El grupo inglés de rock progresivo volvió a la Argentina para presentar «Distant Satellites», su disco más reciente. Fue el pasado 7 de febrero, en el Teatro Vorterix.
Desde temprano una espesa bruma tiñe el barrio de Colegiales. No es una bruma real, de esas que hacen entrecerrar los ojos y forzar la mirada para atinar a enfocar algo. No. Es un clima, es una metáfora que flota transformando todo lo que la rodea. Es que ya se palpita esa tranquila, profunda y alegre melancolía que transmite Anathema en cada una de sus composiciones.
«Distant Satellites» no es la excepción. Desde hace al menos 5 discos – por lo menos de «A Natural Disaster» para adelante -, los liverpulianos han ido virando en su estilo hacia una curiosa amalgama con la que, además de captar una inmensa horda de nuevos fans, han logrado – y esto es lo extraño – mantener cautivos (cada vez más cautivos) a aquellos amantes de las primeras épocas. La banda que a principios de los 90s eran el claro ejemplo del más franco doom/death metal, hoy es uno de los representantes más fieles del rock progresivo/atmosférico.
En ese contexto, los hermanos Danny, Vincent y Jamie Cavanagh, secundados por la pequeña y angelical Lee Douglas (en esta faltó su hermano, John) y con el empuje del baterista y multiinstrumentista Daniel Cardoso llegaron una vez más a nuestro país para brindar un show contundente, consistente y lleno de emociones.
Con previa desde bien temprano a cargo de los locales Presto Vivace (que el 18 de Abril festejan sus 20 años en La Colorada – Yerbal y Rojas -, tocando de principio a fin «9597», su primer disco) y EVA, apenas pasadas las 20.30 todo estaría listo para que los ingleses tomaran definitivamente el escenario.
La apertura llegaría cuando, contra un paredón de humo y luz roja ultra saturada, los hermanos Cavanagh se presentaran para entonar las primeras estrofas del sexto track de «Distant Satellites»: Anathema.
La casi totalidad de la noche transcurriría en esa clave espacial/voladora, con pocos clásicos y recorriendo – sobre todo – los últimos 3 discos. Sonarían «The Lost Song» (sus 3 partes), «Untouchable» (las dos partes), «Thin Air», «Ariel», The Beginning and the End», «Universal», «Closer», la electrónica «Distant Satallites», «Closer», «A Natural Disaster»; y sólo hacia el final regalarían las más aclamadas, clásicos inevitables: «One Last Goodbye», «Deep».
Pero eso no era todo. No. También hubo promesas. Y emocionantes.
Muchas bandas suelen deshacerse en elogios hacia el público argentino, pero pocas salen de esa simple demagogia guionada por la rutina. Anathema, al parecer, sería una excepción: cuando a pocos minutos de concluir la efervescente tribuna arremetiera con el viejo y conocido «Olé Olé Olé, Ohh Anathema, es sentimiento…», Cavanagh & Cía. no sólo se sumarían a la arenga sino que Danny «compondría» en tiempo real una melodía basada en el popular cántico.
Eso, aunque suficiente, tampoco era todo: el pelirrojo también prometería, juraría y recontra juraría que el próximo disco de la banda incluiría ese «nuevo tema»: sería una canción sin derechos de autor y con video oficial montado a partir de los registros del momento subidos a Youtube.
Pero eso tampoco era todo. Aun faltaba una: La elegida para cerrar una noche inolvidable sería oro mega clásico: «Fragile Dreams».
Ahora sí, era todo. Por ahora, y hasta la próxima.
Fotos: Víctor Spinelli