Treinta minutos de vida es todo un título, ni siquiera se lo puso su autor, Moris, sino un amigo, pero no importa, no viene al caso. Ese disco, «Treinta minutos de vida», y los ocho temas que componen el disco son una página insoslayable de la música argentina.
Mauricio ‘Moris’ Birabent es uno de los que inventó esto que hoy se llama rock argentino, a tal punto que es responsable de haber grabado con los Beatniks para CBS, el 2 de junio de 1966, el primer sencillo del movimiento (hecho que fue tapado por el enorme éxito de ´La balsa´). ‘Rebelde’ se llamó ese simple que en su cara B contenía el tema ‘No finjas más’, vendió sólo doscientas copias pero plantaría la semilla del rock en Argentina.
En la Perla del Once
En La Cueva y en La Perla del Once comenzó a gestarse un movimiento que generaría la primera etapa del rock en nuestro país. En la Perla, una especie de pizzería gigante ubicada en Rivadavia y Pueyrredón, se juntaban Litto Nebbia, Tanguito, Javier Martínez, Pajarito Zaguri, Miguel Abuelo, el propio Moris y otros náufragos que marcarían a fuego las conciencias argentinas con sus canciones.
En el invierno de 1966 los Beatniks, banda que lideraba Moris, nuestro personaje, se puso en movimiento. En La Cueva, un sótano ubicado en la avenida Pueyrredón, hicieron su debut. Influenciados por los Beatles, Rollings y Bob Dylan, Moris y los Beatniks cantaban «Será la última guerra / vendrá la paz / es un engaño absurdo para matar / Y si vas a la guerra / no vuelvas más / serás sólo / una máquina de matar…»
Vestidos de negro, se estacionaban en Florida y Corrientes en una camioneta que expulsaba a todo volumen su música. Otro día podían aparecer bañándose en una fuente de una plaza, provocando la atención de la prensa; o distribuir papeles con la leyenda: «Aquí estuvieron los Beatniks, ¡cuando no!»
De nada sirve
En invierno de 1967 Los Gatos grababan ‘Madre escúchame’ en los estudios TNT con la presencia de varios amigos y músicos. En un alto de la sesión el dueño del estudio le propone a Moris grabar algo. Éste tomó la guitarra de doce cuerdas de Litto Nebbia y comenzó con ‘De nada sirve’. Tenía las frases básicas, nada más. Moris cuenta que a partir de la frase «en este mundo que está podrido…» se largó a improvisar durante casi ocho minutos porque era un tema que nunca lo había terminado.
«Acaso es un tema universal el que toca la canción: la soledad y el consumismo – busca una explicación – Acaso la clave esté en cómo yo digo las cosas, con una mezcla de bronca y confesión, con la voz a punto de quebrarse. No lo sé…»
La cinta de este tema esperaría cuatro años para ver la luz. En 1970 el dueño del sello Mandioca, Jorge Alvarez, le invita a Moris a realizar un disco. El trovador incluyó la cinta con ‘De nada sirve’ registrada cuatro años atrás. Esas cintas contenían un momento irrepetible y Moris lo sabía, sólo se agregó el bajo ejecutado con la sexta cuerda de una guitarra y la percusión que hizo Javier Martínez sobre un enorme parlante de un Hammond.
Musicalmente el tema remite a los «Talkin’ Blues», género que cultivó entre otros, Bob Dylan, en el que el trovador desplegaba una extensa letra sobre una base de blues o de jazz. La médula de la letra es la insatisfacción o el inconformismo, escaparle al consumismo y la apatía. «De que le sirven las heladeras / y lavarropas y televisores / y coches nuevos y relaciones / y amistades y posiciones / si están podridos y aburridos / de este mundo que está podrido / no, de nada sirve…», cantaba Moris, que también muestra una visión crítica hacia los músicos cuando dice que «los que hacen música creen que es lo más importante…» (La línea argumental de la canción coincide con el ‘No puedes obtener satisfacción’ de los Rolling Stones, ‘El dinero no puede comprar el amor’ de los Beatles y de ‘No pibe’ de Manal.)
Moris siempre se negó a hacer ‘De nada sirve’ en vivo, nunca sintió el sentimiento especial que reconoce en la grabación original. Sólo una vez la interpretó en una fiesta elegante en el Hotel Hermitage de Mar del Plata, pero no lo terminó. Se bajo del escenario, dejando a los músicos salvando la situación como podían.
Treinta minutos de vida
Moris grabó el álbum con un plantel de músicos que no figuran en los créditos: Claudio Gabis en bajo y Javier Martínez en batería, (ambos integrantes de Manal); Pappo en bajo (en ese entonces integrante de Los Gatos) y en ‘El oso’, Richard Green, un organista inglés amigo del grupo.
«Treinta minutos de vida» abre con ‘El oso’, canción que pasaría a ser un clásico dentro del repertorio argentino. «Una tarde – relata Moris – una maestra jardinera me pidió que le escribiera una canción para cantar con los chicos en el jardín de infantes. Tenía mi guitarra a mano y la compuse en el momento, en diez minutos. Está escrita bajo el influjo de las fábulas de Esopo y de La Fontaine. Argentina estaba bajo el gobierno militar de Onganía, la situación social era muy conflictiva y en ese contexto surgía el rock nacional. Casi nadie creía que un joven de pelo largo nacido en este país pudiera ser un compositor hecho y derecho.»
Le sigue ‘Ayer nomás’, tema con música de Moris y letra de Pipo Lernoud. «Año 1966. Un beatnik que pateaba todo y estaba contra todo, incluso contra el mismo, primeros pelos largos y Pipo Lernoud que me trae una letra a la pensión de la calle Pellegrini. Este país es grande y tiene libertad, no Pipo?», aporta Moris sobre esta canción la grabó en primer lugar Nebbia con Los Gatos con algunos cambios en la letra.
El tercer tema es ‘Pato trabaja en una carnicería’. Otro clásico que han versionado Andrés Calamaro entre otros referentes de nuestro rock. «Falsos hippies, burgueses frustrados y toda mi rabia contra algunos de ellos, y entre medio, Pato – dice Moris – Pato de Palermo, que allá estará bajando reses sin saber nada de todo este circo. Todo el amor que sentí alguna vez por él y mis amigos del Zoológico, poetas del reaje único y auténtico de los 15 años».
Después de ‘De nada sirve’, le siguen dos tremendas composiciones: ‘Esto va para atrás’ y ‘En tarde de sol’. Dos temas característicos de Moris que siempre ha descreído del género ‘rock nacional’. Prefiere catalogar sus canciones como una ‘chanson argentine’ o una ‘argentinian ballad’, un tipo de canción que sólo puede haber surgido acá.
El anteúltimo tema es ‘El piano de Olivos’, un tema instrumental donde se experimenta con cintas cortadas y pegadas.
«Treinta minutos de vida» cierra con ‘Escúchame entre el ruido’, composición que data de 1966 y que originalmente se llamaba ‘El abuelito’. La canción trata el tema de la identidad sexual, tópico impensable de explorar en esos días.
Mario Cuevas