La adaptación teatral basada en la novela de Mónica Jurjevcic sobre un sobreviviente reconstruye la mirada de una generación atravesada por la tragedia del 30 de diciembre de 2004.
Pasaron más de 20 años de la noche en que el boliche República Cromañón se convirtió en sinónimo de tragedia. Pero aquella herida todavía arde. La obra En zapatillas, dirigida por Ayelén Del Valle y Luciana Sapia, vuelve sobre ese hecho desde la mirada de un sobreviviente que intenta sostenerse en sus afectos, y lo hace con un enfoque profundamente humano, íntimo y conmovedor. Basada en la novela homónima de Mónica Jurjevcic, la obra se presenta los domingos en Área 623 (Pasco 623), y desde junio tendrá nuevas funciones los viernes en Espacio Callejón (Humahuaca 3759). Las entradas se consiguen por Alternativa Teatral.
“La cultura es una herramienta que te permite llegar a otros tiempos”, reflexionó Del Valle. “Con esta obra hemos visto al público recordar y replantearse lo que pasó en Cromañón. Y eso es hacer memoria: volver presente el pasado para poder ir hacia un futuro”.
La historia gira en torno a Matías, un adolescente que sobrevivió a la noche del 30 de diciembre de 2004. En su proceso de reconstrucción aparecen los recuerdos de Mariana, sus compañeros de curso y una profesora de Literatura que oficia como guía emocional. En escena, un elenco coral (conformado por más de diez jóvenes actores) le da cuerpo a los vínculos, el duelo y la fragilidad de quienes quedaron vivos.
El proyecto surgió de manera inesperada. En 2021, Del Valle contrajo Covid justo para Año Nuevo y, en medio de la angustia, una prima le acercó el libro de Jurjevcic. “La devoré en una semana. Mientras la leía, el texto se me volvía teatro”, recordó. Poco después, le propuso a Sapia trabajar juntas en la adaptación. “Nunca habíamos hecho una versión teatral de una novela, fue un aprendizaje enorme”, explicó.
Durante dos años trabajaron sobre el texto, seleccionando escenas, ajustando diálogos y ensayando junto al elenco. “Quisimos poner el foco en cómo hacer que un texto tan descriptivo se volviera acción”, explicó Del Valle en una entrevista con Candela Gómes Diez. “El teatro es imagen viva, y llevar ese cambio a escena nos llevó mucho tiempo, charlas con la autora y muchas pruebas”.
Sapia, por su parte, destacó el valor colectivo del proceso: “Siempre nos interesaron las historias que tienen algo para decir. Nos parece importante que el público se quede pensando en lo que vio, que la obra lo movilice”. También resaltó la respuesta del público: “Han venido familiares y amigos de víctimas, y siempre se fueron muy conmovidos y agradecidos por darle cuerpo y voz a este relato”.
Desde el comienzo, el equipo estuvo en contacto con organizaciones de sobrevivientes. “Estuvimos muy cerca de ‘Familias por la Vida’, que nos acercó su sensibilidad y su aprobación al proyecto”, contó Del Valle. “Y también nos hemos encontrado con espectadores que compartieron su historia. En la última función, una chica nos contó entre lágrimas que su padre le había salvado la vida esa noche al no dejarla ir. Ella perdió a muchos amigos”.
Para las directoras, la puesta en escena es también un acto político y de memoria. “El teatro siempre termina siendo un lugar de resistencia”, dijo Sapia. “Ponernos en el lugar del otro nos permite ampliar nuestra perspectiva y entender otras realidades. El teatro es fundamental para que la memoria colectiva también se construya desde ese lugar”.