Reggae, ska, punk, cuarteto, cumbia, ragga, hip hop, rock: un popurrí extenso e imparable de canciones que se suceden, recortadas y pegaditas, reversionadas hasta reposos dub e instrumentales que arengan para rematar con explosiones de pogo ska y fiestero.
El espectáculo de Karamelo Santo parece haber sido perfeccionado hasta funcionar como una máquina bien aceitada; los temas fluyen en diferentes climas, desde el trance introspectivo de las cumbias y los reggaes más aromáticos (envueltos en la sección de vientos y en los acordeones y teclados de Lucas), hasta los ska aplanadores que se interrumpen para dar paso a las rimas incendiarias de Piro, acompañadas por golpes precisos de la percusión que resaltan intensidad.
El público responde a cada matiz y coda apocalíptica, y hace suyos los rituales: en “Tomate un vino”, cuando la banda empieza a disminuir el ritmo no hace falta que Piro y Goy indiquen abajo, abajo, abajo, abajo para que todo el teatro se encuentre de cuclillas listo para el salto más alto, y tampoco detiene a nadie que las dimensiones del escenario no puedan albergar a todas las parejas que usualmente suben a bailar el vals de “La Kulebra”: basta con dos representantes democráticamente elegidos. Los demás hacen lo suyo abajo.
Bailan todos los estilos con igual entrega, corean riffs de vientos, líneas de acordeón, cantan estrofas y estribillos y juntan aire para repetir rimas, salen por los aires en los hits radiales como “Negro” y “Fruta amarga” pero también levantan los puños cerrados en los cortes de la reciclada “Skalibur”.
Así banda y público le dan forma al recital; una fiesta tanto tranquila como adrenalínica que ilustra físicamente el espíritu de la banda.
Llegando al final, después de La Kulebra se van del escenario por apenas unos segundos y vuelven para una larga lista de bises, y aprovechando el excelente sonido del lugar hacen una sección de solos en “El Duende Loco”, dándole la ultima puntada a una noche que brilló mas que otras instrumentalmente.
Un último pogo, aplausos, cantos de hinchada enfervorizada y así se despide Karamelo Santo de Buenos Aires.
“Gracias por compartir con nosotros esta velada inolvidable”, dice Piro en plan Soldán, “y si no viniste, te jodiste”.