Alguien tenía que hacerse cargo del reggae burgués en este país. Alguna banda tenía que dejar de chamuyar devoción a Jah y odio a Babylon para dedicarse exclusivamente a hacer canciones hermosas. Despojados de toda culpa, Los Cafres adscriben al Evangelio según Gregory Isaacs y van por el monopolio del reggae prolijo, pegadizo, romántico y dulzón con Barrilete y Hombre simple, dos discos que se venden aparte aunque sean inseparables.
La banda ofrece el equivalente musical a darse una ducha, perfumarse un poco e irse a chapar a la playa a las siete de la tarde; así de frescos, relajantes y tentadores son los 32 tracks que conforman estos dos álbumes. Todo se confabula a tal fin: los arreglos refinados, las melodías contagiosas, los fraseos de crooner jamaiquino de Guille Bonetto y las letras que, apuntando menos a la combatividad que a la espiritualidad, saben evadir misticismos y dogmas ajenos para dirigirse a la conciencia y los sentimientos universales.
No hay temas que sobresalgan demasiado —ni por buenos ni por malos entre sus pares, y ésa fue la idea: crear una obra extensa y homogénea que se fusione disimuladamente con el sonido ambiente de tu casa, tu auto o tu parador playero hasta, por lo menos, la noche del próximo 20 de marzo. Andá acostumbrándote.