Se podría decir que el punto neurálgico de la obra solista de Christian Basso es la melancolía, o el puerto como sitio de cruce y contrabando de músicas, o el desarraigo como concepto. Ninguna de las tres opiniones sería desacertada. Pero soslayan la sustancia que en esencia nutre la música siempre camaristica y misteriosa de Basso: el humor. Estupenda “profundización del modelo” desplegado en «Profanía» (2000) y «La Pentalpha» (2003) —tex mex, valses, ritmos mediterráneos, tarantelas camufladas, arpegios de organito berreta-, como un Nino Rota zumbón y psicodélico definió en «La música cura» una suerte de banda de sonido vintage abstracta que busca su película. Con la sugestiva voz de la cantante china Haien Qiu en algunos temas y la única letra en español escrita por el propio Basso (la tenebrosa “Viento” y su letanía: “¿Cuántas veces cuentas cuentos cruentos?”), el disco se desliza por acordeones, órganos y samplers en un lujoso abanico de invitados, entre los que destacan sus compañeros del Sexteto Irreal, Daniel Melingo y, sorpresa, la guitarra de Gustavo Cerati en una de sus últimas grabaciones.