Mario Esteban, director de La Sinfónica Rock, explica cómo llegó a amar el arte popular. También analiza algunas rarezas ricoteras y adelanta los shows del Teatro ND.
“Los conservatorios tienen su lado de excelencia pero también de conservadores, como lo dice la palabra. Y yo era bastante reticente a la música popular: mientras más cruda era, más se me complicaba abrirle la puerta -explica Mario Esteban, director de La Sinfónica Rock-. Hasta que un amigo me mostró ‘Un baión para el ojo idiota’ (1998) y me impactó. Los prejuicios se caen cuando la música te llega. Tenés que ser muy necio para seguir negándote”.
Mario es un verdadero experto: es director, arreglador, cantante coral, docente y compositor. Participó en decenas de grabaciones, recibió becas y premios y dio múltiples seminarios. Pero como si eso no fuera suficiente, en 2011 estrenó “Un Concierto Redondo”, basado en el grupo platense y con arreglos para orquestas de cámara, piano, coro y todas sus variaciones.
Varios años después, el proyecto sigue vigente y con cuarenta canciones ensayadas. Este sábado 20 de octubre y el viernes 9 de noviembre, la sinfónica se presentará en el Teatro ND, luego de agotar cinco funciones en 2018. “El público es bastante similar en todas, y muy heterogéneo en las edades. Hay familias, chicos y por supuesto fanáticos con las remeras. Se arma algo muy variado y alegre. Al principio esperan encontrarse con un recital de rock, pero de a poquito se dan cuenta de que hay un volumen justo para cantar y a la vez disfrutar”.
Mario no sólo analizó a Los Redondos desde un punto de vista académico, sino que pudo experimentarlos varias veces en vivo. “Cuando arranqué a verlos ya tocaban en estadios, pero aproveché mucho esa época. Si hacían dos fechas, iba a ambas. Para la primera comprábamos la platea con mi familia, y a la otra iba con mis amigos al campo. Fue una etapa muy linda, sobre todo porque yo venía del Genesis de Peter Gabriel y de algunas cosas de los Beatles”.
-Es curioso que lo menciones, porque “Masacre en el puticlub”, el primer tema de “Un baión…”, tiene un fragmento de “Wild honey pie”.
-Claro. Los Redondos citaron bastante a otros artistas.
-También a la música de “Lawrence of Arabia”, por ejemplo.
-Exacto. Eso fue en “La bestia pop”, ¿no? Nosotros metemos ese solo en violín, y ellos lo hacían en el saxo. ¡Hay cada gilada en internet! Mucha gente pone: “Escuchen este plagio de Los Redondos”, o “No se les cae una idea propia”. ¡Y eran sólo citas musicales! La historia está atiborrada de eso. Es lo mismo que cuando alguien escribe un libro y pone entre comillas la frase de otro. Hay infinidad de ladrones, por supuesto, que directamente copian y pegan. Pero en el caso de Los Redondos, la música era tan poética que se daban el lujo de aludir a “Lawrence of Arabia” y poner guiños a Los Beatles. Eso es muy enriquecedor para el que conoce, mientras que el ignorante lo toma por plagio.
-También demostraron que, sin relacionarse con los conservatorios, se conectaban con un montón de fenómenos.
-Claro, y te dejaban el cerebro como una esponja. Cada uno podía absorber lo que quería y lo que tenía ganas. Al margen de que el Indio les haya dado un significado propio y un argumento, las letras le llegaban al oyente de manera libre, y hacían que la cabeza se disparara para cualquier parte. Había otra cara del rock nacional, como la de Soda Stereo, en donde te decían: “Yo voy a ser tu mayordomo, y vos harás el rol de señora bien”, o algo como “quiero verte bailar detrás de la persiana americana”. No lo marco de manera peyorativa, pero eran cosas directas y sin segundas interpretaciones. Las melodías de Los Redondos también eran libres: las escuchabas al año siguiente y te llegaban de otra manera.
