio de la inercia o el ardor de tu verdad?” Dice Tsunami, uno de los temas. La historia tiene una cronología y en ella se van experimentando una serie de emociones propias del duelo. Termina planteando que aceptar el dolor no significa romantizarlo o resignarse. Al contrario, propone esta idea de responsabilidad sobre el propio bienestar. Hay una frase de Sartre que fue clave, que marcó el concepto de este disco cuando lo empecé a gestar: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”. “Canción Nocturna” muestra el recorrido previo a esa afirmación.
¿Cómo fue el proceso de producción?
Lo grabamos en El Ruido durante el 2022 y 2023, pero antes nos habíamos tomado unos años con Ryota, Alan y Uli para trabajar en la preproducción de los temas. Empezamos desde lo más grueso, pactar la estructura, tempos; y nos fuimos poniendo más finos a medida que avanzábamos, definimos arreglos, plugins, samples. Ryota (el bajista de mi banda) y yo somos bastante obsesivos, él se cargó la producción del disco al hombro. Nos juntamos una vez por semana durante dos años para trabajar en estas canciones. Así grabamos todo el disco, hicimos maquetas de todos los temas. Maquetas muy copadas, muy cuidadas. Entramos al estudio con mi computadora y sabiendo cómo tenía que sonar cada canción. Pero para ese entonces no lo sentía suficiente, no me sentía preparada. Me acuerdo que viví la primera jornada de estudio con mucha angustia, lloré mucho ese día. Tenía miedo de no estar a la altura de la situación, de la historia que quería contar. Me conozco y sé que por mi perfeccionismo nunca iba a sentirme lista para esa primera experiencia.
¿En qué momentos te sentís inspirada para componer? ¿Qué cosas te inspiran?
Es muy loco de explicar. No creo que haya un momento en concreto en el que me sienta inspirada. Es más bien un estado, donde estoy más perceptiva y leo la información que me da el contexto, el entorno, con mayor sensibilidad. Tengo hace mucho tiempo internalizada la idea de que estamos constantemente rodeados de sutilezas y de que mi trabajo como artista es estar atenta a ese entorno, y prestar atención más allá de lo evidente. Siempre estoy atrás de lo sutil. Podría decir que cuanto más conectada me siento con el momento presente, es cuando más sensible estoy a mi alrededor, y por consecuencia más inspirada me siento. Me emociono con mayor facilidad y me quedo colgada en emociones que, a veces, voy tan en automático, ni les doy lugar. En esos estados me gusta escribir, intentar no tocar el celular. Aprovechar lo receptiva que estoy y traducir la sensación en palabras y música. Me pasa mucho cuando leo, cuando escucho música o salgo a caminar. Pasar tiempo con mi familia y mis amigos también me inspira.
¿Qué mensaje te gustaría dejar con tus canciones?
Me gustaría dejar algo atemporal, un mensaje que sea significativo. Quiero hacer canciones sensibles y contar historias auténticas, que sean movilizantes. Mi mayor deseo es seguir creciendo como artista y llegar a ser una gran compositora. La música y las palabras siempre estuvieron para mí cuando nadie lo estuvo. Sueño con hacer lo mismo por otros.