Ricardo Iorio se portó de mil amores y su trío tuvo buena convocatoria en Córdoba: 2.500 personas. Estrenó el disco «Toro y pampa». La crónica de Natalia Torres, para La Voz del Interior.
«Podemos fallar en lo artístico, pero no en lo emocional». Cuando ya promediaba el final del show de Almafuerte, el viernes a la noche en la Vieja Usina, estas palabras de Ricardo Iorio describieron perfectamente lo que se había vivido durante el show.
No es que el costado técnico de la banda no haya brillado, pero la carga pasional del show fue enorme. Después de todo, Almafuerte presentaba un nuevo álbum, Toro y pampa, y el público (unas 2.500 personas) sobrepasaba ampliamente el de cualquier recital del grupo que se haya visto en Córdoba en los últimos tiempos. En fin, el marco anunciaba fiesta. Y la noche cumplió lo que prometía.
El inicio, con De la carne, fue potentísimo. Y, luego, Patria al hombro sirvió como vehículo para el histrionismo de Iorio, quien no puede dejar las manos quietas, subrayando con amplios
gestos la fuerza de su poesía telúrica. Y si bien su estampa de decidor expresivo no descansa, esta vez el cambiante humor del líder pareció estar en un buen momento.
De hecho, ante el canto de «el que no salta es un inglés», no dudó en conciliar los ánimos, recordándole al público que, después de todo, bandas como Black Sabbath y Motörhead también son inglesas. Justamente, la influencia que el grupo de Lemmy Kilmister siempre tuvo sobre Almafuerte pudo oírse de manera atronadora en los riffs veloces y el ritmo demoledor de La máquina de picar carne, una de las cuatro novedades que la banda presentó en el recital.
Buenas ondas. Y si de «buenas ondas» hablamos, Debes saberlo, otra de las canciones de Toro y pampa que sonó el viernes, tuvo a Iorio advirtiendo, con convicción total que «si no hay amor, se pierde siempre». Pero justo en la mitad del show, dos bienvenidas sorpresas hicieron que la gente, ya entusiasmada, terminara de convencerse de que ésta era una noche especial.
Primero, el líder abandonó el escenario para que la banda regalara dos estupendos instrumentales (uno de ellos, de inspiración blusera, fue titulado el «Tano» Marciello como Una noche en Córdoba). Más allá de que la base rítmica armada por el baterista Bin Valencia y el bajista Beto Ceriotti fue sólida como siempre, el «Tano» fue la estrella en esta parte del show. Su fineza, su precisión y el balance con el que logra mezclar la tecnicidad heavy metal con cierta sensibilidad tanguera y folklórica parecen crecer con cada show.
Luego, el folklorista Rubén Patagonia subió en medio de una ovación para cantar Cacique Yatel, que el público coreó como si fuera de los mismos Almafuerte. Desde allí hasta el final, todo fue una vertiginosa carrera sin respiro, comenzando con la desgarrada El visitante, pasando por A vos amigo (con un público inspirado cantando de a partes) y desembocando en la brutal El pibe tigre. El broche, ya clásico a esta altura, vino con Tu eres su seguridad, de Hermética.
Rescate emotivo para una noche pura sangre y de metal pesado con el corazón ardiendo.