-Tenían muchas capas, y cada uno recibía diferentes cosas en determinado momento.
-Y era imposible no asociar cada disco con el diseño de Rocambole. Porque escuchabas la música, veías la tapa y te armabas un contexto social con la movida de La Plata. Eran “layers”, como bien dijiste. De ahí armabas tu propio “Redondito”, y el contacto era casi personal.
LUZBELITOS EXPERIMENTALES
-Como arreglador, ¿encontraste compases extraños o sincopados en alguna canción de Los Redondos?
-Sí, “Juguetes perdidos” tiene una irregularidad en la estrofa. Es un cuatro cuartos permanente, y cuando está por terminar se corta y va a la mitad, y hace un dos cuartos. Es bastante raro y muy bien hecho, no cualquiera lo puede meter con facilidad. Como no tenían esa cosa típica de conservatorio de “no se debe tocar tal acorde seguido de otro” y demás, poseían una libertad absoluta y lograron esa belleza.
-Hugo Lobo llevó un montón de estándares del jazz al ska, y contó que tuvo que escribir cientos de partituras para las orquestas. ¿Vos también?
-Yo tuve la suerte de agarrar la época de la computadora, aunque de chico sí hacía los arreglos a mano. Ahora redacto la partitura general en un sólo archivo, le doy click y el programa me separa todo: el primer violín, el segundo, el tercero, la viola, el violonchelo… Antes era necesario tener un copista, que dividía cada instrumento y se volvía loco. Ahora se quedaron sin laburo ellos y varios músicos.
-Imagino que, al hacerlo un programa, tendrás que repasarlo y fijarte si todo está correcto.
-Sí, siempre tenés tus modificaciones. Para “La bestia pop”, por ejemplo, le escribí un solo a la cellista, y me lo rebotó al toque porque no se podía hacer. No porque ella no tuviera la técnica, sino porque estaba fuera del instrumento. Pero a esa partitura no la tiré, así que otra de las cellistas tocaba esa versión y se armaba un quilombo (risas).
-¿Tuviste repercusiones de algún músico de Los Redondos?
-No, jamás hubo un contacto personal. El único acercamiento fue a través de un productor, al que se le ocurrió que hiciéramos algo con SemiDawi -el proyecto de Semilla Bucciarelli y Sergio Dawi-. Fue hace cinco años. Se estaba por concretar, pero como cambiaron las autoridades del teatro, todo quedó en standby. Así que no puedo asegurar que ellos se hayan enterado.
-Van a dar dos funciones más en el ND Teatro. ¿Qué las va a diferenciar de las que ya pasaron?
-Es un show muy variado, con cerca de veinte canciones de todos los discos y épocas. Hay formaciones diversas, “Yo no me caí del cielo” es tocado en guitarra clásica y se cierra con un final sinfónico coral, con los cuarenta músicos en escena. Es muy divertido, se arma una comunión entre la platea y el escenario, y son dos fechas que no creo que se continúen: vamos a frenar acá, porque necesitamos programar nuestro futuro. Estamos pensando en llevar el espectáculo a otros lugares donde nos lo pidieron mucho, como Córdoba, Rosario, La Plata, Neuquén y el norte. Se está abriendo el panorama a las mixturas y me parece súper loable. La música es música, no hay que hacer un River – Boca. Si el resultado es atractivo, vamos para adelante.
-O sea que, si alguno de Los Redondos lee esta nota, le decimos que estás dispuesto a trabajar con ellos.
-¡Por supuesto! Sería un placer. Y lo mismo si Skay viene al teatro, sería como la frutilla del postre. Con el Indio es un poco más complicado, pero el silencio que hay de su parte también nos alienta, porque nunca hubo ninguna palabra desfavorable. Traté de hacerles llegar el disco que hicimos, aunque no tengo idea si lo escucharon. Para nosotros, cerrar ese círculo sería un sueño.