La actuación de Bersuit Vergarabat en el Autocine de Villa Gesell abrió el calendario musical del 2005; un año que se perfila oscuro y reflexivo. En lo que fue la primera convocatoria masiva desde la trágica noche del 30 de diciembre, Cordera & amigos concretaron una actuación notable y compungida.
Con una puntualidad inglesa, las puertas se abrieron a las 17 horas y mientras entraban los primeros de los más de diez mil asistentes, pasaron las presentaciones de 250 Centavos, Vía Varela, La Zurda, Pier y No te va a gustar, quienes cosecharon algunos aplausos y un respeto atento por parte de la audiencia. Mientras los plomos preparaban cada escenario, se anunciaban por pantalla gigante las medidas de seguridad, lo que provocaba cierto disgusto en la gente. De hecho, cada transmisión del spot grabado por Alejandro Naguy generaba silbidos y abucheos. Se puede decir que la organización en general es buena: muchos baños, ingreso rápido y discurso permanente sobre las medidas de seguridad, aunque algunos pungas aprovecharon el apretujamiento para robar celulares o cámaras.
Alrededor de las once de la noche, los músicos enfundados en pijamas abrieron su presentación con las recientes «Porno Star», «El baile de la gambeta» y «Va por Chapultepec». Siguieron con algunos clásicos de su período santaolallesco como «La vida boba», «el Gordo Motoneta» y «El viejo de arriba». Después, «El tiempo no para», «Perro Amor Explota», «Espíritu de esta selva» y volvieron a La Argentinidad… con «Al olor del hogar». Todas pasaron rápido y sin interrupciones, interpretadas por personas cabizbajas y visiblemente afligidas. En la primer pausa los músicos se reunieron en semicírculo en el centro del escenario y Cordera aprovechó para pronunciar algunas palabras: «nuestras letras hablan mucho de la muerte, mucho de la locura, mucho de la vida, mucho de las alegrías, mucho de la tristeza, mucho del sexo. Y en el afán de coquetear en ese rito pagano y religioso, muchas veces nuestras celebraciones han llegado a límites insospechables. Todos coqueteamos alguna vez con la muerte, pero nunca pensamos que alguna vez iba asistir para llevarse doscientos amigos. Talvez ese sea le aprendizaje más brutal que hayamos tenido, talvez nos tengamos que preguntar qué tenemos que hacer para cuidarnos. Nosotros somos responsables de que eso (señalando las luces del techo) esté bien colgado, de que el vallado no se caiga y de que entren bien al concierto y que se vayan bien. Ustedes son responsables de sus vidas, loco. Nada de Fabricación Militar es buena onda». Después de los aplausos sonó una vibrante versión de «Un pacto».
Inmediatamente invitaron a subir al escenario a quien se había señalado como artista invitado en los afiches: días antes se había confirmado la presencia de Andrés Calamaro y había una expectativa grande por volver a verlo en escena después de cinco años. Sin embargo, mucho ruido y pocas nueces: Calamaro subió al escenario con ropa deportiva (un jogging Adidas negro) y sonrisa radiante. Lo primero que provocó fue una ovación redonda, una muestra de cariño innegable de un público que se refería a él gritándole «poeta»… la primera canción fue el lánguido reggae «Tuyo siempre», en una versión cumbiera que sonó como un réquiem. Le pegaron «Estadio Azteca», ya con la presencia de Cordera, que se mostraba feliz por exhibir a Calamaro como un premio. Sobre la mitad de la canción, Andrés hizo un pequeño recitado: «cantando me he de morir/ cantando me han de enterrar/ y cantando he de llegar a todos los rincones/ desde el vientre de mi madre, viene a este mundo a cantar». Tras eso, Cordera explicó que Calamaro cantó una canción con ellos en el año 91, cuando Calamaro se hizo padrino de la Bersuit y arrancaron con «Mi caramelo» y Andrés la entonó, pero leyendo la letra. El show prosiguió con «Otra Sudestada», «Adestiempo» y «Mariscal Tito», que provocó un pogo poderoso. Después Cordera dejó el centro del escenario para Tito Verenzuela y anunció que el destacado compositor y guitarrista está preparando un álbum en solitario… una excelente noticia; es un músico que parece encarnar un abandono lúcido y guarda un talento que merece atención. Pasaron «Fisurar», «Tuyu» y Andrés volvió al escenario con una guitarra para tocar en las narcóticas «Yo tomo» y «La bolsa», que forjaron un clímax festivo como para que la bailen hasta los policías.
Solamente quedaron los bises: los músicos (excepto el bajista Pepe Céspedes) cambiaron pijama por calzas y musculosas blancas, más alguna berenjena grosera, y subieron al escenario haciendo un trencito con bombo en negras de fondo. Cordera se refirió a las chicas del público con una frase soez e insuperable: «Si fuera por mí, me las cogería a todas» y empezó a sonar «Coger no es amor». Le siguió «La soledad»; volvió Andrés para hacer la enérgica «Días distintos» y cerraron con «La argentinidad al palo» y ese himno espléndido que se llama «El viento trae un copla» y cierra el último disco de Bersuit. Volvió a aparecer Andrés «no-me-aprendí-la-letra-y-la-leo» Calamaro y, entonces sonaron esos maravillosos versos que dicen: «Y me pongo loco/ fantaseo con el mar/ de irme nadando/ de volverte a tocar/ … si soy argentino!».
Algún día el Comandante Porrito iba a volver. Fue sin la frente marchita; más bien con un bronceado tipo Morticia Adams.