Bel Mondo es el nuevo ropaje de las canciones de Diego Frenkel, el ex líder de La Portuaria. El cambio sustancial es que el rústico sonido de la vieja banda aparece ahora maquillado con ciertos tintes tecnológicos, a cargo de competentes instrumentistas como Fernando Samalea (batería), Sebastián Schachtel (teclados) y Ricky Sáenz Paz (bajo), más varios músicos invitados entre los que se destaca el percusionista Ramiro Musotto.
Podría decirse que la canción es la misma: mantiene el sello de Frenkel, aunque los textos refieren más a abstracciones que a aquellas pequeñas y vitales historias que hicieron de Escenas de la vida amorosa, el segundo álbum de La Portuaria, un disco que aún sigue encantando por su planteo directo y la entrega del compositor. El presente Bel Mondo está estructurado en dos partes bien diferenciadas: hay una marea encrespada, funky y más ruidosa al principio de la placa, mientras que en el final el grupo prefiere la calma, las guitarras acústicas y los climas más reposados. En ambas zonas del álbum, algunas canciones sobresalen nítidamente: es el caso de “Fuego” (un tema muy bien arreglado, especialmente en cuanto a percusión y coros) y de “La marea” (con un comienzo hipnótico que da paso a una canción saludablemente ligera) en la primera parte; y de “Balada acústica” (una instantánea frágil con el brillo del E-bow de Andi Bonomo) y “Europa” (el mejor momento con una canción de tres notas de Frenkel), para el cierre.
El disco exhibe algunas flaquezas. Los textos de Frenkel se han vuelto más cargados y más pretenciosos, y ocurren así caídas en lugares comunes, como el estribillo de “Una flor en el barro”. A esto se le suma que su registro de voz llega, en la mayoría de los casos, a cansar antes de que las canciones terminen, de modo que el proyecto de Bel Mondo por momentos parece naufragar a pesar del maquillaje ostentoso de una fusión que coquetea con una utópica world music. Si el exceso de “lo latino” había dejado sin rumbo a La Portuaria desde Devorador de corazones, estas nuevas ves” tiduras tampoco le hacen bien a la inocencia original de las composiciones de Frenkel.