Sin discos, con una difusión limitada casi exclusivamente a un nivel subterráneo, el grupo Pescado Rabioso comenzó formalmente su existencia hace dos meses: el 5 de mayo en el Metro.
Algunos recitales posteriores (Don Bosco, La Plata, Metro nuevamente) congregaron a un público desacostumbrado por lo numeroso para las presentaciones de un conjunto nuevo. Lógicamente la presencia de Luis Alberto Spinetta era al elemento de atracción. Con todo, ese no debe haber sido el único motivo para que el viernes 23 de junio algo más de mil personas se reunieran nuevamente (esta vez en el teatro Atlantic) para escuchar críticamente al trío. El público asistente a esa sala ha sido desde los comienzos de su ciclo bastante reacio a brindar acogidas fervorosas o exitistas; sin embargo, la presentación de Pescado Rabioso (sin duda la más ajustada de las cinco realizadas, según propio criterio) generó un clima realmente especial en el teatro: algo pesado, algo poético, algo agresivo había sacudido a los mil que concurrieron a defenestrar o aprobar. La sorpresa fue general. Algunos problemas de sonido en anteriores oportunidades habían disminuido los perfiles sutiles de la música del grupo. Ahora en el pleno —o exacto— manejo de sus condiciones Pescado Rabioso era el único ajeno a la sorpresa: allí había quedado la bola, el mazacote incendiario que proyectan las letras y las músicas de Pescado Rabioso, claramente delineados y rumbeantes hacia la creación de situaciones revolucionarias, una actitud no demasiado generalizada en esta etapa del rock argentino, pero seguramente más virulenta y clara que las leves instrucciones de años anteriores.
Si bien había certezas con respecto a la renovación de las alternativas musicales de Spinetta, no existía la misma seguridad para recibir a Black (el baterista) y a Bocón (bajista y, ocasionalmente, quitarrista). Mientas tanto (una delimitación del tiempo apenas previsora) Black y Bocón parecen haber comprendido todo. Tocan todo lo que necesita tocar hoy Pescado Rabioso, hay empuje y madurez en los arreglos (mansamente naturales y —por fortuna— carentes de alambiques). Cuando el «mientras» y el «tanto» sean superados (quizás una cuestión de cantidad de presentaciones) Black y Bocón empezarán a tocarse ellos mismos. Algo que Spinetta viene haciendo desde hace varios años y que probablemente sea el núcleo explotador de su lenguaje expresivo. Desde ahora detfinitivamente más raspador que terso. –
Apenas unos días antes de realizas su recital en el teatro Atlantic, Pelo pactó con Pescado Rabioso la realización de otra de las autonotas. La respuesta fue — ajustaday momentáneamente— lúcida. Lo que sigue ya les pertenece.