Aznar confirma su decisión de explorar Latinomérica. Aquí, en un disco notable, canta con Eva Ayllón, Mercedes Sosa, Gal Costa y otros. La crítica de Mariano del Mazo, para Clarín.
Entre el misticismo y el compromiso social, Pedro Aznar empezó a sacarse el lastre de virtuoso gélido en el mismo momento que cayó embelasado por las compilaciones de coplas y bagualas de Leda Valladares.
Fue una revelación. A partir de ese instante el ex prodigio de Madre Atómica, el «Pastorius» de Seru Giran, el jazzero de Pat Metheny dio un vuelco a su carrera y de una manera beatle inició un camino de canción, folclore latinoamericano y búsqueda de su sonido. Lo encontró en Parte de volar (2002), lo confirmó en el ambicioso y flamante Mudras. Canciones de a dos.
Mudras —según un textito del CD, «un antiquísimo lenguaje gestual de las manos que (…) simbolizan la relación del hombre con la Divinidad»— está integrado por duetos, de Vicente Amigo, Eva Ayllón, Gal Costa y Vitor Ramil a Hugo Fattoruso, Adrián Iaies y Mercedes Sosa. Solamente con El beso, un valsesito peruano firmado por Lucho González y el mismo Aznar que canta la peruana Ayllón, el disco estaría justificado: la armónica de Marcelo Moguilevsky, el vibráfono de Alonso Acosta y la segunda voz de Aznar logran un momento altísimo. La sensual musicalidad de El beso revela a Aznar como potencial artista destinado a otorgar, al menos, criterios de producción a la música popular (escuchar el disco que le produjo al tucumano Alberto Rojo).
Tres notas para decir te quiero (con el español Vicente Amigo), Subte (con el gaúcho Vitor Ramil), Reviens (en francés, con Hugo Fattoruso) y Romance de la luna tucumana (sobre un poema de Yupanqui, con Mercedes Sosa) iluminan Mudras: quizás sin buscarlo, Aznar está nutriendo y renovando el fatigado repertorio de la música popular.
El final es con Tomorrow never knows, de Los Beatles. «Lennon quería grabarla cantando suspendido en el aire, girando, invirtiendo el concepto de pasar el sonido de su voz por un parlante giratorio», dice en el disco. Colgado de unos arneses, como si fuera un acróbata de De la Guarda, Pedro Aznar lo grabó según la idea original de John. La versión suena alucinada, afro, psicodélica. De la cabeza.