Los siete volúmenes, remasterizados y con cubiertas originales, son indispensables para ubicar al mejor Pappo más allá del mito del “guitar heroe”. La nota de Fernando García, para Clarín.
Está claro para todos que en este país la justicia llega tarde. También para Pappo que tuvo que pagar con la muerte para tener lo más preciado de su catálogo reeditado en compact disc como se merecía bastante tiempo antes.
Es que nada hubo más injusto hacia Pappo y su música que la deprimente edición en CD de sus discos con Pappo’s Blues, obras maestras del rock duro hecho en Argentina que quedaron relegadas mientras toda la época —los realmente dorados primeros setenta— era remasterizada, corregida y aumentada para volver a orbitar en el mercado.
Pappo’s Blues no. Pappo’s Blues quedó atrapado en el catálogo de Music Hall, con los años transformado en el sello tropical Leader, juntando polvo como una obsoleta estrella del catch. Pero el mito respiraba y paradojalmente, los vinilos originales salvados de la extinción empezaron a cotizar alto a partir de la segunda mitad de los noventa: podían valer entre tres y cinco veces más que un compact común.
En digi pack, con el arte de tapa respetado puntillosamente, remasterizados y con precisas notas de Alfredo Rosso, los siete volúmenes de Pappo’s Blues están de regreso y con gloria.
Buena parte de lo que está grabado en estos discos está entre lo mejor que ha dado el rock argentino aunque el canon haya relegado a Pappo bajo el sutil castigo de premiarlo por su esplendor técnico: el guitarrista virtuoso.
Hay aquí, al menos en los primeros cuatro volúmenes (todos los discos se llaman Pappo’s Blues) y el quinto, conocido como Triángulo, mucho más que yeites, efectos y digitación. Pappo’s Blues es la obra de un artista. Que expresa una sensibilidad alternativa a la poética dominante —surreal o social— y se impone como una tautología. Pappo’s Blues son los blues de Pappo que cerrados sobre sí mismos, están hechos para ser cantados por una sola voz: la de Pappo.
En las notas —originalmente en la contratapa del Volumen I—, el productor Jorge Alvarez lo pone claro cuando habla de lo que mucho que se insistió para que “Pappo fuera Pappo”. A partir de ahí, lo suyo sería la reinvindicación del rock como una música de locos, la banda de sonido de un estilo de vida intenso y, sí, escapista (“Algo ha cambiado dentro de mí y alucinado debo vivir”, canta).
Del Volumen I al V, la máxima preocupación de los blues de Pappo está en la ilusión de la mente, como si asumiera el sino de la generación L. S. D. que pasó de la psicodelia a la psicosis; del viaje al naufragio. Sintoniza, el angel caído de Plaza Francia, con Hombre Esquizoide del Siglo XXI, de King Crimson, y Paranoid , de Black Sabbath.
La música —entonces llamada “hard rock” o “rock pesado”— aporta el afuera. Pappo’s Blues sucede en los años más violentos de la Argentina. Como Pescado Rabioso, Color Humano, Billy Bond y La Pesada del rock and roll y otros grupos perdidos como La Banda del Oeste, Pappo expresa el contexto en el sonido reventado de sus riffs. Se escucha Sucio y desprolijo y se ven Trelew, Ezeiza, la plaza “imberbe”. Es rock, no canción testimonial, y la información muchas veces hay que encontrarla en el sonido. Pappo’s Blues, más que ningún grupo de aquel entonces, sonaba a que todo se estaba pudriendo.
Sorprende la violencia precoz del Volumen I (Especies es directamente extremo), en el Volumen II está el mejor solo de guitarra de toda la serie (Tumbas), el Volumen III es acaso el más querido (Sucio y desprolijo, El sur de la ciudad, Sandwiches de miga, la tapa azulada de la hippie Cristina Villamor) y el Volumen IV es el definitivo. La reedición le hace justicia a la demencia boogie de Fiesta cervezal, el swing noir de El gato de la calle Negra (otro solo memorable) y el éxtasis agotador de la jam Semilla de sésamo.
Fuera de este límite quedan arenas movedizas para Pappo’s Blues. El Volumen V , en realidad llamado Triángulo, es un disco perdido (insondable por donde se lo escuche) para el rock argentino que la reedición devuelve a tiempo. El VI y el VII están hechos de tomas alternativas y sobras y anticipan en cierta forma el futuro azaroso de Pappo en su relación con el objeto “disco”.
Remasterizado y con el cuidado que merecía, Pappo’s Blues volvió para quedarse.
Llegó la paz, finalmente.